Extra. Max

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Meses atrás

Los aparatos están ocupados, no hay absolutamente nada disponible a esta hora de la mañana y eso me resulta algo desesperante.
Camino entre pesas y máquinas y recibo el saludo de algún que otro cliente.
No puedo negarlo, por más que sea un día como cualquier otro, me siento malditamente especial. Y no está bien.
No me gustan los cumpleaños, no me gusta toda esa cosa cursi, y Kya no lo entiende.
-Compañero -me llama Chad desde el otro lado. Camino hacia él y me siento en el aparato que por fin está libre. Necesito relajarme un poco.
-Hoy hay mucha gente -murmuro por lo bajo, mientras que coloco un poco más de peso. Lo necesito.
-Estamos bien, ya todos saben que hacer y como hacerlo.
-Bien.
Comienzo a mover mis brazos y a hacer fuerza, no se siente tan bien como me gustaría, pero lo dejo así hasta hacer cuarenta repeticiones mientras que Chad me habla sobre cosas que no me interesan.
-¿Cómo la estás pasando? -pregunta por lo bajo.
-No empieces con eso, es un día como cualquier otro. No tiene nada de especial.
-Seguro...
-Cambiemos el peso. Puedo con más.
-Como quieras.
Me pongo de pie y quito el peso del lado derecho, mientras que Chad lo hace del izquierdo.
Lo único que sé es que este día parece aún más largo. No acaba nunca.
-¡Max!
Escucho la voz de Kya a unos metros y me volteo para verla. Mi cara sigue igual, pero por dentro puedo admitir que me siento malditamente bien al verla.
-¿Qué sucede?
Ella se acerca a mi, dejo que bese mis labios castamente y después veo esos ojos azules y esa frente algo sudada.
-Ya acabé mi clase.
Asiento y ella sonríe.
-¿Podemos salir a cenar? -me pregunta nuevamente. Pongo los ojos en blanco y suelto un suspiro.
Otra vez con esto...
-Te dije que no quiero celebrar, Kya.
Ahora es ella la que me pone los ojos en blanco y admito que quiero sonreír, pero no lo hago.
-Bien. Entonces iré a ver a mi madre, está en la pastelería.
-Dé acuerdo.
-Te veo después.
Beso sus labios una vez más, nos tomamos un poco más de tiempo. Todos saben que es mi novia, que estamos juntos, pero nunca tengo este tipo de demostraciones frente a todo el gimnasio.
Cuando me separo noto que ella frunce el ceño, es una mueca extraña.
-¿Qué?
Observa mi camiseta empapada en sudor y después me mira.
-Apestas, Max.
Me río levemente, y Chad lo hace también. Sigue aquí, pero su presencia pasa a un segundo plano.
-Llegaré limpio a casa -aseguro con una de las primeras sonrisas del día.
-Eso espero -me responde acomodando su bolso deportivo. Me besa de nuevo y después sale de la inmensa sala.
Me gusta verla caminar hacia la salida y ver que ninguno de los tipos que están aquí la miran. Sé que quieren verla caminar con esa ropa ajustada y sexy que marca cada curva de su cuerpo, pero nadie lo hace. Ella está absolutamente prohibida. Es mía.
-Estás enamorado, compañero -dice Chad en un tono burlón, casi se ríe de mí, me distrae de lo que estaba pensando y me hace sentir como un imbécil.
-¿De que estás hablando?
-La manera en la que la miras, y esa sonrisa estúpida...
Suelto un suspiro y pongo mi peor cara. Esto es ridículo.
-Cierra la boca.

