Plenitud

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Amar de Lejos

Capítulo 16

Plenitud

Una corriente eléctrica descendió desde su nuca hasta las puntas de sus pies. Sintió cómo le cosquilleaba el pecho. Su corazón saltaba de alegría.

Se quedó quieto. La frente de ella seguía apoyada en su espalda, el abrazo se había apretado.

Era curioso cómo dos palabras podían causar tanto. Cerró los ojos para concentrarse en el calor que lo abrigaba y en brazos que lo atrapaban, de los cuales nunca querría huir.

El tiempo le enseñó cuánto le costaba a ella amar sin reservas. Sabía de su sufrimiento, de sus miedos y de sus sueños, conocía su cuerpo tanto como su mente. Y ahora que tenía su amor... se sentía pleno.

Él nunca la forzó a enamorarse, tampoco la obligó a quererlo. Todo lo que había pasado entre ellos fue inesperado, pero, al mismo tiempo, inevitable, como si sus vidas hubiesen querido cruzarse en el camino para continuarlo juntas.

De ser posible, para siempre.

Hermione volvió a dejar un pequeño beso en su hombro, luego frotó la mejilla contra su piel.

—Gracias por todo lo que has hecho por mí — murmuró tenuemente—. Por nosotros.— Severus estrechó con más fuerza la mano de ella—. Sé que cuento con mis amigos y mi familia, pero... al final, siempre éramos Alex y yo.— Se arrimó a él, acercando sus labios al cuello del profesor—. Y ahora te tenemos a ti. Eres el mejor hombre que jamás conoceré...— Suspiró y besó la cicatriz de su cuellwo—. Me asustaba quererte tanto, me daba miedo enamorarme...— Severus la sintió reír despacio—. Pero hace tiempo que lo estoy... y no sabes lo feliz que me hace eso.

Severus se giró y la miró a la cara. Los ojos de ella estaban llenos de lágrimas, pero sus labios sonreían con felicidad verdadera. Rodeó sus hombros y la abrazó, mientras besaba su cabello.

Lo único que quería era la felicidad de ella. Si era feliz sin amarlo, estaba bien. Pero ahora, sabiéndola feliz amándolo, estaba todavía mejor.

Él no era un hombre necesitado de palabras, éstas lo irritaban por ser, la mayoría de las veces, vacías, deshonestas y sobrantes. Le molestaban las palabras dichas en exceso. En especial las que entregaban un mensaje falso.

Por eso, las cortas y sinceras dos palabras que le regaló ella eran tan significativas. Él conocía el lenguaje de ella, él sabía no hablaba por hablar, que, a veces, hablaba mucho, que le gustaba decir lo que por su mente navegaba. También sabía lo que se callaba, lo que no decía para evitar herir, lo que reprimía por miedo a la vulnerabilidad.

Él sabía de silencios más que de palabras, de mirar más que de hablar, de entender...

Y en el fondo de toda voz oída y enmudecida, había percibido los sentimientos censurados. Ocultos pero existentes. Porque también sabía de ellos. Lo difícil que era esconder algo tan tremendo. Lo inservible que era al darse cuenta de su enormidad.

En ese momento, el lenguaje de ellos no era conocido por nadie más, pues ese abrazo no se podía expresar en ningún idioma. Toda palabra habría simplificado burdamente la pureza del poder más fuerte en el mundo.

Sentirla ahí con él, enterrando la cabeza en su pecho, estrechándolo como nunca, hizo que algo naciera. El sentimiento más anhelado por todos llegó a él, la búsqueda más desesperada había acabado.

Se sintió enteramente correspondido. Maravillosamente.

Suspiró y dejó varios besos en la frente de Hermione, mientras ella enterraba las uñas en su espalda.

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