El señor del fuego esta deprimido.

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No sabía que le pasaba.

Había llegado hacia unas dos semanas a su nación y desde entonces habían varios casos de peleas entre personas de la nación del agua y la suya.

Altercados que mandaba a corregir enseguida mas sin embargo no se atrevía aún a dar la cara para poner una solución o siquiera actuar en contra de la nación del agua.

Se la pasaba comiendo y hecho una bolita con una manta de lino en su gran y espaciosa cama.

Aveces intentaba cerrar los ojos y descansar pero entonces llegaban los recuerdos de todo lo que había ocurrido en la nación del aire.

Solo fueron unos días y sin embargo, Frank había quedado tatuado en su piel.

Con lo que odiaba las agujas, Huh.

Cada caricia, cada sonrisa. Las risitas que ambos se daban demostrando que disfrutaban de el contacto entre sus pieles. Y los besos apasionados. El deseo que sustituía el amor que alguna vez, ellos entregaron por decisión propia a los humanos.

Pero ahora sufría como uno. Como si hubiera tenido otra desilusión.

No era la primera vez, pero enserio era la más dolorosa de todas. ¡Y no lo entendía!

¿Por qué estaba experimentando tal grado de emoción?, era un Dios, maldición.

- ¡Mi señor!- La puerta de sus aposentos fue abierta enseguida a la única persona que estaba autorizada para irrumpir desde que llegó de la nación del aire.

- ¿Qué?- Masculló de mala manera.

- Hay un ataque en la zona norte de la nación, ahí donde reside el puente entre naciones. Son los de la nación del agua, mi señor. Quieren derribar el muro.- Yael sonaba demasiado alarmado. Algo muy importante sin duda que merecía su atención, y sin embargo no se vio con fuerzas para atender algo como ello.

Solo pudo negar y abrazarse a sí mismo con más fuerza. Todo dolía. Todo daba vueltas.

Extrañaba a Frank y lo que alguna vez tenían.

Todas sus facultades mentales para gobernar se estaban viendo afectadas y no sabía por qué.

- Dile a los ancianos que lo arreglen.

- Pero mi señor, es su deber...

- ¡Diles!- Gritó. Siquiera alzó la mirada, solo mando con fuerza la orden dejando a su sirviente helado.

Este solo asintió aunque el Dios no pudiera verle y salió enseguida de la habitación.

Gerard sintió un gran nudo en su garganta y las manos empezaron a temblarle. Algo andaba mal.




Yael se encargó enseguida del asunto con los ancianos. Estos no entendían para nada la situación más no podían actuar por sí mismos atacando a la nación del agua sin tener la autorización de Gerard.

Maldito Frank.

Sabían que era un error que aquella reunión se hubiera llevado a cabo. Ahora confirmaban sus sospechas.

Así que ellos mismos se encargaron de sacar a los intrusos de la nación del agua y reforzar sus barreras. Se habían declarado una nación propensa a la guerra, así que ahora se estaban preparando para lo peor.

Mientras tanto, Yael en un intento desesperado para ayudar a su señor, se colocó una túnica que le cubriera e hizo uso del portal que solo su Dios debía usar para transportarse a la nación de la tierra.

Ya ahí, apareció justo en un gran pasillo que lo llevaría a la habitación del Dios de la tierra.

Una puerta que abrió donde vio a René, el sirviente de Mikey.

- ¡Por los Dioses!, te sentí a distancia. ¿Qué es lo que haces aquí?- Dijo este viéndole con nerviosismo y preocupación.

- Debo ver a tu señor.

- No creo que sea un buen momento.

- Es urgente, René.

- Es que...

- Esta bien.- Ambos sirvientes pararon en seco al oír esa voz. Se voltearon hacia dónde el rubio estaba cruzado de brazos. Llevaba su pijama y unas ojeras muy visibles destacaban su pulcro rostro.

- Señor Michael, buenas noches.- Yael se inclinó en una reverencia.- Perdone mi indiscreción. Yo sé que se me está prohibido pisar su nación pero necesito su ayuda.- La mirada del sirviente se alzó hacia él viendo su desesperación. Mikey solo suspiró.

- ¿Qué ocurre?- Yael se mordía los labios.

- Trata de mi señor, Gerard.- Mikey apretó los labios masajeandose la sien. Ya lo veía venir, solo que no esperó que fuera a ocurrir en realidad.

- Dime qué ocurre.- Yael le explicó todo lo que estaba ocurriendo en la nación del fuego así como los ataques de la nación del agua.

Michael estaba atónito. Ya estaba enterado de la separación de Frank con Jamia, la Diosa de la desgracia, pero no creyó que aquello le afectara tanto como para atacar así a Gerard.

Es más, el que Gerard no se defendiera y aún así Frank siguiera atacando le dejaba aún más sorprendido.

Entonces, ¿es posible que aunque les haya hecho beber la pócima del amor, Frank realmente no esté enamorado de Gerard y por eso haya decidido estar en guerra con la nación del fuego?

Chasqueó la lengua sin poder creerlo.

No era normal en un Dios, pero al menos en él, la culpabilidad estaba presente. Así que se arregló enseguida y junto con Yael y René fueron de vuelta a la nación del fuego.

Yael no mentía al decir que todo era un verdadero asco en los aposentos del castaño.

Gerard solo se mantenía bajo sus sábanas y parecía morir lento.

- Gerard.- Dijo su nombre. El mencionado abrió los ojos frunciendo el ceño y relamiéndose los labios. Su voz estaba pastosa y la garganta la sentía seca.

- Ni siquiera te sentí.- Dijo apenas. No le miró.

Mikey caminó hasta quedar frente suyo y verle con lastima. Estaba pálido y ojeroso. Estaba con el pelo maltratado por no bañarse y empezaba a apestar por ello.

¿Eso era un Dios?

- ¿Por qué no estás haciendo nada contra los ataques de Frank?- Preguntó confuso. Gerard no pareció sorprenderse, dándole una miserable sonrisa.

- No lo sé. No lo sé.- Contesto ido.- No sé por qué no puedo levantarme. No se por qué no puedo lanzar mi ira a su nación cuando él me lanza la suya como látigos llenos de venganza gracias a que por mi causa se ha separado de esa Diosa a la que al parecer si quiere.- Entonces, Mikey abrió la boca enormemente cuando vio de sus verdes salir un par de gotas. Estaba llorando. Un Dios estaba llorando.- Me voy a morir, Mikey...- El señor de la tierra negó enseguida.

- No Gee.- Dijo con pesar.- No te vas a morir. Solo estás deprimido. Estás en depresión.- El rostro de Gerard se contrajo llorando aún más sin poder entender. Mikey bajó la mirada tomándole de la mano. - Gee.- Le llamó.- Perdóname. Es mi culpa que estés así.

- ¿Qué?, ¿De qué hablas?- Dijo apenas y entre el llanto.

- Les di, a Frank y a ti, la poción del amor.

***
Lo prometido es deuda.

Terminó sicario, publiqué mis dos nuevas historias y además ya actualice esta y BNB.

Hasta el próximo fin. Las actualizaciones siguen quedando igual 🖖🏻😏

La reunión de Dioses. '~Frerard~'Donde viven las historias. Descúbrelo ahora