Mantente despierta

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El sueño comenzó en una noche fría y lluviosa.

Yo estaba de pie en medio de un bosque. La lluvia llenaba rápidamente los pequeños pozos causando charcos. Aquí y allá se veían rocas y hierbajos. Todo el campo estaba sumergido en la oscuridad, menos de un lugar donde brillaba una débil luz. Caminé hacia ella unos cuantos metros y me encontré con una mujer de larga melena negra, estaba cubierta con un vestido hasta los tobillos, y encima traía una capa; llevaba una vela que parpadeaba, luchando por no apagarse, estaba parada con la mirada perdida hacia el frente. Me situé a una distancia prudente, y su collar de perlas blancas brillaron llamando por un momento mi atención.

Ya no hay tiempo murmuró a la nada, y se puso a caminar.

Yo, por puro instinto, la seguí. Sobre los hombros, su capa se hinchaba por el viento, pero la capucha calada le ocultaba el rostro. Centré mi atención en el bosque y en la siniestra luz de la vela que parpadeaba. Las ramas de los árboles estaban ligeramente torcidas formando un pequeño túnel, abundaban las hierbas y se sentía el aroma fresco a hojas. Continuaba lloviendo y me limpié los ojos húmedos y vi que la capa de la mujer desaparecía al terminar el túnel de ramas. Vacilé junto a los árboles, aparté mi pelo mojado de la cara mientras daba unos cuantos pasos hacia atrás, escrutando la profunda oscuridad que tenía a mi alrededor.

Y fue cuando todo se detuvo por un momento: la lluvia dejó de caer, el viento dejó de soplar, todo dejó de moverse, como si el tiempo se detuviera. Hasta que finalmente el sonido de un rayo regresó todos los movimientos al ambiente. La mujer se sobresaltó al regresar y fue entonces cuando aceleró el paso para ponerse a correr. Volví a seguirla por más que era muy difícil ver en medio de la oscuridad y la tormenta. Me detuve al momento en que la mujer tropezó y cayó al piso. Las ramas se le engancharon en la capa, como enloquecida, forcejeó para desatársela del cuello. Soltó un alarido de terror. Me abrí paso hacia ella, las ramas me arañaban los brazos y las piernas. Me hinqué de rodillas a su lado he intenté ayudarla.

¡Deténgase, la ayudaré!exclamé, tirando de la tela atrapada.

Pero no me oía.

¡Ya vienen!gritó—. ¡Los hijos de la noche!

Tomé de sus hombros he hice que se quedara inmóvil.

—Detente, intento ayudarte.

Y por primera vez me miró.

Nina Mason me dijo, arrastrando las palabras—. Nina Mason...

Me puse tensa. Todo este sueño era de lo más extraño.

Iré por ayuda le dije he intenté ponerme de pie. Pero me agarró muy fuerte de la mano.

Ya no puedes huir de esto. —Volvió la cabeza hacia atrás, hacia el bosque, estirando el cuello. Y de pronto, frente a nosotras, apareció una lápida iluminada por su pequeña vela que parpadeaba—. El tiempo se acaba murmuró. Mientras que yo me atenazaba de pánico.

Miré atentamente la lápida, mientras un jadeo de sorpresa me atenazaba la garganta.

«Nina Mason 15 de abril de 1996− 6 de septiembre de 2013».

Los sueños me retuvieron por un largo tiempo, uno tras otro, como una película de imágenes que me obligaban a permanecer dormida por más que muy dentro mío sabía que tenía que despertar. Vi a mi madre sonriendo mientras subíamos al auto. Vi a mi padre, de pie hablando con unos guardias de seguridad. A Sophie colocarse los audífonos preparándose para el largo viaje a nuestra casa de campo. Luego a Dave con una extraña bruma de color negra brotándole de todo el cuerpo y a Basha con una espada en ambas manos, mientras me miraba con aquella oscura expresión suya. Todo mi alrededor se volvía fuego a causa de una repentina explosión.

La Marca©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora