Emanuel VII

161 28 5
                                    

Emanuel VII

La noche de la fiesta llegó, Mauro me pidió que lo ayudara a organizar. Antes que todo el resto de las personas llegara, junto a Mauro preparamos lo que necesitábamos. Comimos pizza e incluso me prestó algo de ropa. Hoy vendría Emilia y quería impresionarla. Poco a poco la gente comenzó a llegar. Todos venían con una o mas bebidas. La música comenzó a sonar y como de costumbre se formaban distintos grupos por todos lados. Grupos de chicas, grupo de chicos, grupo de chicas y chicos, novios ya tirados en el sofá besándose y algún que otro solitario mirando desde él rincón.

Mientras tanto esperaba a que viniera Emilia. Creí verla a lo lejos entre la gente, si era ella; estaba sola, de seguro Paula y Morena ya se fueron por ahí. Me acerqué a saludarla, estaba hermosa. Intercambiamos unas cuantas palabras hasta que apareció Morena a interrumpirnos. Desde ese momento nada salio bien. Morena se encargó que por un estúpido juego donde debía besarme, Emilia huyera de mi. Establos en el patio y algo dentro de míse movía; era los monstruos del pasado.

—Ey chicos!! —era Lucas. No lo veía hace bastante tiempo. Pero ahora no me importaba. Sólo quería saber dónde estaba Emilia.

—¿Viste a Emilia? —le pregunto a Lucas.

—Si, me saludó y fue hacia dentro de la casa. —imediatamente salí a buscarla.

Al entrar, la casa estaba lleno de gente, miraba para todos lados buscándola. Me fui a los baños, a la cocina e incluso a la oficina del papá de Mauro que habíamos cerrado con llave para que ningún otro ingrese.

—Dale Emanuel, pensa ¿Dónde iría Emilia si se molestara? —dije en voz alta.

Seguro sea a un lugar donde pueda estar sola. No se iría a su casa, es muy tarde para irse. En la fiesta tampoco, mucho menos en algún cuarto porque es respetuosa. Seria un lugar tranquilo y con aire. Subí las escaleras, crucé el pasillo, escuché ruido en una de las habitaciones. Abrí apenas un poco para observar. Era Ezequiel con un chico, ambos estaban sin remera tirados en la cama. Sin duda Emilia no estaba allí y al parecer Ezequiel la estaba pasando genial. Revisé los otros cuartos por las dudas y finalmente fui a la terraza. Ahí estaba tan hermosa apoyada en la baranda de concreto que rodea la terraza. Miraba al cielo de la misma manera que lo hace en la terraza de su bar. El poco viento que había movía su cabello y la hacia ver mucho mas linda.

—¿Qué decís, cuarto creciente o cuarto menguante? —dije. Su vista estaba en la luna. Me voy acercando a ella por detrás.

—Nunca supe cuando es cuarto creciente o menguante —frotaba sus ojos. Había estado llorando. Yo la lastimé.

—Te das cuenta por el lado del cual se encuentra la parte iluminada de la luna. Si es a la izquierda, es menguante y si es a la derecha, es creciente.

—Entonces ahora esta menguante.

— Si, a mi me gusta mas en menguante —me pongo al lado suyo.

—¿Por qué?

—Porque cuando esta en menguante, la luna día a día se hace mas pequeña; para finalmente ser luna nueva. O como le digo yo, luna muerta. Es ver de a poco, como la luna se va apagando.

—Es medio triste, pensarlo así.

—Puede ser —ambos quedamos en silencio un momento—. Perdón Emilia, yo...

—Esta bien. Yo soy la tonta, es que cuando te vi besándote...

—Pero es que no, dejame explicarte...—comenzó a llorar nuevamente. No soportaba que llorara por mi culpa. El monstruo autodestructivo estaba despertando.

Volviamos de paseo, el día que tuvimos el accidente volvíamos de pasear. Toda la semana había insistido para ir a pescar, mis viejos mucho no querían pero yo los convencí. Si no hubiera insistido y aceptado la negativa desde un principio, ellos estarían vivos. Yo causo dolor a las personas, provoqué la muerte de mis papás y ahora hice llorar a Emilia. Esa oscuridad dentro de mí comenzaba a brotar. Desde lo mas profundo venían esos pensamientos que me impulsaron a cortarme las muñecas. El mismo monstruo sombrío que me alentó a colgarme de la viga, ahora me alentaba para que me tirase del techo. Quiero luchar, pero es difícil de controlarlo. Comencé a gritar y a llorar.

—Ema, calmate —Emilia estaba asustada. Se quiere acercar a mí.

—No, alejate. No quiero lastimarte —dije caminando hacia atrás, alejándome de Emilia. Me agarro la cabeza con las manos, doy gritos y comienzo a golpear bruscamente una de las paredes con mis puños —. Andate!!

Emilia estaba allí. observándome. Veía mi monstruo, veía aquello que yo mismo odiaba. No sentia dolor, mis nudillos comenzaban a sangrar.

—No me voy a ir!! —dijo ella, me abrazó bien fuerte y me besó. Si, me besó. Justo en los labios. Sus manos se posaron en mi mejilla. Y poco a poco el monstruo fue calmado. Y yo la besé. Ambos nos besábamos.

Un beso bajo el cuarto menguante. El beso que calmó al monstruo. Tomé a Emilia por la cintura y nuestros labios siguieron juntos por un largo tiempo. No quería que terminara. Pero cuando mi monstruo fue domado y silenciado, los monstruos de otros comenzaban a surgir. Escuchamos los gritos de una chica. Pero no gritos de discusión, eran gritos de socorro. Los conozco muy bien, cuando tomé conciencia después del accidente; aprendí lo que era gritar por auxilio.

—Debemos ir a fijarntome—le dije a Emilia.

Éramos Especiales (COMPLETA Y EDITADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora