La Marca©

La persecución

Me desperté con una débil inspiración. La luz entraba por las ventanas de la sala, podía escuchar el ligero golpeteo de las gotas de lluvia por el techo. Tenía encima de mí una manta caliente, me la saqué percatándome de cuánto había sudado. El reloj marcaba las 15:45 horas, distinguí entonces que me había quedado dormida mientras veía una película en Netflix. La televisión que se extendía por el muro de la sala me indicaba que había llegado a su fin.

Me llevé la mano derecha a la frente mientras estabilizaba mi respiración. No podía quedarme dormida de nuevo o Adam podía meterse en mis sueños otra vez... Solté un suspiro tapándome la boca. Lo recordaba todo.

Ahora no podía volver a dormir, no solo por el hecho de que Adam podía aparecer en mi subconsciente otra vez, si no por todos los escenarios que mi cabeza estaba trabajando acerca de lo que acababa de pasarme. De un momento a otro, todos los detalles desaparecidos anteriormente ahora estaban más claros que nunca. Todas las partes se unieron sin dejar grietas.

«Tengo el poder de hacerlo. Tú también» Eso fue lo que me dijo Adam ¿Qué clase de ser humano puede hacer tal cosa? Pero tal vez ese era el punto realmente inquietante: Adam no podía ser humano.

Me deshice de la manta y descalza me dispuse a ir por un vaso de agua en la cocina, donde encontré a Eva puliendo copas y cubiertos.

—Pero si finalmente despertaste —comentó una vez que me vio entrar—. ¿Cómo estuvo la película, muy aburrida?

—Algo, sí.

Caminé hasta ella para alcanzar un vaso.

—¿De qué trataba? ¿Romance?

—Una de horror, diría yo —dije.

—Déjame ayudarte.

Eva se inclinó a mi lado y extendió su cuerpo para agarrar el vaso que yo no podía alcanzar. Y fue ahí que lo sentí. Mi estómago se abrió por dentro, revelando a un apetito extraño y exagerado. Respiré agitadamente, buscando lo que olía tan bien.

—¿Estás bien? —preguntó Eva cuando me entregó el vaso.

Finalmente reaccioné y la miré.

—Sí. ¿Dónde está el cereal?