He pensado en recetarte versos a largo plazo. Ininteligibles ahora, pero significativos al tiempo en que uno los merece.En prescribirte una canción o un poema. En estamparte una indirecta. O en revelarte un secreto: quizá no lo parece, pero por ahí dicen que te echo de menos.
Estaba justo idealizándote en una foto; una lágrima quiso precipitar de mis ojos, despeñarse por mis labios, saltar a tu encuentro, abrazarte por un rato.
Y mientras me regocijaba en tu imagen, departamento de las emociones, laboratorio de memorias, puerta siete- me encontré con un pie en la guerra.
Redoble de insultos, malsonantes a tamborazos, lexemas y prefijos y, un mínimo común múltiplo: asco.
¿Qué hay en mí que alcance el umbral del asco?
Creí haberme desparasitado del insecto del rencor y su revoloteo cada vez lo noto más lejos. ¿Qué he hecho?
Me encuentro desarmado. Vengo en son de paz. No pretendo hacerte daño.
¿Te lo hago?
Solo anhelo recuperar la paz que, momentánea, me producen un par de fotogramas rotos.
Como un misil al que le florecen lirios en el metal. Como un ataque que enmascara el amor que te siento. Como un juez ataviado de papeles que dispensa una sentencia y entre un par de ellas, un beso se hace hueco, se cuela por una rendija y te susurra lo mucho que te quiero. Te quiero.
Que sepas que te quiero. Que conservo tus audios como si el viaje sonoro aterrizase en mi mente en cada una de las postales que conforman mis distintos recuerdos.
Como si nada hubiera cambiado, aunque haya cambiado.
Como si este Enero fuese hermano del antiguo Enero.
Como si nosotros en un incesto material, siguiésemos siéndolo.
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Pensamientos a luz de aurora.
PoesíaRecopilación de escritos donde me pierdo sobre distintos temas y diferentes lugares sorteando de cuando en cuando el crear una prosa poética suficientemente decente. No siempre fallo en el intento.