Por una mirada

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N. de. A.: ¿Les ha pasado alguna vez que se les mete una idea a la cabeza y no pueden sacársela a menos que la conviertan en algo concreto, ya sea un escrito, un dibujo o con palabras? Así fue cómo nació esta historia.

Amar de Lejos

Capítulo 1

Por una mirada

Si le hubieran preguntado en qué momento se enamoró de ella, no habría podido responder, porque no la amaba. Sencillamente... sus palpitaciones se enloquecían cuando ella se cruzaba de la nada en su camino, se ponía como tonto cuando le conversaba cosas que no estaban en el libreto que escribía él en su interior, soñaba con el olor de su pelo una o dos veces a la semana.

No la amaba, porque ese era un sentimiento que se había prohibido hace muchísimos años. Sí pensaba que era muy atractiva, menos antipática y más sonriente que antes. Pero no, no la amaba.

Era sólo que la mujer había invadido su vida sin ella saberlo. Y todo por haberla pillado mirándolo en silencio durante una comida. Él le devolvió una mirada seria y ella tuvo el descaro de crear una bella sonrisita antes de apartar sus más bellos ojos marrones.

¿Por qué alguien como ella aceptaría el empleo de profesora? Ella, que podía salir al mundo y lograr cualquier cosa que se propusiera, ¿por qué querría ir a encerrarse a ese castillo para dar clase?

Le había formulado esa pregunta una vez, y le contestó que le venía bien el trabajo, porque estaba aburrida de tantos papeleos en el ministerio. Él aceptó la explicación y no insistió. De cualquier forma, ya llevaba un año siendo su colega y se había acostumbrado a tratarla como tal.

*****

En un principio, se le hizo extraño verla entrar a la sala de profesores con tanta naturalidad, que se sirviera un café y se sentara a corregir exámenes. La observaba cautelosamente por largos minutos, buscando entre la cascada de cabello rizado a la muchacha que alguna vez fuera su alumna. Sin embargo, ya no estaba ahí, era como si otra mujer hubiera tomado su lugar, con el mismo nombre y rostro, pero con otra fuerza.

El asombro inicial duró unas pocas semanas. Después, los intercambios de palabras entre los dos se volvieron más habituales, a pesar de que sólo ocurría cuando tenían que tratar un tema académico. Ella tenía dudas y él las esclarecía. Eso era todo... al comienzo.

Cuando la confianza creció, aparecieron las bromas camufladas de sarcasmos, únicamente cuando se topaban por casualidad. Los encuentros jamás eran concertados.

Él creía que tenían muy pocas cosas en común, así que no le apetecía ser el que iniciara una charla casual; y, al parecer, ella era de la misma idea.

Se soportaban y aprendieron a convivir juntos sin sacarse los ojos. Eso estaba bien. Además, ella era muy querida por los demás profesores, no necesitaba hacer grandes esfuerzos para encajar.

Eso seguía siendo al principio, y el tiempo no corrió en vano.

La primera cercanía verdadera se presentó una noche en la que se hallaban los dos solos en la sala de maestros. Él preparaba los primeros exámenes del año, mientras ella revisaba unos ensayos. Un asiento vacío los separaba, pero ellos hacían como que no se daban cuenta que no había nadie más.

Ella tomaba té con leche; él un café cargado. Se hablaron sólo una vez, cuando ella le pidió tinta. La transacción sucedió sin que sus ojos se encontrasen.

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