Ataque animal

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Había llegado del funeral hace como unos quince minutos, todavía tenía puesto el vestido

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Había llegado del funeral hace como unos quince minutos, todavía tenía puesto el vestido. Me di cuenta de lo hambrienta que me encontraba, así que dejé mi celular a un lado para sacar de debajo de la cama mis galletas y la mermelada. Metí dos a la boca mientras me desasía de mis zapatos y me sentaba en la cama. En ese momento escuché a alguien llamar a la puerta. Me tiré al suelo rápidamente, pero antes de tener el tiempo suficiente para guardar las galletas, Nora apareció en la habitación, tenía puesto su uniforme de policía.

—Hola. —Me miró seriamente—. ¿Qué estás haciendo?

—Nada.

Se quedó viéndome un momento, arrugó el gesto en seguida. Entonces se acercó a mí rápidamente y miró por debajo de mi cama.

—¿Qué significa esto? —Nora sostuvo las galletas y la mermelada un momento antes de mirarme nuevamente.

Yo me quedé quieta en el borde de la cama.

—¿Nina? —preguntó, abrí la boca para decir algo, pero volví a cerrarla al darme cuenta que no sabía qué decir—. Oh, dios, ¿tienes algún problema con la comida?

—Por supuesto que no —contesté frenéticamente.

—Y, entonces ¿Por qué guardas una caja de galletas junto a un pote debajo de tu cama?

—Sé que se ve raro —empecé—. Pero no tiene nada que ver con eso, de verdad.

—La otra noche Eva me dijo que has rechazado la cena varias veces.

—Solo fue una vez.

—¿Por qué no comes como se debe?

—Es solo que...—Miré el techo y respiré profundamente. Era el momento donde era mejor decir la verdad antes que un malentendido causara problemas—. Me da vergüenza bajar a cenar.

—Llevas viviendo aquí varias semanas.

—Ya lo sé.

—¿Y tienes vergüenza? ¿De tu familia?

—Yo he bajado una vez, pero no había nadie.

Ella suspiró.

—Bueno, para ser sincera, lo de la cena con Dave y la cena de bienvenida, fueron una excepción. Nosotros no tenemos un horario de cenar porque, como ves, nunca estamos todos juntos. Nuestros horarios no coinciden. Tu solo tienes que ir y pedirle a Eva algo de comer.

—Eva no es un ama de llaves y ya no está a estas horas.

—Puedes cocinarte lo que quieras.

Yo nunca había cocinado nada para mí, siempre alguien se encargaba de hacerlo. Pero no quise admitirlo en voz alta.

—Lo intenté. Pero no sé dónde se guardan las cosas. Todos es... muy diferente a mi casa.

—¿Por qué no me lo preguntaste a mí? ¿O a tú tío?

La Marca©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora