Espontaneidad

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Amar de Lejos

Capítulo 3

Espontaneidad

En su vocabulario no existían las palabras que describieran fielmente lo que experimentaba cuando pensaba en esa mujer.

Ya no era pura atracción física, era... no lo sabía, porque no tenía antecedentes que lo ayudaran a comprenderlo. Ni siquiera podía compararlo con aquel enamoramiento platónico que tuvo en su juventud.

Lo de ahora le daba la impresión de ser tan tangible, casi alcanzable... pero solamente porque no lo había arruinado, no todavía. Y tampoco pretendía hacerlo.

Lo único que pedía era acabar con ese enredo de neuronas que le bloqueaban el cerebro cada vez que trataba de dilucidar qué carajos era lo que le estaba pasando.

Detestaba sentirse así: confundido, atolondrado. Un experto en autocontrol como él no debía permitirse caer en eso. Era patético.

Sin embargo, esto no significaba que su mente hiciera cortocircuito y se pusiera a babear cuando estaba cerca de ella; sería caer demasiado bajo para cualquiera. Los episodios de aturdimiento se los guardaba para sí mismo, cuando, en la intimidad de su dormitorio, trataba de conciliar el sueño, o cuando corregía ensayos o preparaba pociones simples.

Tanto se esmeraba en pensar menos en eso que más lo hacía. Era como un persistente recordatorio de que había algo indomable en su vida.

Lo bueno era que ella no lo advertía, ni iba a hacerlo nunca, porque él nunca se lo diría, no tenía ni una sola razón para hacerlo. Resolvería solito sus conflictos internos, sin inmiscuir a nadie. Confiaba lograrlo antes de acabar enloqueciendo.

*****

Afuera nevaba y la tarde era blanca. Habían transcurrido varias semanas desde su salida a Las Tres Escobas, y a pesar de que Hermione le contó a Hagrid acerca de su caída en las zarzas, él no lo recordaba. Algunas veces, Snape evocaba esa noche en la cabaña, y se preguntaba qué habría estado pensando ella, cuál sería el concepto que tenía de él. No debía importarle, y aun así, le importaba lo que pensara de su persona.

Se encontraban en descanso, de modo que había mucho movimiento en la sala de profesores. A él le fastidiaba tanto ajetreo, pero no deseaba encerrarse en su despacho oscuro. Además, tenía un bloque libre antes de la cena, y sabía que ella también... Realmente era por eso que no se había ido. Pensó que tenía que dejar de buscar excusas baratas para poder estar a solas con ella, si era precisamente eso lo que estaba suscitando sus problemas existenciales.

Volvió la vista al montón de papeles frente a él, procurando ponerles su total atención; ya había sido demasiado de distracciones. Pero no pudo conseguirlo: vio de reojo que alguien se le acercaba hasta quedar a su lado, alzó la cabeza.

-Severus, se me acabaron estas pociones y las necesito lo más pronto posible- pronunció la señora Pomfrey. El profesor Snape recibió el pergamino que la enfermera le ofrecía. Examinó el listado y frunció el ceño.

-Pero las preparé hace menos de dos semanas- refutó. Comenzaba a enfadarse, y la mujer también parecía estarlo.

-Hay un brote de gripe entre los alumnos- explicó llanamente. Resignado, Severus soltó aire por la boca, justo en el momento en que sonaba la campana y Hermione se sentaba, a una silla de distancia de él.

-Bien... Te las llevaré el lunes.

-Gracias- masculló la señora Pomfrey, y se marchó junto con los otros profesores que regresaban a sus clases.

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