El señor del agua se hace al indignado.

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El sol daba perfecto en todo su cuerpo, bronceando las partes de piel que aún no habían sido manchadas de tinta.

Unos lentes que impedían que la luz golpeara sus ojos mientras aquel flotador giraba por toda esa gran piscina de manera tranquila.

Unos ruidos muy molestos le hicieron suspirar. Aquello solo significaba problemas.

Y cuando una fila de ancianos se posaron frente suyo con las miradas algo serias, supo que como siempre, tenía razón.

- Viejos, hola. ¿A qué debo tan agradable visita?- Soltó sin siquiera enderezarse.

- Al menos puede fingir más más entusiasmo, mi señor.- Dijo uno de ellos.

- Hmm...- Soltó sin responder algo. Todos parecían algo tensos haciéndole soltar el aire de golpe para así quitarse los lentes y mirarles irritado.- ¿Me van a decir que es lo que ocurre o tengo que adivinar?

- Señor.- Empieza uno.

- Es "Mi señor", para ustedes. Más respeto, ancianos, que por esta nación he sacrificado mucho.- Les recordó. Ellos se tensaron aún más en sus lugares mirándose entre sí. Sabían que lo que dirían a continuación no sería de mucho agrado para el Dios del agua pero tenían que impedir una catástrofe de nuevo.

- El señor del aire está solicitando una reunión de Dioses.- Sus ojos se abrieron enseguida balbuceando incoherencias que lo hicieron caer del flotador.

Sintió la fría agua envolverle hundiéndose al fondo de la piscina.

Respiraba normalmente en ella mientras veía a todos lados su inmensidad.

La noticia le había dado duro y entonces un torbellino de sensaciones se acumuló en él de nuevo como hacía años no lo hacían.

Furia, sorpresa, odio, deseo, pasión.

Salió en un salto justo al lado de los ancianos quienes le vieron de manera precaria. Se tomó el tiempo para escurrirse y aclararse la garganta.

- ¿Raymond ha enviado una orden?- El anciano que hasta ahora era el único que había hablado asintió.

- Nos hemos tomado el atrevimiento de leerla. Rechazamos la oferta inmediatamente.- Su ceño se frunció enseguida mirándoles con superioridad.

- Son unos simples ancianos que ayudan a mantener el equilibrio de mi soberanía. Se han tomado muchas atribuciones, una de ellas siendo el que ahora este emparejado con una Diosa de clase menor. Aquel escrito iba dirigido a mi autoría y, ¿tienen la osadía de leerlo?, que irrespetuosos. Yo decidiré rechazar o no esa propuesta.- dijo lo más audible posible mientras era colocado en su cuerpo una bata.

- Señor... Tiene una visita...- Le susurró entonces uno de sus sirvientes más leales.

Frank, que seguía viendo a los ancianos perplejos por sus palabras, sólo se volteó sobre sus talones avanzando hacia dentro de su morada.

Sus aposentos se hallaban al fondo de aquella, caminando sin detenerse a nadie ni nada y entrando junto a su sirviente.

Cerró la puerta enseguida viendo entonces a quién estaba irrumpiendo su casa.

Con esos trajes de color verde con detalles dorados.

Un peinado dístinto al que recordaba que tenía hace unos cinco años que lo vio, pues era un gran amigo suyo. Al único Dios que aún seguía frecuentando ya que se hallaban cercas sus naciones.

- Mikey.- El rubio volteó enseguida dándole una sonrisa burlona. - Recibiste la dichosa invitación, quiero pensar.

- Raymond se encargó de enviarla a los tres. Supongo que tus viejos ya se enteraron.

- ¿Qué haces aquí?

- Si no vas a tomar responsabilidad por tu actos futuros, vengo a decirte que no vayas.

- ¿Cómo?

- Gerard va a ir.- Casi se atraganta ahí mismo empezando a parpadear seguido.

- ¿Y eso me importa por qué?...

- Oh, vamos. No tendrán ahí ni una semana y ya habrán cogido de nuevo.- Bufó el señor de la tierra.- ¿Por qué tuvimos que crear el sexo?.- Se quejó.

- En mi defensa, es lo mejor que hay.- Dijo desviando la mirada.- Y, ¿Por qué clase de persona me tomas?, ¿una semana?

- Huh. Tienes razón. Les doy dos días.

- Para empezar mis ancianos me han prohibido ir.

- Oh, y como les haces caso como siempre, entonces no tengo que preocuparme por tu estadía en la nación del aire. Podremos tratar sin ti y evitar una guerra más fácilmente, aunque seguramente no lleguemos a mucho y la reunión acabe en dos semanas.

- ¿Disculpa?- Abrió los ojos incrédulo mientras el rubio suspiraba dándole una sonrisa socarrona.

- Disculpado, Frankie.- Caminando campante hasta abrir la puerta hacia el balcón que por el momento era un portal al parecer hacia la nación de la tierra.

Mikey desapareció y con él el portal, dejando solo a un señor del agua demasiado indignado.

- Señor, si me lo permite...

- Ahora no, Gibsy. Prepara mi maleta y la de esa mujer. Nos vamos a la nación del aire.- Le respondió seguro.

- Pero mi señor... Los ancianos se lo han negado... Ademas, el señor de la tierra tiene razón... Cuando usted vea de nuevo al señor del fuego...

- Ni me lo menciones.- Ordenó irritado.- Ese traidor no creyó en mis palabras. Huh. A pesar de que le dije que nos siguiéramos viendo... Actúa como una adolescente enamorada. Te imaginas, Gibsy, ¿Gerard una adolescente?- La risa del castaño se extendió por toda la habitación mientras se quitaba la bata que el mismo sirviente le había puesto en la piscina.- Ya vera ese Mikey. Toda la reunión voy a tratar al señor del fuego como lo que es. ¿Pasión?, mi deseo por el lo perdió cuando no confío en mis palabras.- Apuntó al pobre hombre tras suyo que solo le veía confuso.- Ya veras. Ni caso le haré. Haber si así se le bajan los humos.- Yéndose en dirección al baño, dejando a Gibsy con las palabras flotando.

Y este solo negando.

Seguro el señor de la tierra y el aire apostarían de nuevo hacia su señor y el del fuego.

Posiblemente no tarden ni dos dias como dijo el rubio.

Tal vez él igual debía hacer sus apuestas con Yael, Lucas y René.

La reunión de Dioses. '~Frerard~'Donde viven las historias. Descúbrelo ahora