Capítulo 24

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Esto acaba conmigo lentamente, la culpa me consume y quiero gritar, correr, desaparecer en este instante.
No hay peso suficiente para hacer que me sienta mejor.
Cien repeticiones, ciento diez repeticiones, y cuando lo noto ya son ciento cincuenta...
El sudor moja mi camiseta por completo, las gotas invaden mi cara, la música explota mis oídos, pero nada parece ser suficiente.
No sé cuánto tiempo llevo aquí, pero ahora que lo noto, ha anochecido y no hay nadie más. Estoy completamente solo una vez.
-¡Oye! ¿Estás loco?
Chad apaga la música y corre hacia mi con prisa. Suelto las pesas en el suelo con brusquedad y empiezo a sentir el ardor en todos mis músculos.
Respiro rápido, y luego me siento en el suelo.
No funciona, no parece funcionar.
-¿Qué demonios te pasa? ¿Quieres romperte la espalda? -me grita.
-Déjame en paz, Chad.
Él suelta un gran suspiro y se pone a mi lado.
Sé que está molesto, el gimnasio ya cerró y deben ser casi las once de la noche.
-No puedes seguir así, Max.
-No sé qué hacer. Tengo...
-Tienes que dejar de sentirte culpable, amigo -me interrumpe-. Ella ya lo hizo, ya no hay un solución. Empieza de nuevo.
-Tengo que ver a Kya, Chad.
Otro suspiro, me alcanza la botella de agua y mira el suelo.
-La lastimaste mucho.
-¿Y crees que no lo sé? -digo rápidamente-. ¡Lo único que quiero es verla y decirle todo lo que está sucediendo! ¡Pero ella, al parecer, desapareció de Londres!
-Tal vez sea lo mejor para ambos. Toma un baño y vuelve a tu apartamento, Max. No puedes vivir en el gimnasio.
Chad golpea mi hombro, se pone de pie y después toma su mochila que está a unos pocos metros. Lo saludo a lo lejos y después me acuesto en el suelo.
Tal vez aquí y en otra perspectiva logre pensar con claridad.
Esto está siendo una maldita mierda.
La extraño, extraño saber que voy a llegar a casa y que todo será un desastre, que ella no estará dormida en el sillón, o que no me recibirá con un abrazo y después el ceño fruncido por mi mal olor.
Es una mierda saludar a la nueva profesora de baile, lo cierto es que detesto a esa mujer porque me recuerda una y otra vez lo imbécil que fuí todo este tiempo. Todo era mucho mejor cuando ella estaba cerca, cuando le daba su toque especial a cada maldito día en este lugar.
Necesito volver a sentirme bien, a sentir que ella es la única que le da sentido a todo esto.
Ahora soy yo el que suelta un suspiro, tomo mi celular y marco su número otra vez.
Espero, pero solo escucho lo mismo de siempre. Ese número está fuera de servicio.
Ella cambió su número para que yo no vuelva a molestarla, y aunque no quiero hacerlo porque ella merece algo mejor, sé que debo hacerlo porque necesito hacer las cosas bien por una maldita vez en la vida...

El lugar tiene luces muy tenues, apenas logro ver al tipo del otro lado de la barra, entrego mi vaso una vez más, y espero a que él lo recargue con más licor.
No sé cuántos llevo, pero por cada vaso más miserable me siento.
-Creo que este será el último, amigo -me dice, y después seca la huella de mi vaso que quedó en la barra de madera.
-Necesito olvidar... -respondo con la voz ronca. Mis ojos se cierran, tengo sueño, más sed y todo parece moverse lentamente.
-Dejame adivinar: es una mujer.
Bebo otro gran sorbo, lo trago con dificultad y después dejo el vaso casi vacío.
-Primero perdí a la mujer que amo por ser un imbécil y ahora perdí a mi hijo por seguir siendo un imbécil...
-Cielos, amigo...
-Yo debería estar muerto. No sirvo para nada.
-Deberías dejar de beber, en primer lugar. Y luego buscarla.
Saco un billete y lo dejo sobre la barra. Mi último maldito billete porque lo dejé casi todo en bebidas, en este mismo bar, casi todas las últimas noches. Y ni con la peor ebriedad tuve el valor de buscarla de verdad.
De ir hasta la casa de sus padres y hablar con ellos, suplicar que me dejen verla...

El coche se sacude cuando me detengo frente a esa verja enorme, apenas puedo caminar hasta allí, no veo casi nada porque todo parece dar vueltas, pero las luces siguen encendidas, por lo menos en la entrada y en el segundo piso y necesito gritar. Necesito acabar con esto.
-¡Kya! -grito una vez y después aprieto el botón de mi derecha por varios segundos-. ¡Kya! -grito una vez más y con todas mis fuerzas. Me arde la garganta, mi cabeza va a explotar, pero no voy a largar me de aquí.
Aprieto ese botón una vez más, no sé cuánto tiempo estoy así, pero cuando veo una figura asomarse en la puerta de entrada, lo suelto.
-¡No pienso largar me de aquí hasta hablar contigo, Kya!
No logro ver bien, creo que Eggers viene a golpear mi cara, y lo merezco, pero cuando presto más atención veo que es Simón, que camina con prisa y parece molesto.
-¡Kya! -grito una vez más y observo la ventana de su habitación, pero no hay nada-. ¡Kya!
-¡Ella no está aquí! -grita Simon desde el otro lado.
Suelto un suspiro, trato de recuperar el aliento, y lo miro en busca de respuestas.
-Te suplico que me dejes pasar, Simon. Necesito verla.
-Ella no está aquí.
-Mentira. ¡Kya! ¡Maldición, Kya, deja de ser una niña! -grito con desesperación.
-¡Ella ya no vive aquí, Max! -grita una vez más, pero no quiero entender.
-¿De qué estás hablando? -pregunto en un susurro.
Él trata de calmarse, mira en dirección a su casa y después me mira a mi.
-Mi padre quiere partirte la cara, y mi madre está asustada, Max. Tienes que irte.
-¿Dónde está Kya?
-Max... Mi papá le compró un apartamento hace un mes, después de que terminaras con ella. Y ella no quiere verte. Solo olvídalo.
-¿Olvidarlo? ¿¡Cómo se supone que voy a olvidarlo!? -grito-. Ella es... No puedo... Necesito... Necesito verla.
-Largate o mi padre te va a golpear y llamaremos a la policía.
Me da la espalda, y yo entro en pánico. La rabia se apodera de mi, el alcohol controla todas mis emociones y cuando siento que ya no queda más nada, que la perdí para siempre, siento eso en el pecho. Como si mi corazón dejará de latir, como si cientos de pedazos de vidrio me estuviesen cortando la piel desde adentro.
-Simon..., Mia abortó el bebé sin mi consentimiento, y necesito...
Sí, el idiota me Maxwell Pearson está llorando como una niñita y ya no sabe que mierda hacer.
Ese soy yo, un completo imbécil que perdió a las únicas dos personas que iban a amarme de verdad, con toda la mierda que tengo. Lo perdí todo, y es mi culpa.
-Yo quería el bebé a pesar de todo... -susurro. Y él vuelve a acercarse a mí-. Perdí al bebé, y no quiero perder a Kya. Tienes que ayudarme Simón...

KYA 2 - Deborah Hirt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora