Un nuevo amigo

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No podía negarlo: Era muy guapo

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No podía negarlo: Era muy guapo. Lo que me hizo sentir bastante halagada, especialmente por el hecho de haber querido llamar mi atención. Pero, por otro lado, también tenía que aceptar que no me sentí muy bien luego de aquella sacudida de manos.

Pulsé una tecla para ver la hora de mi celular: 19:45. La ronda parecía que no terminaría nunca, y mientras tanto, podía sentir al chico mirándome. Cuando decidí hacerlo, acerté: Sí estaba mirándome fijamente. Y entonces, la cosa se convirtió en una extraña comunicación mediante miradas. El chico miraba una vez hacia un objetivo, yo lo seguía al instante para luego encontrarlo rodando los ojos o haciendo un gesto simpático.

Como ahora, mientras Liza comentaba por quizá, vigésima vez, que debíamos aceptar las cosas que no podíamos cambiar; Adam movía los labios en un silencioso comentario de bla, bla, bla. Al rato no pude resistirme a seguirle el juego y miré en dirección a las galletas e hice un gesto rápido fingiendo colgarme, rápidamente, él hizo una grotesca parodia de estar muriéndose. No lo pude soportar y se me escapó una risita.

Liza nos interrumpió cuando llegó el momento de las presentaciones.

—Nina, quizás te gustaría compartir algo hoy—me vi obligada a mantenerme seria—. Sabemos que estás pasando por un momento difícil ahora.

—Bueno...

—Ella es Nina Mason, chicos—me interrumpió—. Por si no lo saben, es hija del ex alcalde fallecido Michael Mason.

—Gracias, Liza— le dije, sintiéndome nerviosa—. De acuerdo...—me moví incómoda en mi lugar —. Yo... lo estoy llevando como puedo.

—¿No quieres agregar nada más?

Miré a mi alrededor. Negué con la cabeza.

—No por ahora, gracias.

—Bien, gracias a ti Nina—me sonrió con amabilidad luego pasó sus ojos a otra persona—. Tú eres nuevo ¿Cuál es tu nombre?

—Me llamo Adam. Tengo dieciocho años.

Todos repetimos su nombre:

—Hola, Adam.

—¿Quieres compartir algo con nosotros?—le preguntó Liza.

—Claro— se encogió de hombros—. Hace unos años mis padres murieron... — Sus palabras llamaron mi atención, y lo miré fijamente mientras hablaba. —... vivo solo en un departamento no muy lejos del Paseo Marítimo—giró para verme —. Y acabo de conocer a una chica con ojos muy hermosos.

Un repentino acaloramiento me recorrió el cuerpo y estaba segura de que me puse roja frente a todas esas personas. No entendía adónde quería llegar haciendo esa clase de comentario, así que me mantuve firme y traté de mostrarme indiferente.

—¿Y cómo estás?— le preguntó Liza, y antes de responder, siguió mirándome.

—Muy bien—contestó. Detecté una ligera insinuación en la palabra "muy" de modo que esforcé por parecer flemática.

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