Capítulo 10: Nuevas metas

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Ángela: ¿Así que todo normal en el juego?
Kamilah: Pues ganaron y Rob tuvo una caída fuerte.
Ángela:Wow! ¿Está bien?
Kamilah:
Sí, un corto descanso fue suficiente para él.
Ángela: Todo un héroe del equipo, ¿no?
Kamilah: Angy...
Ángela: Sólo admitelo. Te gusta. 👉👈
Kamilah: Jajajaja. Te quiero, hablamos luego.
Ángela: Esto no se va a quedar así Mili Trinidad.
Kamilah: No me llamo Trinidad. Bye.😂

Era cierto que en el juego Rob se había portado como nunca antes lo había visto. El chico tímido y callado de la playa, entró en contraste con el tipo osado del centro comercial y la fiesta con sus compañeros en el juego. Era como ver una nueva persona en alguien conocido. Fue una sensación extraña; eso o yo lo estoy pensando demasiado. Estoy pensando demasiado en él.

Sacudo mi cabeza y termino de prepararme para mi día. Hace ya algo más de una semana, después del paseo en la playa, siendo exactos, empecé a trabajar como voluntaria en un albergue de la ciudad. Hasta el día de hoy, es una de las experiencias más bonitas que he podido tener. Desde que era pequeña mis padres habían sido benefactores de ese lugar, aunque su aporte no era increíblemente grande eran de ayuda para los niños de aquel lugar, a Lila y a mi nos llevaban de niñas a jugar con los niños; eran los días que más diversión teníamos.

Termino de vestirme y arreglar las cosas necesarias para mi largo día mientras recuerdo aquellos momentos de mi infancia; me despido de la Sra. Robinson, quién está terminando de regar las plantas del balcón de mi madre y empiezo mi camino hacia el albergue "Esperanza". Aunque no era exactamente un orfanato, los encargados daban hogar, alimentos y en cierto punto educación básica a los niños sin hogar que llegaran hasta el lugar; todo esto con dinero que recaudaban mediante varios eventos, patrocinadores y que los mismos voluntarios daban sólo por el simple placer de ver la sonrisa radiante de los niños.

Llego a mi destino y los niños me reciben animados. Entre todos me saludan y empezamos con lo planeado, mientras un grupo se encarga del cuidado de los niños, el grupo en el que estoy nos encargamos de preparar la comida para el almuerzo.

—Tamara, ¿qué tal todo? —, le digo a la encargada principal del albergue.
—Todo bien, supongo
—¿Sucede algo? —, le pregunto al escuchar su tono desanimado.
—El banco vendió el terreno del orfanato y ahora nos están cobrando arriendo. A duras penas podemos con los gastos mensuales de los niños, lo más probable es que tengamos que dejar el lugar y llevar a los niños a distintos orfanatos del estado, pero... — su voz empieza a quebrarse.
—¿No quieres separarlos? —concluyo la frase por ella, tratando de evitar que llore.

Mis intentos son en vano, las lágrimas empiezan a correr por sus mejillas cuando asiente con la cabeza en modo de respuesta a mi interrogante. Los niños a los que cuidabamos eran todos víctimas de abusos o habían sido abandonados y que en este lugar encontraron finalmente una familia que los amara como lo merecen.

Sin dejar la preocupación de lado, continúo con mis tareas en la cocina. Cuando la hora del almuerzo finalmente llega y veo a todos aquellos niños sentados en las grandes mesas que comprenden el comedor, la nostalgia me invade creando un nudo en mi garganta. «No puedo permitir que les quiten la felicidad a los niños», pienso.

Determinada a salvar el albergue, empiezo a armar planes en mi mente. El día finaliza con normalidad. Dejamos a los niños con la cena lista y sus tareas escolares concluidas y estudiadas. Cómo era costumbre, todos los voluntarios y encargados nos reunimos en la sala de estar a planear el siguiente día mientras los niños juegan en el patio trasero.

—¿Qué haremos? —, pregunta Theodore con voz fuerte.
—Pues, mañana podemos hacer un puré de papa con carne al vapor. ¿Qué les parece?
—Por favor, Tamara. Sabes a lo que me refiero —, la enfrenta.

Conexión. [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora