Condenado amor

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Amar de Lejos

Capítulo 6

Condenado amor

Sobraba decir que Severus no pudo conciliar el sueño... ni lo intentó. Se pasó la noche entera pensando en qué le diría a Hermione, qué le diría ella a él y cómo se comportaría una vez que la tuviera enfrente. Sin embargo, no se le ocurrió nada. No tenía la más remota idea de cuál sería el talante de ella.

Pero el sol ya había salido, y hacía rato era la hora del desayuno. Él, como no se consideraba a sí mismo un cobarde, se aseó, se vistió y salió de su oficina.

Recordaba todo con tanta claridad, incluso percibía el perfume femenino en su ropa. Sus manos eran suaves, cálidas, y lo habían tocado con una delicadeza olvidada. Se desaforaban los latidos de su corazón cada vez que rememoraba aquella cercanía.

Su arrojo se le escurrió del cuerpo en el mismo instante en el que casi chocó con Hermione en las puertas del Gran Comedor; ella salía y él entraba. Aparentemente, ninguno de los dos esperaba toparse con el otro de forma tan brusca, dado que la mujer lo miró con espanto y Severus con la boca abierta. Snape se percató de que los ojos de Hermione estaban aún hinchados.

-Buenos días- susurró el profesor.

-Buenos días- correspondió ella, al tiempo que bajaba la mirada al suelo.

-¿Estás mejor?- se atrevió a preguntar. Hermione asintió sin verlo-. ¿Tienes un minuto?- agregó Severus; necesitaba ir al grano, ya no podía con eso. Ella, retraída, alzó la vista e inspiró hondo.

-Ahora no... Tengo trabajo pendiente.- Snape la miró receloso-. ¿Puede ser antes de la cena?

-Está bien... Te veo en la sala de profesores.- Sin añadir más, Hermione pasó por su costado y se perdió escaleras arriba. Él vigiló todo su trayecto, pero ella no volteó en ningún momento.

¿Por qué las cosas no podían ser sencillas? ¿Por qué siempre tenía que complicarse todo? Era como si el mundo se vengara de él por haber sobrevivido. El primer asomo de felicidad que tenía en años se convertía en algo intrincado y tortuoso. Pero era culpa suya... nadie lo mandó a hacer idioteces. Bien sabía que tenía que mantenerse lejos, y no lo hizo.

Por tratarse de un día domingo, las horas transcurrieron más lentas que de costumbre. No dejaba de consultar su reloj, como si así fuese a conseguir que las agujas se movieran más rápido. Mató el tiempo corrigiendo ensayos, pero no tenía los suficientes, de forma que terminó con ellos poco después del almuerzo (al que no asistió). Después, trató de dormir un rato... en vano, pese a que los párpados se le caían.

No hallaba cómo quitarse de encima el nerviosismo que le comía la cabeza. Se sentó en la orilla de la cama y se restregó la cara. Le habría gustado saber si Hermione estaba en las mismas condiciones, o si sólo le causaba fastidio.

Realizó una breve introspección, para ver si encontraba algún sentimiento más profundo que los ya reconocidos. Tuvo miedo al hacerlo, pues no estaba seguro de querer aceptar algo más... comprometedor. Porque ella le atraía... y la quería, pero sólo por haberla conocido más, por haberse acostumbrado y por convivir día a día. Esa bruja no se parecía en nada a la chica a quien dio clases un día, lo que lo desconcertaba un poco. La madurez de Granger le hacía olvidar a ratos la enorme diferencia de edad, sumado a sus retos sarcásticos y su inteligencia innata. Él no había visto en su vida a una mujer igual.

Y, poniéndose en otro escenario, ¿qué iba a hacer si, por algún motivo, ella le decía que quería estar con él? No era que albergara grandes esperanzas, pero debía planteárselo por si ocurría. ¿Qué tal si se daban una oportunidad y lo intentaban? No era un gran pecado, ¿o sí? Tal vez una relación entre ellos podría funcionar. ¿Por qué no? Aunque no sería él quien lo propusiera, primero tenía que enterarse de lo que Hermione deseaba.

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