Es casi media noche, sé que le prometí a Kya que llegaría más temprano, pero no pude hacerlo.
Pongo en pausa la canción de ACDC que estaba escuchando y deslizo la tarjeta por la cerradura.
Le prometí que iba a llegar a casa limpio, y apenas pude hacerlo.
Ya es tarde, sé que tenía que estudiar y probablemente ya debe estar dormida, pero está aquí, y eso me gusta. Ella no lo sabe, no se lo digo nunca, pero me gusta tenerla aquí, conmigo.
Abro la puerta, enciendo las luces y ella grita en mi dirección con una inmensa sonrisa.
-¡Sorpresa!
Suelto mi bolso en el suelo y la veo ahí, en medio de la cocina, al lado de la barra del desayuno, con el cabello lleno de rizos como tanto me gusta, un pastel y algunos globos azules.
Maldición, Kya...
Suelto un suspiro, pero tengo que sonreír, quiero hacerlo en realidad. Ella acaba de cambiar mi mal humor, me siento diferente y admito que me gusta.
-Kya...
-Sé que no querías festejar, pero fue una idea de último momento. No te molestes conmigo.
Su voz suena dulce y desesperada. Camino hacia ella, observo su bata de seda color rosa y después rodeo su cintura con mi brazo derecho.
Si, podría acostumbrarme a todo esto.
-¿Te gustó?
Asiento una vez y ella acerca esa increíble boca a la mía.
Sí, jamás se lo dije, pero besarla es el maldito cielo y más.
-Fue una linda sorpresa.
-Quería festejarlo contigo, sé que no te gusta, pero...
-Está bien -la interrumpo.
-Hasta te hice un pastel.
Miro la mesada y veo ese pequeño pastel redondo color azul. Frunzo el ceño, la miro y después me río.
-Es un pastel perfecto, ¿estás segura que lo hiciste tú?
Quiero reír al ver su cara, pero si lo hago ella se va a molestar.
-Bien... Mamá me ayudó a hacerlo. Es por eso que fui a verla.
-Ahora todo tiene sentido.
-Ey... ¡Estás siendo muy cruel!
Trata de zafarce de mi agarre, pero no dejo que lo haga. La tomo con ambos brazos y la miro directo a los ojos. Llevamos mucho tiempo juntos, más de lo que yo podría haber imaginado cuando empezamos esta locura, y la idea de estar con ella siempre me gusta, me gusta tanto que me aterra.
-¿Qué otro regalo tienes para mi ? -susurro, rozando la punta de mi nariz en su cuello.
Tiene ese perfume que le regalé para nuestro último mes de aniversario, huele a flores, y se mezcla con su aroma propio, es adictivo y me hace sentir extraño.
-Bueno... No sé si es un regalo, pero...
Ella se aparta unos centímetros para que pueda verla, escaneo su cuerpo de arriba hacia abajo y me detengo en el lazo de su bata, donde sus manos toman las puntas de la tela.
Kya deshace ese moño y deja que vea su cuerpo completamente desnudo.
Lo que sucede en mi interior es incontrolable, sólo me muevo rápidamente y cuando lo noto, todo su cuerpo está apegado al mío, sus labios quieren besarme, y tocarla...
Tocarla y oírla respirar así, de esta manera es malditamente hermoso.
-¿No quieres pastel? -susurra con la voz entrecortada.
-No. Te quiero a tí...

Kya descansa en mis brazos, está profundamente dormida, y yo aún no logro cerrar los ojos.
Me siento bien, me siento diferente, me gusta tenerla y sentirla así, es mucho mejor que las demás veces.
No puedo dejar de ver su rostro sereno, su expresión de satisfacción y sus labios... Estoy absolutamente loco por esos labios.
Su cabello alborotado está por todas partes, antes me resultaba molesto despertar con eso en la cara, pero ahora solo lo siento hermoso.
Muevo mi mano con cuidado y acaricio su pelo con mis dedos, después su coronilla, su mejilla, el contorno de su nariz, su mejilla, y toco su boca muy suavemente.
Lo hago casi todas las noches, puedo estar mirándola por horas, pero ella no lo sabe.

"Estás enamorado, compañero"

Recuerdo las palabras de Chad, y aunque en su momento solo lo ignoré, él y yo sabemos que es verdad. Claro que sí. Y aunque sea un idiota, frío e insensible, aunque no la merezca, sé que quiero estar con ella...

