Para bien

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"Y aunque no siempre he entendido mis culpas y mis fracasos, en cambio sé que en tus brazos el mundo tiene sentido".

Amar de Lejos

Capítulo 9

Para bien

Era cierto que había estado ajeno al mundo mágico por dos largos años, que no supo nada de nadie durante todo ese tiempo, que, después de regresar, tampoco le importó enterarse de la vida de los demás, que no leía la prensa rosa en El Profeta, que nunca indagó en las intimidades de sus cercanos... pero ¿realmente podía ser que aquello lo hubiese dejado tan al margen?

Quizás escuchó mal. Quizá las profesoras también estaban desinformadas y pensaban que ese chico era el hijo de ella, cuando en realidad podría ser su ahijado... o algo así. Porque no le cabía en la cabeza que Hermione fuese madre... a menos que le estuviese escondiendo ese gran detalle. No terminaba de entenderlo.

La observó de reojo durante todo el transcurso del partido. Ella vitoreaba, reía y exclamaba palabras de ánimo, como si nada en el mundo hubiera cambiado, mientras que el mundo de él estaba patas arriba.

La apremiante necesidad de arrastrarla lejos de allí y disipar sus dudas le apretaba el pecho. ¿Qué iba a hacer si el chico Weasley de verdad era su hijo? Lo que ella le causaba seguiría intacto, pensaba, era la misma persona, con las mismas características que a él le gustaban, sin embargo... jamás consideró a un hijo en la ecuación.

En realidad, aquello no cambiaba las cosas, pero las complicaba. Él nunca quiso niños propios, no le agradaban. Era consciente de que Hermione no le exigiría asumir el papel de padre ni mucho menos, aun así, sintió el impulso de huir de aquella responsabilidad. Quería estar con ella, sólo con ella. Era un egoísta y lo admitía.

El partido fue eterno para Snape, que estaba más que ansioso porque los chiquillos atraparan pronto la maldita pelota dorada. Quiso que las profesoras continuaran hablando, pero no lo hicieron, de modo que las interrogantes seguían revoloteando en su cerebro, como pequeños y molestos pajaritos que picoteaban sin parar.

Una vez que se dio por acabado el encuentro, Severus se puso de pie inmediatamente y le lanzó una mirada urgente a Hermione, pero ella no lo notó. El mago apretó dientes y puños y abandonó en solitario el estadio. Anduvo lentamente en dirección al castillo, los alumnos -algunos eufóricos y otros cabizbajos- pasaban por su lado, mientras que él pretendía no hacerles caso. Buscaba una particular cabellera castaña entre el gentío. La vio de pronto, acompañada justamente por el chico Weasley y el hijo de Lupin. Sintió un escozor en la boca del estómago. Los siguió de lejos hasta que, en el vestíbulo, la mujer se separó de ellos. Sin pensárselo dos veces, se acercó y la agarró del brazo con poca delicadeza.

-Ay- se quejó ella, volteó y sonrió al percatarse de que se trataba de él.

-¿Puedo hablar contigo?- inquirió Snape con gravedad. La sonrisa permaneció en el rostro de Hermione.

-Claro.- Severus echó un rápido vistazo alrededor. Había demasiada gente.

-En un lugar más privado.- La expresión de la bruja fue de interrogación, sin embargo, encogió apenas los hombros y se dejó conducir a un corredor del primer piso con vista a los jardines, en donde los estudiantes aprovechaban del día soleado.

-¿Aquí está bien?- preguntó sarcásticamente Hermione. Él compuso una mueca mientras contemplaba el paisaje a través de un arco de piedra-. ¿Qué pasa?- Esta vez, la pregunta fue más seria.

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