Capitulo 59

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—Huele bien aquí dentro. —Él echó un vistazo a su alrededor, al interior cálidamente iluminado, y _______(tn) observó en su expresión algo que parecía anhelo.
¿Había tenido alguna vez un hogar? Por supuesto no cuando era niño, pero, ¿y de adulto?
—Tengo la cena casi lista —dijo ella. —¿Por qué no te cambias?
Mientras Rubén se ponía ropa seca, ella llenó las copas de vino y revolvió la ensalada. En la radio sonaba Debussy.
Cuando él regresó a la mesa con unos vaqueros y una sudadera gris, ella ya había servido el pollo con arroz. Rubén se sentó después de que _____(tn) tomara asiento. Cogió su copa y la levantó hacia ella en un silencioso brindis.
—No sé cómo estará la comida. He utilizado los ingredientes que tenía a mano.
Rubén  la probó.
—Está buenísima.
Durante un rato comieron en un agradable silencio, disfrutando de la comida, la música y la acogedora caravana bajo la lluvia.
—Te compraré un molinillo de pimienta con mi próximo sueldo —dijo ella, —así no tendrás que condimentar la comida con lo que contiene esa horrible lata.
—No quiero que te gastes tu dinero en un molinillo para mí.
—Pero si te gusta la pimienta.
—Eso no viene al caso. El hecho es...
—Si fuese a mí a quien le gustase la pimienta, ¿me comprarías un molinillo?
—Si quisieras...
Ella sonrió. Rubén pareció quedarse perplejo.
—¿Es eso lo que quieres? ¿Un molinillo de pimienta?
—Oh, no. A mí no me gusta la pimienta.
Él curvó la boca.
—Me avergüenza admitirlo, _______(tn), pero parece que empiezo a entender estas conversaciones tan complejas que tienes.
—Pues a mí no me sorprende. Eres muy brillante.
Le dirigió una sonrisita traviesa.
—Y tú, señora, eres la bomba.
—Y además sexy.
—Eso por supuesto.
—¿Podrías decirlo de todas maneras?
—Claro. —Rubén la miró con ternura y le cogió la mano por encima de la mesa. —Eres sin duda la mujer más sexy que conozco. Y la más dulce...
A ______(tn) se le puso un nudo en la garganta y se perdió en las profundidades ámbar de los ojos de Rubén. ¿Cómo había podido pensar que eran fríos? Bajó la cabeza antes de que él pudiese ver las lágrimas de anhelo.
Él comenzó a hablarle de la función y pronto se reían del lío que se había formado entre uno de los payasos y una señorita muy bien dotada de la primera fila. Compartieron los pequeños detalles del día: los problemas de Rubén con uno de los empleados o la impaciencia de Tater por estar atado todo el día. Planearon un viaje a la lavandería para el día siguiente y Rubén mencionó que tenía que cambiar el aceite de la camioneta. Podrían haber sido un matrimonio cualquiera, pensó ______(tn), hablando del día a día, y no pudo evitar sentir la esperanza de que, después de todo, pudieran resolverse las cosas entre ellos.
Rubén le dijo que lavaría los platos si se quedaba a hacerle compañía, después se quejó, naturalmente, por el número de utensilios que ella había utilizado. Mientras él bromeaba con ella, a ______(tn) se le ocurrió una idea.
Aunque Rubén le había hablado abiertamente de su linaje Romanov, no le había revelado nada sobre su vida actual, algo que para ella era mucho más importante. Hasta que él le dijera a qué se dedicaba cuando no viajaba con el circo no existiría entre ellos una verdadera comunicación. Pero no se le ocurría otra manera de averiguar la verdad más que engañándolo. Decidió que quizá no había nada malo en decir una pequeña mentirijilla cuando era la felicidad de su matrimonio lo que estaba en juego.
—Rubén , creo que tengo una infección de oído. —Él dejó lo que estaba haciendo y la miró con tal preocupación que a _____(tn) le remordió la conciencia.
—¿Te duele el oído?
—Un poquito. No mucho. Sólo un poquito nada más.
—Iremos al médico en cuanto termine la función.
—Para entonces todas las consultas estarán cerradas.
—Te llevaré a urgencias.
—No quiero ir a urgencias. Te aseguro que no es nada serio.
—No voy a dejar que viajes con una infección de oído.
—Supongo que tienes razón. —_____(tn) vaciló; sabía que ahora tocaba poner el cebo. —Tengo una idea —dijo lentamente. —¿Te importaría mirármelo tú?
Él se quedó quieto.
—¿Quieres que te examine yo el oído? —______(tn) se sintió culpable.
Ladeó la cabeza y jugueteó con el borde de la arrugada servilleta de papel. Al mismo tiempo, recordó la manera en que él le había preguntado si estaba vacunada del tétanos o cómo había administrado los primeros auxilios a un empleado. Tenía derecho a saber la verdad.
—Supongo que, sea cual sea tu especialidad, estarás cualificado para tratar una infección de oído. A menos que seas veterinario.
—No soy veterinario.
— Entonces hazlo.
Él no dijo nada. ______(tn) contuvo los nervios mientras recolocaba los tréboles y alineaba los botes de sal y la pimienta. Se obligó a recordar que aquello era por el bien de Rubén. No podría conseguir que su matrimonio funcionara si él insistía en mantener tantas cosas en secreto. Lo oyó moverse.
—Bien, ______(tn). Te examinaré.
La joven alzó la cabeza con rapidez. ¡Lo había conseguido! ¡Por fin lo había pillado!
Con astucia, había logrado que admitiera la verdad. Su marido era médico y ella había logrado que confesara. Sabía que se enfadaría cuando la examinara y descubriera que no tenía nada en el oído, pero ya se las arreglaría después. Sin duda alguna podría hacerle entender que había sido por su bien. No era bueno para él ser tan reservado.
—Siéntate en la cama —dijo. —Y acércate a la luz para que pueda ver.
Ella lo hizo. Rubén se demoró secándose las manos delante del fregadero antes de dejar a un lado la toalla y acercarse a ella.
—¿No necesitas el instrumental?
—Está en el maletero de la camioneta y preferiría no tener que mojarme otra vez.. Además, hay más de una manera de diagnosticar una infección de oído. ¿Cuál de ellos te duele?
_______(tn) vaciló una fracción de segundo, luego señaló la oreja derecha. Rubén le retiró el pelo a un lado y luego se inclinó para examinarla.
—No veo bien con esta luz, acuéstate.
______(tn) se recostó en la almohada. El colchón se hundió cuando él se sentó a su lado y le puso la mano en la garganta.
—Traga.
Lo hizo.
Rubén apretó con la punta de los dedos.
—Otra vez.
_____(tn) tragó por segunda vez.
—Mmm. Ahora abre la boca y di «ah».
—Ahhh...
Rubén inclinó la cabeza de _____(tn) hacia la luz.
—¿Qué opinas? —preguntó ella finalmente.
—Pues parece que sí tienes una infección, pero no creo que sea en el oído.
«¿Tenía una infección?» Rubén bajó la mano a su cintura y le presionó el abdomen.
—¿Te duele aquí?
—No.
—Bien. —Le cogió un tobillo y lo separó del otro. —Estate quieta mientras compruebo el pulso alterno.
Ella se mantuvo en silencio con la frente arrugada de preocupación.
«¿Cómo era posible que tuviera una infección?» Se encontraba bien. Luego recordó que había tenido un leve dolor de cabeza hacía un par de días y que a veces se sentía un poco mareada cuando se levantaba demasiado rápido. Tal vez estaba enferma y no lo sabía. Lo miró con preocupación.
—¿Tengo el pulso normal?

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