Prólogo

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Un joven de cabello ceniza conversaba con sus amigos habituales, todos portaban un arma con ellos y la mayoría llevaba lentes oscuros. Él no. Él no se cubría sabía quién era y no debía andar cubriéndose por las calles de su ciudad, si se metían con él los destrozaria en pedazos.

-¡Bakugo-san! -gritó su compañero de trabajo desde lejos.

-¡¿Qué?! -respondió con enojo el de cabello ceniza.

-¡T-Tienen una misión para ti! -gritó intimidado por su fuerte tono de voz.

-¡¿Qué tienen una misión para mi?! -gritó de nuevo enojado ya que el chico no hablaba muy alto y no llegó a escucharlo.

-¡S-si! -gritó y luego desaparecío entrando al edificio.

Bakugo caminó hasta el edificio y se despidió de sus amigos, ellos se fueron y siguieron caminando por las calles. Él entró y buscó a quién le daría su trabajo y luego se largaría de ahí lo más rápido posible ya que se sentía terriblemente cansado.

-¿Qué? -le preguntó a su jefe.

-Tengo una misión importante para ti -dijo un hombre vestido de negro.

La única luz que iluminaba el lugar era una pequeña lámpara en aquella habitación. Había una sola mesa en el centro y dos sillas, una de ellas estaba ocupada por el hombre misterioso y la otra era para Bakugo. Sobre la mesa estaba la lámpara que emitía una luz anaranjada y algo cegadora, unos papeles con imágenes y unos lapiceros. Bakugou se sentó al frente de él y esperó a qué hablará.

-Presta atención -dijo el hombre y siguió hablando -Tendrás que realizar el secuestro de un príncipe, lo realizarás durante la fiesta que se realizará en el Palacio de las Monedas -informó el hombre con aires de misterio.

Bakugo se quedó pensativo, no sabía si aceptar o no la misión. Sí lo atrapaban o lo mataban o nunca podría salir de la cárcel. Eso sonaba demasiado emocionante.

-Entonces... ¿Solo lo secuestro? -preguntó el de cabello ceniza con duda.

-Sí y vivirá contigo 6 meses, luego nos lo entregaras -dijo con una mirada siniestra.

-Trato hecho -dijo el de pelo ceniza retirándose del lugar.

Bakugo regresó a su apartamento y se sentó a ver una película, no sabía dónde dormiría el príncipe o que haría con él. Tenia una jaula del tamaño de una persona así que lo metería ahí y asunto arreglado (no pregunten por que tiene esa jaula). Cuando terminó de ver la película, le pareció una basura, la criticó mientras cenaba y luego se fue a dormir.







Publicado el 30/07/2017

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