Lo perfecto es inmóvil porque es recto, y al ser recto no varía de su perfección pues si variase siendo perfecto, se alejaría de su original condición.
Así pues, lo perfecto es estático. A diferencia de lo anterior, la vida es cambio.
La vida es, hasta donde conocemos, la máxima aproximación concreta a lo real.
Lo realista es lo que sucede en la vida.
Por ende y en consecuencia, la perfección siendo estática y oponiéndose al cambio se opone a la vida.
Es completa conducta desadaptativa.
La perfección, oponiéndose a la vida demuestra que no es real.
La perfección no es realista.Y de entre sus cualidades se extrae que, lo que se aleja de lo pragmáticamente realista, dista mucho en consonancia de la vida.
La perfección, de ser algo, no es más que un intento ilusorio de quietud en un mundo de gran dinamismo que en lo último en lo que se empeña, es en estar parado.
Además, se contrapone a lo artísticamente bello. La belleza de la pintura, del escrito, o de la melodía reside efectivamente en aquello que suscita y mueve y por ende vive y, viviendo es imperfecto. Lo bello es imperfecto.
Aunque he de reconocer que el cambio, como tantas otras cosas, no es más que una de las millones de consecuencias de la actividad cerebral. Una pseudomentira. Otra más.
Lo perfecto es una palabra que dinamita en sí misma.
La imperfección es puente. Diminuta partícula en un océano de riguroso significado.
Un nudo de letras que alumbra lazos y entrelazos por medio de desaciertos y deformaciones humanas.
Faltas,
taras
y fallas.Desfachateces al tiempo tan necesarias.
Lo perfecto es más error, que imperfecto sinónimo de error. Y así, lo imperfecto, natural.
Pues la naturaleza conduce al humano, al igual que al humano lo conduce a lo imperfecto.
La belleza artística del paseo grácil y sinuoso, bajo tempestad y solanera de lo que se supone es la vida. Que a veces es blanca y a veces, sólo en selectas de ellas, negra.
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Pensamientos a luz de aurora.
PoesiaRecopilación de escritos donde me pierdo sobre distintos temas y diferentes lugares sorteando de cuando en cuando el crear una prosa poética suficientemente decente. No siempre fallo en el intento.