Un paso a la vez

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Amar de Lejos

Capítulo 12

Un paso a la vez

Se había quedado sin pretextos.

No, la verdad era que Hermione no había aceptado ninguno de los pobres pretextos que puso él para no asistir al estúpido baile de Navidad organizado por McGonagall.

Primero, Severus dijo que estaba muy cansado, pero Hermione replicó que tendría tiempo de sobra para descansar en las vacaciones; luego, dijo que justo esa noche le tocaban rondas, pero Hermione lo desmintió, porque ella también conocía los horarios de las rondas y no le habían asignado ninguna a él; siendo más directo, confesó que odiaba los bailes y a los adolescentes alborotados, pero Hermione le dijo que era su deber como profesor vigilarlos; mintió al decir que no tenía qué ponerse, y Hermione ofreció regalarle un traje de gala; y, por último, alegó que no sabía bailar, pero Hermione dijo que no era obligación hacerlo.

Así que ahí estaba él, enfurruñado, en medio del vestíbulo atestado de estudiantes babosos, con las manos en los bolsillos de los pantalones, vestido con un elegante traje -negro, por supuesto-, ignorando los cuchicheos y las miradas impertinentes.

No lograba comprender qué le había dado a McGonagall para querer hacer un baile ese año, cuando siempre era una cena y a la cama. Las únicas fiestas a las que él había asistido fueron las de los Mortífagos, en las que, forzosamente, tenía que trabar conversación con mujeres repugnantes y bailar pegado a ellas en salones llenos de maníacos pretenciosos. No eran recuerdos fáciles de olvidar, a pesar de los años.

Aun así, la esperaba. Usaba cada gota de paciencia para no moverse de su sitio. Miró su reloj de pulsera por enésima vez, ya había pasado la hora acordada y Hermione no aparecía por ninguna parte. Ella se había negado a que él fuese a buscarla a su despacho, pretextando que así se "perdería la magia".

Qué tontería.

-Severus, estás muy elegante- observó McGonagall, acercándose a él y mirándolo de pies a cabeza-. No creí que vendrías.

-¿Por qué no?- inquirió el profesor Snape, en un tono de voz defensivo. ¿Acaso todos pensaban que era tan huraño y amargado? "", respondió su subconsciente.

-Nada en especial- repuso la directora, sonriéndole-. Es un placer verte aquí- añadió y se adentró en el Gran Comedor.

Snape bufó y rodó los ojos. Empezaba a aburrirse, de forma que decidió que sería divertido atemorizar con su mirada a los alumnos que creían observarlo disimuladamente. Se entretuvo en eso algunos minutos, viendo cómo los chiquillos se encogían y huían al interior del salón.

-Hola- dijo alguien detrás de él. Severus se volteó y quedó apabullado ante lo que veían sus ojos: Hermione luciendo un vestido rojo, no demasiado ceñido pero con un escote que bien podría considerarse atrevido, tacones bajos y el cabello suelto, perfectamente arreglado.

-Hola- respondió el profesor, sin saber muy bien cómo había logrado articular la palabra. Ella sonreía de manera traviesa, admirando también la ropa de él-. Qué elegante te ves hoy.- Severus no tuvo necesidad de decirle cuán hermosa se veía, pues su mirada y su expresión hablaban por él.

Sin embargo, no podía quedarse contemplándola por la eternidad (aunque hubiese querido hacerlo). Le ofreció su brazo derecho, y Hermione lo tomó suavemente. Ni bien entraron al Gran Comedor, se hizo el silencio, como si todos los allí presentes hubieran aguantado la respiración al mismo tiempo. Ellos caminaron sin mirar a nadie en específico y se ubicaron al fondo del salón, junto a los otros profesores, quienes les sonrieron y continuaron en lo suyo.

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