Capitulo 18

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-No veo por qué.
-Porque estamos casados. A cambio te contaré cualquier cosa que quieras saber de mí.
-No hay nada que me interese saber de ti.
Eso hirió los sentimientos de _______(tn), pero de nuevo no quiso darle más importancia de la que tenía.
-Nos guste o no, ayer hicimos unos votos sagrados. Creo que lo primero que deberíamos hacer es preguntarnos qué esperamos de este matrimonio.
Él meneó la cabeza lentamente. Ella nunca había visto a un hombre que pareciera más consternado.
-Esto no es un matrimonio, ________(tn).
-¿Perdón?
-No es un matrimonio de verdad, así que quítate esa idea de la cabeza
-¿De qué estás hablando? Por supuesto que es un matrimonio de verdad.
-No, no lo es. Es un acuerdo legal.
-¿Un acuerdo legal?
-Exacto.
-Ya entiendo.
-Bien.
La obstinación de Rubén la enfureció.
-Bueno, pues ya que soy la única involucrada en este acuerdo legal por el momento, intentaré que funcione, tanto si quieres como si no.
-No quiero.
-Rubén, hicimos unos votos. Unos votos sagrados.
-Eso no tiene ningún sentido, y tú lo sabes. Te dije desde el principio cómo iban a ser las cosas. No te respeto, ni siquiera me gustas, y te aseguro que no tengo ni la más mínima intención de jugar a las casitas.
-Estupendo. ¡Tú tampoco me gustas!
-Veo que nos entendemos.
-¿Cómo podría gustarme alguien que se ha dejado comprar? Pero eso no quiere decir que vaya a ignorar mis obligaciones.
-Me alegra oírlo. -Él la recorrió lentamente con la mirada. -Me aseguraré de que tus obligaciones sean agradables.
Ella sintió que se sonrojaba y que esa inmadura reacción la enfadaba lo suficiente como para desafiarlo.
-Estás refiriéndote al sexo, ¿por qué no hablas claro?
-Por supuesto que me refiero al sexo.
-¿Con o sin tu látigo? -Ella se arrepintió en cuanto las impulsivas palabras salieron de su boca.
-Tú eliges.
________(tn) fue incapaz de seguir soportando sus bromas. Se dio la vuelta y se puso a mirar por la ventanilla.
-¿________(tn)?
Tal vez fuera porque deseaba creerlo, pero su voz le pareció más suave esta vez. Ella suspiró.
-No quiero hablar de eso.
-¿De sexo?
Ella asintió con la cabeza.
-Tenemos que ser realistas -dijo él, -los dos somos personas saludables, y a pesar de tus diversos desórdenes de personalidad, no eres precisamente un adefesio.
Ella se volvió hacia él para dirigirle su mirada más desdeñosa, pero lo que vio fue cómo una comisura de esa boca masculina se curvaba en lo que en otro hombre hubiera sido una sonrisa.
-Tú tampoco eres precisamente un adefesio -admitió ella a regañadientes, -pero tienes muchos más desórdenes de personalidad que yo.
-No, creo que no.
-Te aseguro que sí.
-¿Como cuáles?
-Pues bien, para empezar... ¿Estás seguro de que quieres oírlos?
-No me lo perdería por nada del mundo.
-Bueno, pues eres cabezota, terca y dominante.
-Pensaba que ibas a decir algo malo.
-No eran cumplidos. Y siempre he creído que un hombre con sentido del humor es más atractivo que uno sexy y machista.
-Bueno, pues avísame cuando llegues a la parte mala, ¿vale?
Ella lo fulminó con la mirada y optó por no mencionar los látigos que tenía debajo de la cama.
-Es imposible hablar contigo.
Él ajustó la visera solar.
-Lo que estaba tratando de decirte antes de que me interrumpieras con la lista de mis cualidades es que ninguno de nosotros va a poder mantenerse célibe durante los próximos seis meses.
________(tn) bajó la mirada. Si él supiera que ella llevaba así toda la vida...
-Vamos a vivir en un lugar pequeño -continuó él, -estamos legalmente casados y es natural que tarde o temprano echemos un polvo.
«¿Echemos un polvo?» Su rudeza le recordó que eso no significaría nada para él y que, contra toda lógica, ella quería algo de romanticismo.
-En otras palabras, esperas que haga las tareas domésticas, trabaje en el circo y «eche polvos» contigo -dijo bastante mosqueada.
Él lo pensó detenidamente.
-Supongo que es más o menos eso.
Ella giró la cabeza y miró con aire sombrío por la ventanilla. Hacer que ese matrimonio tuviera éxito iba a ser todavía más difícil de lo que pensaba.

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