Y allí, en las escaleras que unían la costa de Mazarrón con unos picos que simulaban ser algo así como acantilados, rodeados de intimidad, a las tres de la madrugada acariciaste mi cara, susurraste que te gustaban mis ojos por los colores que me dibujaba la luna, y suspiraste por mi cuello el cual besaste y tocaste, como si la vida te fuese en ello produciéndome los escalofríos más bonitos que jamás he sentido.
Nos acercamos y me arrimaste tu pecho, tus caderas y en esencia,tu todo; yo correspondí y dejé que mis manos se posaran donde tú las guiaras acariciando aquellas zonas mientras reías y te me acurrucabas; tú con unos cubatas tras la espalda y yo, con unos tragos de larios rosa bajando por la garganta; los dos bien, de hecho en ese momento: muy bien. Seguiste besando mi cuello y te me fuiste acercando a mi rostro, temí por mis labios, suspiré porque suspiraste; sí, de nuevo, mientras llegabas a mi oreja izquierda la cual con palabras murmuradas comías.
...
Nunca unos abrazos me habían producido tanta ansiedad, tampoco si te soy sincero era usual que fuera el malo de la película y que sin quererlo, por mi indiferencia hacia la situación tanto daño te hiciese, sé que no lo leerás sé también que ni de lejos te imaginas que escribo y que mucho menos lo hago por aquí, pero quiero al menos dejar por escrito, por si algún día te lo encuentras y lo lees, que joder, lo siento, nunca entendí esta frase y nunca me imaginé diciéndolo pero por favor no te culpes, perdóname, porque no eres tú, soy yo.
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¿Algún remedio para el dolor de cabeza?
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Pensamientos a luz de aurora.
PoesíaRecopilación de escritos donde me pierdo sobre distintos temas y diferentes lugares sorteando de cuando en cuando el crear una prosa poética suficientemente decente. No siempre fallo en el intento.