Segunda Parte: Oscuridad Visible

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El timbre dejó de sonar mientras me encontraba recorriendo los pasillos de la escuela preparatoria Creston

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El timbre dejó de sonar mientras me encontraba recorriendo los pasillos de la escuela preparatoria Creston. Antes solía ir Princeton, una privada y privilegiada a la que asistía la mayoría de hijos o familias elitistas del pueblo. A diferencia de ella que tenía las ventanas altas, hechas de vidrio emplomado, murales de piedra y piso de mármol, un un diseño azul y dorado que formaban el logo de un cetro y una corona; está era más clásica y menos extravagante, las aulas puestas en bloques y las paredes blancas forradas de casilleros metálicos. El logo consistía en un casco metálico de nuestro ancestros guerreros. Aquí nadie vestía uniformes con falda plisada o pantalones formales y corbata. Una chica que pasó a mi lado tenía un top blanco con falda rosa al estilo Regina George.

Iba detrás de una mujer llamada Margaret, era la orientadora del primero, segundo y tercer último año de la escuela. Caminaba tan deprisa que me sorprendía como con sus tacones tan altos no se tambaleaba, yo no podría hacerlo tan bien como ella. Por poco no corría por el apuro que llevaba en encontrar mi nuevo salón.

—Y esa es la biblioteca, aquel pasillo a la derecha te llevaría a la cafetería, los baños por ahí, y...—Se detuvo y casi la choqué—. Este es tu nuevo salón.

Luego de mi cita con mi terapeuta, las horas y los días pasaron volando, de la noche a la mañana ya me encontraba retomando las clases luego de mi descanso. Tuve preparativos previos para mi primer día aquí, Nora me dio el pequeño gusto de regalarme ropa nueva. Lo que traía puesto ese día: unos jeans, una remera negra y Vans.

No supe nada de Adam. Había desaparecido en estos últimos días desde nuestro último encuentro, pensé en llamarlo varias veces. Incluso si había desaparecido del mapa no estaba tranquila, no podía dejar de pensar en lo que pasó y todo lo que me había dicho.

—¡Ey! Sin teléfonos en clases —escuché gritar a Margaret.

Entré al salón y me quedé mirando al montón de personas hablando y riendo, y no sabía si quedarme ahí parada más tiempo hasta que alguien oficialmente se percatara de mi existencia, o solo tomar asiento de una vez en algún lugar antes de llamar bastante la atención. Luego de pensarlo un momento, opté por lo segundo.

Ocupé lugar cerca de la ventana, con tantas personas exasperadas y entusiasmadas, me abrumaba.

—¡Todos a sus asientos! —informó una voz masculina y rápidamente todos comenzaron a guardar silencio—. Chicos, ya sé que están emocionados porque tienen tres horas seguidas de Literatura conmigo, pero yo ya estoy mayor y es algo molesto —comentó con una sonrisa.

El profesor traía puesto un viejo saco ocre con hombreras, sus cabellos oscuros ya se mezclaban con sus pocas canas, y los lentes cuadrados que traía puesto ese día, me recordaba a mi antiguo profesor de historia.

—Tenemos una nueva compañera —dijo alguien y lo miré.

Un compañero de cabello cobrizo, sentado un poco más al frente que yo, me estaba mirando mientras jugueteaba con su bolígrafo en una mano.

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