Capítulo 19

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Al día siguiente me desperté por los gritos en la cocina o salón, no estaba segura. Pero, fijo que eran en la planta baja de la casa.

Bajé a ver qué sucedía, y como siempre era mi madre y mi padre peleando.

-¡Basta ya! -grité. Ellos armaron silencio unos segundos, pero enseguida siguieron discutiendo como un par de niños pequeños. -¡Mamá! ¡Papá! -volví a gritar para que me prestaran atención. - Dejar de pelear a todas horas, por favor. Tiene que haber una manera mejor de solucionar las cosas. Siempre discutís por tonterías.

-Tienes razón cariño -se dirigió mi padre hacia mí, y yo sonreí. -Hay una manera de solucionarlo. Quiero el divorcio. -Dejé de sonreír.

-¡No! Papá, no me refería a eso.

-Estoy de acuerdo. -Contestó mi madre fría.

-¡Mamá! No. -Seguí insistiendo. Mi madre cogió el anillo de compromiso que hace muchos años mi  padre le había colocado. Lo sacó de su dedo, y acercándose a la ventana lo tiró al jardín.  -No... -dije triste.

Puede que este tiempo me ignoraran, y yo a ellos, pero seguían siendo mis padres, no quería que se separasen. ¿Por qué no podían estar tan felices como cuando yo tan solo contaba con cinco años o seis? Ahí era todo perfecto, no discutían. Y ahora, mira, se divorciaban.

Mi padre abandonó el salón y subió al cuarto. Yo me llevé la mano a la cabeza, y mi madre se mantuvo fría, marchando hacia la cocina. Me tiré en el sofá, y me coloqué en posición fetal. Me calló alguna lágrima, hay que reconocerlo. Al poco rato apareció Nana y rápidamente al verme se sentó a mi lado, pero yo no descubrí mi cara en ningún momento.

-Lo siento cielo. -Me dijo ella.- Escuché todo desde la cocina, pero no podía interponerme en esa discusión.

-¿Por qué Nana? No quiero irme con ninguno de los dos, quiero seguir en una casa con ambos.

-Pues creo que no podrá ser. Pero no te preocupes, si lo hacen es por una buena razón.

-Porque discuten a todas horas. -Dije yo. -No sé por qué están tan irritables estos últimos años. Pero estoy harta.

-Puede que sea por alguna razón. -Dijo Nana. Seguro que ella la sabía esa razón pero no podía contarme nada por orden de mi madre. Se hizo presencia un silencio, pero luego ella continuó. -Podrías hablarlo con tu madre, pero cuando esté más relajada. - Me senté correctamente y Nana me quitó las lágrimas. -No te preocupes cariño.

Yo asentí. Poco después me calmé pero volví ponerme histérica cuando vi maletas en la puerta.

-¿¡Qué es esto?! -Grité. Nana vino, al igual que Harry. Mi padre bajó las escaleras con una maleta más, mientras que me madre no apareció. -¡Papá! Qué es esto, ¿me lo quieres explicar? -Estaba nerviosa, y me calló de nuevo una lágrima.

-Lo siento pequeña. Pero me marcho. -Dijo él. Se acercó a mí y me dio un abrazo, yo no reaccionaba. Me dio un beso en la frente y volvió a coger las maletas. Abrió la puerta y bajó al porche acercándose a uno de los coches. Metió todo en el maletero. Se acercó a mí de nuevo. -Cuídate mucho.

-Papá... -Dije con un hilo de voz.

-Lo siento cariño. -Volvió a darme un beso en la frente y se metió en el coche. Arrancó dejando un rastro de humo por unos segundos, hasta que se desvaneció. Se dejó de ver el coche debido a una cuneta en la carretera. Esa fue, la última vez que vi a mi padre.

Noté unas cálidas manos en mi cintura. Me giré, y noté el aroma de Harry. Me abrazó, y yo hundí mi cabeza en su pecho.

-Tranquila. -Me dijo él, mientras hacía suaves masajes con una mano en mi pelo.

Poco después llegó mi madre y se mantuvo seria en la situación. Dijo que me relajara, no valía la pena estar mal por ese espécimen. A mí no me gustaba que lo llamara así.

Más tarde, casi después de comer -la comida había sido silenciosa, nadie decía nada- Nana empezó a limpiar y Harry se había ido a su cuarto a cambiarse, íbamos a salir. Yo, también fui a cambiarme, pero antes de entrar en mi habitación oí un sollozo. Provenía del cuarto anterior al mío. Piqué a la puerta, y entré. Era el despacho de mi madre.

-Mamá... -Dije en voz baja. Ella se tapó el rostro con las manos. -¿Estás bien?

-¿Qué? -preguntó ella. Cogió un pañuelo de papel limpiándose rápidamente y sonrió. La sonrisa más falsa que jamás había visto. -Pues claro que si pequeña. Estoy bien.

-Pues no lo parece. -Le dije entrando al despacho y cerrando la puerta. Me acerqué a ella. -Sé que te duele que se marchara. Y no tiene nada de malo. -Ella se tapó la boca con una mano, mientras se apoyaba con el codo de ese mismo brazo en la mesa.

-Lo siento cielo. Pero es mejor que se marchara. -Derramó una lágrima. Yo sin dudarlo le abracé. -Te juro que intento hacer lo mejor para la familia. -Dijo con un hilo de voz.

-Lo sé mamá.

-Cuando te riño, es porque quiero lo mejor para ti. Y si discuto por él no es solo por la primera estupidez que me viene a la cabeza.

-¿Entonces, por qué?

-Es que hace tiempo, bastante a decir verdad encontré esto en su cartera cuando venía del trabajo. -Sacó una tarjeta. Quedé helada al verla. Ni que decir tiene de qué era. - No me creo que hiciera eso. -Volvió a llorar y yo seguí abrazándola.

-Es tonto mamá, déjale.



Continuará...

Good Girl «h.s.»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora