Cap IX: Confusión.

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Lapis al ver a la pobre completamente empapada y quitándose aquellas extensiones que se llenarían de óxido, dejándolas en su mochila con una expresión de preocupación, se le hizo imposible no ofrecerle transporte hasta su casa. No se imaginaba a la baja sentada destilando agua y con viento entrando de las ventanas, no podía permitir eso, al menos su moral no la dejaría tranquila, y aunque la baja negó sus ofertas, terminó aceptando.

Como lo usual, el auto llegó bastante puntual, Lapis acompañaba a la rubia hasta el transporte, tapada con una toalla se reposó en el asiento, tiritando de frío, le recordaba a un gatito mojado y asustado.

Lapis miraba con culpa la situación, aunque sabía que todo había sido un accidente, quitó la toalla de su espalda, Peridot se sobresaltó y le miró a los ojos con una gran confusión, si no fuera por la cortesía ya hubiese reclamado, todo hasta que la morena tomó una manta del maletero que tenía acceso con la segunda fila de asientos, era un tela de lana polar. En silencio tapó a la joven por la espalda, esta se estremeció y se acurrucó dando un largo suspiro.

El silencio mataba en ese momento, al menos a Lapis, porque Peridot estaba muy tranquila aunque internamente con el miedo al reclamo de parte de sus padres, las extensiones eran costosas y no comprarían otras a menos que su madre hiciera otro ''berrinche'' sobre su apariencia y lo malo que era ser baja, ahora que lo pensaba la situación era preocupante, se dejó caer en el hombro de Lapis mirando con impacto hacia la nada, acción que causó sorpresa a Lapis, aunque no sobre-reaccionó, sólo se dejó llevar posando su cabeza sobre la de ella, a cada minuto la cercanía entre ellas se acortaba, se juntaban más la una a la otra tomando una atmosfera armónica y somnolienta compartiendo el calor y sintiendo su respiración, casi sin reaccionar a estímulos exteriores, como si estuvieran en una burbuja.

El silencio de ensueño fue roto con el repentino cesar del movimiento del vehículo, ambas se movieron con brusquedad y sorpresa, ambas se miraron en busca de explicaciones, conectando sus miradas de desconcierto en busca de confianza. Peridot fue la primera en cortarla, girándose para poder ver la ventanilla, sólo para darse cuenta que ya había llegado a su casa.

Extendió la mano como de costumbre, pero de manera cabizbaja y tímida murmurando un ''Gracias, Lapis''. Y bajándose del automóvil sin dejar que el chofer la abriera por ella, le dedicó una reverencia con la cabeza y entró al territorio que delimitaba la casa. Tocando la puerta con cansancio, que fue abierta en un instante y cerrada con fuerza, posterior a que la joven entrara.

Lapis miró con extrañeza hacia la casa, algo hacía falta. Su mochila, Peridot había olvidado la mochila en su auto. Intentó tomarla con toda la fuerza que pudo y lo logró, abrió la puerta del vehículo con agilidad y corrió hacia la entrada, mientras se abría la puerta y aparecía Peridot, justamente, buscando su mochila. Ambas se detuvieron, Lapis extendió la mochila con ambos brazos y la baja la recibió sin recordar que pesaba bastante, por lo que casi cae hacia adelante, levantó la cabeza retomando su posición y sonrió, dando un suspiro largo comenzó a hablar.

– La verdad se me había olvidado preguntarte algo, como te había dicho hace poco, mi cumpleaños es el 17, el viernes. Y me preguntaba si quisieras venir, sé con sólo las expresiones de tu cara que el resto no te agrada mucho, pero creo que la podemos pasar bien. – propuso mientras sostenía de mejor forma el bolso, la morena miró con impresión, al parecer sus gestos estaban empezando a notarse, a pesar de que siempre había intentado mantener una postura falsa, pero agradable, miró con vergüenza hacia el rostro de la rubia.

– Me parece bien, iré ¿es aquí? – Peridot asintió con la cabeza y Lapis se despidió ondeando la mano y retirándose lentamente hasta llegar al auto y sentarse.

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