Connecticut: extraño, frío y desolado

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El sueño comenzó cuando abrí mis ojos y lo primero que visualicé fue el cielo estrellado

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El sueño comenzó cuando abrí mis ojos y lo primero que visualicé fue el cielo estrellado.

Observé a mí alrededor encontrando plantas, árboles y oscuridad. Poco a poco me fui levantando mientras el viento cálido soplaba mi rostro. Caí de cuentas que de nuevo me encontraba en un sitio desconocido. Pero a diferencia del primer sueño, esta vez recordaba claramente todo el sueño anterior: estaba en Connecticut sola hasta que esa sensación de frío me invadió y se redujo todo a un chico totalmente extraño que empezó a hablarme. Él sabía de mí, lo cual era más insólito todavía.

Tuve el presentimiento de que en cualquier momento esa persona podría aparecer. Intenté pensar cómo me sentía al respecto porque lo que también recordaba era el temor hacia él, que luego por obra de magia, lo apagó como si solo fuera cuestión de presionar un botón.

Me puse a caminar, y como en el sueño anterior, me fijé en lo que traía puesto, o en este caso, lo que no traía.

Había puesto a lavar mi pijama de Bob esponja, entonces, lo único que traía puesto era un camisón negro que tenía de reserva, me llegaba hasta los muslos y era bastante escotado.

Cuando al fin llegué a un asfalto, tibio bajo mis pies y alumbrado a mí alrededor, suspiré ¿Cómo se supone que saldría de aquí? Apuesto a que despertando. Era mi sueño así que tenía el poder de hacerlo cuando quisiera. Pero no podía porque no sabía cómo. Cerré los ojos y varias veces me concentré diciéndome «Despierta, despierta, despierta» No funcionó. Miré a mí alrededor en busca de algo, lo que sea para saber qué significaba estar atrapada aquí. Y me di cuenta que nada estaba borroso esta vez, todo estaba perfectamente visualizado que ni siquiera parecía un sueño. Mi alrededor lucía muy real: Sentía el viento, el tibio del piso, percibía el aroma a tierra en el ambiente y podía oír el chocar de las hojas entre sí. Esto se sentía tan tangible, que por un momento realmente pensé que estaba en Connecticut.

Bonita ropa de dormir.

Me congelé. Era él. Antes de que pudiera considerar la idea de voltearme, ya había aparecido ante mí.

Traía la misma ropa que en el sueño anterior, y seguía sin poder verle el rostro con claridad. Como si una ligera capa dimensional estuviera dividiéndonos; no podía ni saber cómo eran sus ojos, apenas veía como una sombra que difuminaba toda su cara. Pero distinguía sus labios y esa ligera sonrisa torcida.

¿Qué estás haciendo aquí?pregunté.

—Quería saber qué estabas haciendo.

¿Cómo me conoces?

Porque te sigo.

¿Por qué...?

Muy bien, lo confesaré ya me interrumpió—. Yo soy el frío que sientes todo el tiempodijo—. Cuando estoy cerca, tienes esa sensación.

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