Ha comenzado a llover y estoy de muy mal humor. Es un maldito día de mierda, y no puedo creer que de verdad vaya a hacer esto. Es una locura, ni siquiera puedo imaginarlo, y ya estoy aquí.
Mi celular suena, y sin mirar la pantalla sé que es ella.
Mi celular tiene solo cuatro contactos, y la única persona con la que hablo por mensaje es Kya.
-Hola -respondo, mientras que espero con un gran grupo de gente para que el semáforo nos deje cruzar.
-¿Por qué no estás aquí?
Se oye algo molesta, y no es bueno.
Suelto un suspiro y trato de buscar una excusa, pero no sé si funcionará.
-Tengo cosas que resolver. Estoy en Picadilly Circus.
-¿Todo está bien?
Por fin cruzo la calle y veo a lo lejos ese gran cartel con el nombre del lugar.
-Sí, todo está bien. Tengo algunas cosas que resolver, pero estaré ahí en un par de horas.
-Bien.
-Confía en mi.
-De acuerdo. Te veo luego.

Ella finaliza la llamada, sé que está molesta, sé que me hará miles de preguntas cuando llegue al gimnasio, pero no quiero pensar en eso ahora. Sólo guardo el teléfono, y trato de concentrarme en lo que realmente he venido a hacer. Necesito pensar, y creo que en este momento no estoy pensando, sólo lo hago. Quiero hacerlo.

Cuando entro a la joyería el de seguridad me mira con mala cara. No tengo un buen aspecto, pantalones deportivos y un abrigo de algodón, además de eso estoy mojado, pero no me importa.
Observo el lugar y me quedo por más de dos minutos apreciando ese inmenso candelabro encima de mi cabeza que puedo apostar lo que no tengo a que tiene diamantes de verdad en el.
En las vitrinas hay joyas de todo tipo, ninguna tiene precio, pero se ve muy costoso.
El lugar está completamente vacío, pero claro, es una joyería, todo esto debe valer millones, y nadie con un buen uso de razón gastaría sus ahorros aquí. Excepto yo.
-¿Puedo ayudarlo?
Me volteo con brusquedad y veo a una mujer de cabello rojizo, con vestido elegante y el ceño fruncido.
-Sí, yo...
Es la primera vez que me quedo sin palabras, me acerco un poco más al mostrador y trato de terminar de hablar.
-Estoy buscando anillos -logro decir finalmente.
-¿Anillos?
Asiento y miro con algo de nerviosismo las joyas que tengo delante.
-Busco uno para mi novia. Quiero que sea como de compromiso o algo así, pero... No lo sé.
Ella sonríe como si pudiera entenderme.
-Toma asiento por allí. Traeré todo lo que creo que buscas.
Camino hasta ese banquillo y espero unos cuantos minutos.
Ahora sí estoy malditamente nervioso. ¿Qué mierda estoy haciendo?
No sé cuanto tiempo pasa, he tenido miles de dudas, pude salir corriendo así, sin más, pero la mujer regresa con cajas de cristal entre sus manos y yo sigo aquí, esperando encontrar algo perfecto.
-Antes de empezar... ¿Tienes algún presupuesto que quieras respetar?
Rasco el dorso de mi brazo y después paso una mano por mi cabello.
Esto es una locura.
-¿Alguna preferencia? ¿Qué es lo que buscas? ¿Qué imaginas ver en la mano de tu novia?
-Es que no lo sé... Esto es nuevo para mi, creo que es una locura, pero...
-Dime cuánto es lo máximo que quieres gastar y será más fácil ayudarte.
-Me encantaría comprarle la piedra mas grande que tengas, pero... No lo sé, tengo cuarenta mil.
La mujer sonríe y toma la segunda caja de cristal.
-Puede ser un bello anillo de tres kilates, hasta de cinco, varía en su forma y brillo.
Toma un anillo y me lo enseña, me explica algunas cosas, hace que observe su brillo y me dice el precio. Estoy algo confundido, pero sólo imagino como se vería el dedo de Kya con esta cosa y me gusta. No dejo de imaginar su expresión, o lo que me dirá, creo que llorará también de la emoción, pero quiero hacerlo...

ME IMPORTA MUCHO TU OPINIÓN SOBRE LA NOVELA. ESPERO TU COMENTARIO :)

KYA 2 - Deborah Hirt ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora