Capítulo ∞: Un acuerdo

39 5 8
                                    

Ángela: ¿Qué tal todo?

Kamilah: Todo fue muy divertido.

Ángela: Me alegro mucho. ¿Qué harás ahora?

Kamilah: No sé, estamos en camino a casa. Mi teléfono se apaga. Hablamos después, te quiero

Ángela: Vale. Te quiero más.

Estamos en el auto Lila, Robert y yo cantando canciones tal cual como en el viaje hacia el complejo turístico sólo que ahora estamos de regreso. El ambiente es animado y disfrutamos de la compañía del otro. Pasamos varios horas en el camino escuchando música y sin hablar; cuando nos dimos cuenta mi amiga estaba dormida, así que la dejamos descansar.

—¿Quieren hacer algo cuando lleguemos a la ciudad? —, preguntó Robert, acabando con el silencio.
—¡Sí! Hay una cafetería en la ciudad, un poco cerca de mi casa. ¿Vamos? —, propongo animada. Tengo muchas ganas de ir.
—Está bien, allá iremos —, acepta Rob.

Contenta, regreso la mirada hacia el camino. El viaje transcurrió rápidamente, antes de que pudiera notarlo habían pasado horas y ya estábamos en la entrada de la ciudad.

—¿Dónde estamos? —, dice Lila con voz suave y aún adormitada.

—Ya estamos llegando. Vamos por un café, ¿quieres? —, le ofrezco.

—¿Quiénes? ¡¿Ustedes y yo?!

—Claro que sí. Niles y Fátima tenían una reunión familiar, por eso nos separamos y sólo quedamos nosotros —, le explica Robert, como si el sueño hubiera borrado la memoria de Lila y él estuviera tratando de refrescarsela.

—Sí, eso ya lo sabía —, responde —, pero yo no puedo ir con ustedes —sentencia, finalmente.

—¿Por qué?—, decimos Rober y yo al unísono.

—Sólo tengo cosas que hacer. ¿Aún puedes dejarme en mi casa, Rob?

—Claro. Kamilah, de camino podemos pasar a tu casa y dejar tus cosas, luego vamos por el café ¿te parece?

Asiento con la cabeza. Me desilusiona un poco que Lila no vaya con nosotros, pero lo dejo pasar. Nos adentramos en las calles de la ciudad y admiro el paisaje ya tan conocido para mí. Dejamos a Lila en su hogar, me promete pasar pronto por mi casa y se despide de Robert como si de un amigo de años se tratara. La siguiente parada: Mi casa.

Robert estaciona el auto frente a la entrada principal de mi casa, ambos nos bajamos del auto, voy hacia el maletero por mis cosas, pero antes de poder cogerlas Robert me detiene. Solicita que abra la puerta de mi casa, ofreciéndose a llevar todo. Acepto su amabilidad y hago lo que me pide. Una vez con la puerta abierta él deja los bolsos a un lado de la puerta sin entrar.

—Pasa —, lo invito. —Vuelvo en un momento, espérame.

Él acepta y con timidez entra a mi casa, se sienta en el sofá de la sala de estar y lo dejo detrás de mí, subiendo como locomotora por las escaleras directo hasta mi habitación. Corro hacia el baño como mi primera parada. Hace unos veinte minutos los cólicos habían empezado a hacerse presentes en mi cuerpo y debía prevenir cualquier clase de accidente.

Llego al baño y reviso mi estado, código verde, todo está en orden. Por precaución me cambio y alisto para estos días del mes, tomo otras varias cosas de higiene personal básica para estas situaciones y las guardo en una bolsita.

Conexión. [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora