Lucas IV

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Lucas IV

Otra noche despertando como si fuera una película de terror. Mientras dormia sentí un calor en mi rostro, el gusto de la sangre en mi garganta apareció. Rápidamente me levanté presionando con mi mano derecha las fosas nasales de mi nariz, mientras que con la otra encendí la luz en mi mesa de noche. Inmediatamente pero tranquilo me dirijo hacia al baño que está cruzando el pasillo que conecta tanto mi pieza como la de mi mamá. Ua vez dentro del baño me paré frente a lavador de manos y al verme en el gran espejo del mismo, observé mi rostro como también parte de mi remera para dormir llena de sangre.

Recuerdo las primeras veces que me sucedió esto, lamentablemente se volvió algo habitual. Era una noche mientras cenábamos, como siempre mi mamá contaba sus anécdotas graciosas relacionada a sus pacientes; es psicóloga. Estábamos muy entretenidos cuando de repente comenzó a salir sangre sin control de mi nariz. Mamá se levantó rapidísimo, yo no entendía lo que pasaba pero debo admitir que me asuste bastante. Fuimos a la cocina dejando un camino de sangre en el suelo. Después de un rato pasó. Seguido a esto, comenzamos con los estudios mientras que cada día volvía a suceder lo mismo.

Finalmente nos enteramos del verdadero motivo. Una falla en el sistema inmunológico, entre tantas otras cosas que termina con la noticia final de que el tiempo que me queda esta contado. Parece algo tan lejano, hoy en día cuando lo pienso creo que son recuerdos ajenos, tal vez es porque no quiero pensar en esto.

Al salir del baño con un algodón colocado como tapón en uno de los orificios de la nariz y antes de entrar nuevamente a mi cuarto, mamá salió del suyo con un par de sabanas en sus manos. Ya era rutinario, ella me miró y me sonrió, pero en su sonrisa estaba el dolor más grande que puede tener una madre; el saber que su hijo va a morir. Luego de cambiar las sabanas manchadas con sangre y deapues de ponerme otra remera, volví a recostarme. Tengo la mirada fija en el techo, tomo aire y solo pienso. Por más que no quiera no puedo dejar de hacerme una pregunta que deseo no hacerme más; ¿Por qué a mí?

Es inevitable y más cuando el resto también se lo pregunta, aunque llegué a la conclusión que como personas somos muy egoístas y crueles. Cuando mi hermana mayor se enteró de la noticia llorando preguntaba "¿Por qué a mi hermano?". Pero todo este tiempo me replantee otra pregunta; ¿Por qué a mí no?

¿Quién soy yo para que no pasara esto?, ¿Por qué yo no me lo merezco? O mejor dicho ¿Por qué alguien se tendría que merecer esta desgracia? Somos tan crueles y egoístas como seres humanos, ¿Quiénes somos nosotros para decir quién se merece tal cosa y quién no? Realmente no sé si merezco morir o vivir. Prefiero pensar en que es lo que pasó y nada más. Me cuesta mucho, no es fácil y cuando mi mente se pierde, cuando dejo de estar enfocado; aparece esa pregunta egoísta ¿Por qué a mí?

Veo las cosas de otra manera hoy en día, ya no clasifico mi vida en si es feliz o triste, en si es buena o mala; solo pienso en los momentos. Porque después de todo la vida solo es eso, momentos. Momentos de felicidad, de alegría, momentos de tristeza y de dolor. Momentos en los que reímos o momentos en los que lloramos como lo estoy haciendo ahora; como lo está haciendo mamá seguramente en el cuarto de al lado.

El doctor nos dijo que tengo que ser fuerte pero no entiendo el por qué. No tengo que ser fuerte, tengo que ser lo que tenga que ser. Tengo que ser sensible, tengo que ser frenético, espontaneo, tengo que ser débil como también luchador. Tengo que ser lo que me toque ser en cada momento. En este momento soy dolor.  Aprendí que el dolor puede convertirse en risa y la risa en dolor. No fue fácil encontrar una estabilidad emocional como la que tengo hoy en día. Es fácil caer bajo y tocar el fondo o morder el polvo —como dice mi hermana. Yo creo que no mordí el polvo, me bañé y comí a cucharadas las porciones de tierra.

Una noche me quise autolesionar, no me pregunten qué paso por mi mente, solo sentía las ganas de lastimarme. Me encerré en el baño llorando, me senté en el suelo apoyando la cabeza contra la puerta. Mamá estaba del otro lado pidiendo que salga. Comencé a golpearme la cabeza contra la puerta, en cada golpe aumentaba la fuerza. Después del cuarto golpe entendí que eso de autolesionarme no era lo mío. Así que decidí salir del baño, aun sentía esa sensación que no logro explicar, esa presión en mi pecho. Bajé hacia la cocina, mamá fue detrás de mí sin decir una palabra. Caminaba por toda la casa, llorando y gritando. Iba de la cocina al comedor, del comedor al patio, después al living y de nuevo al comedor.

Quería sacar ese dolor de mi pecho, esa ira, eso que me asfixiaba. Estando en el patio comencé a golpear la pared. Esta vez no sentía el dolor, pero mis nudillos empezaban a lastimarse y daban evidencia del daño que me estaba haciendo. Mamá al verme comenzó a llorar, mientras tanto, yo cada vez golpeaba más fuerte la pared. Era una escena muy trágica, donde mi mamá lloraba, yo lloraba. Mi hermana quien recién había llegado a casa, aparecío en el patio con muchos platos en sus manos. Tomó uno de los platos y lo arrojó con mucha fuerza hacia otra de las paredes del patio. Después de esto siguió mamá realizando lo mismo.

Albertina mi hermana se acercó, me tomó de las manos ue estab ya con sangré. Me dio uno de los platos y sin pensarlo lo lancé con toda mi fuerza hacia la pared. Rompimos entre los tres una cantidad total de doce platos. Creo que podrían haber sido más pero los que rompí bastaron para sacar todo eso que tenía por dentro. "Si es necesario que rompamos todos los platos, los vasos y hasta si queres las ventanas de la casa; lo vamos a hacer. Pero nunca, nunca más vuelvas a romperte a vos mismo. Ese dolor que estés sintiendo, esa furia, era ira; pase lo que pase nunca la expulses lastimándote" Fueron las palabras que Albertina me dijo mientras me abrazaba con fuerza.

Mamá comenzó a reírse de la nada. Pasó de las lágrimas a las carcajadas. Era tan contagiosa su risa que fue inevitable no reírme, mi hermana se sumó. Primeramente me reía sin sentido hasta que mamá dijo, "Odiaba esos platos de cuarta que nos regaló la rata de Marta en el casamiento”. Solo los usaba porque a su papá les gustaban, pero los odiaba. Eran horribles". Después de eso comenzamos a reír con mucho más fuerza.

Como dije, la vida son momentos. Ese momento comenzó triste pero terminó en risa para luego pasar por las lágrimas y volver a la alegría de tener el amor de mi mamá como también el de mi hermana. No me queda mucho, pero mi máximo deseo es coleccionar los mayores momentos que pueda.

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─00:00, ¡Felices dos mes Especiales!

Éramos Especiales (COMPLETA Y EDITADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora