Copas de Cristal

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En el centro del estudio del rey está colocada una mesa redonda de nogal. De superficie lisa y brillante, en otros tiempos estaría cubierta de mapas, papeles y tabaco; los elfos se reunirían frente a ella para discutir estrategias de guerra y conflictos diplomáticos, así como la forja de alianzas clave en las victorias. Caminarían a su alrededor en busca de otros puntos de vista para aclarar las ideas, declarando reportes de misiones de espionaje, asedio o ataque, enlistando a los integrantes de las guardias. Su borde de tres líneas talladas atestiguaría la fuerza del agarre con el que la sostenían mientras alguien enumeraba las pérdidas y la habitación se sumía en silencio. La base sería soporte contra los manotazos de impotencia y desesperación. Hoy, una copa y una botella de vino se posaban sobre ella, el ambiente era tenso como de costumbre.

—Esto es inaudito. Thranduil, ¡¿en qué estás pensando?! —el concejal daba zancadas de un lado a otro en la habitación, agitando la copa de vino que tenía en la mano—. Es arriesgado. Es peligroso, ¡Es una locura!

Thranduil, cansado de la charla, observaba a su interlocutor, un hombre alto y sabio que acompañó a su padre durante su reinado y que hoy lo reprendía como a un niño. Le era difícil soportar que no comprendiera ni avalara sus razones, llevaban toda la mañana en torno a la misma conversación, dando vueltas alrededor de las mismas palabras.

—No representa una amenaza. Como está la situación, aún si saliera del reino no llegaría lejos —dijo Thranduil luego de sorber un poco de vino—. Deberíamos dejar de hablar de ella y enfocarnos en determinar qué genera el aumento de la población de arañas.

—El sur está tomando poder. Sauron ha vuelto, ambos sabemos lo que eso significa —dijo el concejal agitando las manos—. Por ello debemos ser más cautelosos, no es posible abrir la puerta a una extraña y mirar hacia otro lado. ¿Qué si es una espía, Thranduil? ¿Realmente crees que una criatura así fue capaz de cruzar el bosque, descalza y desarmada?

—Creo en su historia —dijo Thranduil zanjando, de nuevo, esa parte de la conversación—. Si te incomoda el que esté aquí entonces evítala, porque he decidido que se quede.

—Thranduil, apelo a tu sabiduría. —pidió el concejal—. La comitiva de Lothlórien estará aquí en dos días, cuando la noticia llegue a sus oídos ¿piensas que la Dama y Lord Celeborn lo verían como un acto de compasión o de imprudencia?

—¡Un rey no enviaría a alguien inocente a su muerte! —dijo Thranduil, indignado. Sabía que el concejal buscaba provocarlo.

—¡Lo haría si ello significara proteger a su pueblo! Esto no solo es riesgo por la guerra. ¡Una mujer entre nosotros! ¿Quieres empezar una nueva línea de peredhil? ¿No son los de Imladris suficientes para nuestra raza?

—¡Ya basta! —gruñó Thranduil mirándolo con ojos entornados—. De ti, sobre todos, esperaría una respuesta más razonable, pero esto....

—Entonces dime que estoy fuera de razón —lo interrumpió el concejal—. Thranduil, el respeto hacia nuestras costumbres nos ha mantenido con vida a lo largo de las eras. Oropher no lo avalaría.

—Son siglos ya desde que mi padre no reina esta tierra, ni es la misma tierra que reinar —dijo Thranduil y cada palabra le dolía en el pecho—. He atendido tus razones y conoces mi decisión, no hablaré más de esto.

Años de vida no garantizaban sabiduría, él lo sabía. La discusión lo había dejado cansado y con pesadez en el alma. Ver a ese elfo siempre le recordaría a su padre en el temple que portaba y en el enfoque de la realidad, en la determinación de sus ojos y la defensa de su pueblo más allá de toda razón. Era un elfo inquebrantable, un guerrero feroz y un gran amigo a pesar de sus diferencias. Thranduil estaba siendo temerario y odiaba que su concejero fuera quien pusiera la verdad frente a sus ojos.

Las Hojas del Destino - Un Romance de Thranduil y una humanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora