"Pasado en forma de cuento."

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-Si quieren les puedo contar un cuento.
Luna al ver la indirecta aceptó al igual que los otros tres.
-Voy a comenzar la historia y no quiero interrupciones.-Todos asintieron. Y yo empecé con un principio muy usado...
Había una vez, en un lejano territorio donde una reina gobernaba y su marido el Rey, le era infiel con la Nana del pequeño príncipe, aquella cortesana estaba en el bando enemigo pero eso no bastaba para traicionarla. La reina tenía varias sospechas de la infidelidad pero no se atrevía a reclamarle nada. Hasta que un día ella le dijo que estaba harta y que se marchaba con su hijo. Él inmerso en el pánico decidió hacer una locura. Quedarse ciego para que la reina sintiera pena y no lo dejase. El joven príncipe que fue un mudo observador se fue a su habitación a llorar porque su hogar estaba desapareciendo ante sus ojos y no podía hacer nada.
En ese momento él llamó a su consejera, para él era una persona especial ,que sabía casi todos sus pensamientos. Ella le dijo que se alejaran. En cambio con la madre, ella estaba devastada y uno de sus amigos la consolaba. Su amigo decidió vigilar al Rey para que no hiciera otra estupidez. La familia del Rey echaba la culpa a la reina por el estado en que se encontraba el mediano de la familia. Y el niño solo veía las indirectas que se lanzaban entre ellos. Eran como flechas invisibles con una gran cantidad de veneno.
Luego de unas semanas la consejera del joven príncipe se hizo la desentendida y lo abandonó a su suerte. El niño entró en una grave depresión que supo maquillar ante los demás. Nadie lo sabía y nadie lo sabra. Otro cruel recuerdo que surcaba su mente era aquella vez que el Rey le lanzó un escudo en la cabeza o cuando lo cogió del pelo y estampó su cara contra el suelo.
La reina pedía cada vez más consejos a sus amigos. Ya estaba demasiado preocupada por la inestabilidad de su marido y temía por la seguridad del heredero.
Por último el Rey quiso que la reina aceptará que el niño que habían tenido juntos, ya no lo era. Incluso quería mandar a llamar a un Escriba para que estuviera en un papel formal que ya no tenía ninguna responsabilidad con ese niño.
El niño se quedo callado y des de ese momento se culpaba por haber roto su hogar.
Llegó a pasar que el patriarca le gritó que eran por su culpa las peleas que tenía con la reina.
La reina envio a su hijo con uno de sus mejores amigos. Él le enseñó a defenderse sin moral.
Y el joven príncipe pasó su infancia aprendiendo todo tipo de técnicas para defenderse.
Para el pequeño está era su nueva familia. Y cuando se enteró de su herencia tenía la poca esperanza de ser felíz.
Lo más triste de esté cuento es que está basado en una realidad.-Dije finalizando el triste relato.
Nadie hablo. Y no esperé que lo hicieran. No me había dado cuenta que unas traviesas lágrimas brotaban de mis ojos. Fui a mi habitación y en mi cama puse un hechizo silenciador. Y esa noche la pasé gritando, maldiciendo y llorando.
Me había dado cuenta de que me habían roto.
Todo esto era realmente patético. Pero mi madre sigue viviedo con mi padre. En cambio yo solo salgo cuando nadie está así no pueden hacerme más daño.
Tampoco dije que el pequeño príncipe quiso morirse o dejar de existir para no ser un problema. Él había cogido la manía de castigarse sin comer o golpearse incluso llego a morderse los brazos porque él ya sabía que las mordeduras no dejaban demasiadas cicatrices.
También sabía que nadie iba a desaparecer sus problemas. Así que intentó hacer amigos pero no fue bien. Y quedó como una persona solitaria e incomprendida.
-Quiero estar con Sánchez y con Nakahara Kei.-Volví a llorar.
Al día siguiente tenía ojeras. Unos bostezos escaparon de mi boca.
-Ahrg. - Dije antes de pasar una mano por mi flequillo. -¿Hoy es Martes?
-Tienes razón Perro. -Me dijo una voz que conocía bastante bien.
-Que desea Nakahara-San. -Dije sin intención de sonar irónico.
-Utiliza tu magia para que estás personas no escuchen. -Dijo señalando a esos cuatro roncadores.
Una vez puesto el hechizo él se relajo.
-Nakajima también te busca...
-Ya lo sé. -Dije cortando la continuación. -Ambos tenemos mucha confianza.
-¿Ya dominaste tu nueva forma?
-No. Aún no se utilizar el Tamashī no itami.
-No pasa nada pero queremos volver a tener al pequeño príncipe.
-Deja de llamarme así Kei.
-Entonces lo prefieres en el idioma original, Lille prinsen.
Ambos sentimos como aquellos cuerpos se despertaban. Pero eso no le detuvo. Me besaba como si hubiese dejado la Mafia durante años. Acariciaba mis rebeldes mechones con gentileza. Con mis pequeños brazos lo atrape para sentir que no era una miserable alucinación.
-Sabes que no te dejaré. -Eso fastidió todo el momento.
-Que te jodan Kei o prefieres que te llamé Nakahara.
Me vestí con rabia y corriendo para no llegar tarde.
-¡Venga! No te enfades Lille prinsen.
Negué con la cabeza por como me decía Kei y les eché agua a esos cuatro para que dejarán de holgazanear.
Me dirigí hacía el castillo.
Ahora me tocaba clase de vuelo. Acomode mi ropa y una vez dentro Kei había desaparecido. Ese don también era bueno. Pero nunca me dijo si se hacía invisible o se teletransportaba a donde quisiera.
Las caras de perros malhumorados que llevaban eran desmesuradamente cómicas. Ver a los Malfoy perder la compostura era algo tan extraño que generalmente la gente se quedaba de piedra.

El chico HufflepuffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora