P.O.V. Liam.
Estábamos en pleno domingo, el sol se despedía de esta parte de la tierra con una mezcla de colores realmente bonita.
Todo parecía estar en paz y armonía.
Parecía.
El sonido de los pájaros que anidaban en el único árbol que teníamos en el jardín se vio opacado por la canción más repetitiva de la historia a todo volumen.
Des-pa-cito, quiero respirar tu cuello despacito...
Hasta la mismísima polla estaba ya de esa puta canción.
Pero parecía que nuestros nuevos vecinos la adoraban porque al asomarme por la ventana me percaté de que habían inaugurado una fiesta con ese mismo tema.
Louis salió con cara de pocos amigos de su habitación. Su pelo revuelto y sus ojeras moradas anunciaban que lo acababan de despertar.
-¡Baja la puta música, Liam! Que mal gusto tienes, joder. No podías ser original y escuchar una canción normal, no. Tienes que escuchar la que ponen en todos lados cada dos segundos y encima a toda hostia. -Gruñó mirándome con la peor cara que le había visto. Alcé la ceja algo molesto por sus palabras pero eso no lo frenó de seguir soltando babosadas. -A ver si piensas un poco, puto tonto. Que algunos trabajamos mañana, no como tú, vago de mierda.
Y ahí me cabreé.
Me acerqué a él y lo cogí de las mejillas haciendo que pareciera un pececito.
-Escúchame bien, gilipollas. Que yo no he puesto esa mierda, que han sido los retrasados de al lado. -Gruñí para tranquilizarme. -Como me vuelvas a soltar esas cosas te meto.
Él frunció el ceño antes de que lo soltara y le pegara una buena y merecida colleja.
-Lávate la cara que vamos a poner orden aquí. -Ordené a mi cabreado amigo y decidí dirigirme hacia la puerta mientras él acababa de prepararse.
Quizá se reían un poco de nosotros ya que llevábamos nuestros respectivos pijamas de superhéroes. Pero eso no nos iba a frenar.
Y con lo que le gusta a Louis la movida, los íbamos a poner finos.
...
Ambos nos encontrábamos con los brazos cruzados delante de la puerta de estos dos pringados.
Hacía un par de minutos que había tocado el timbre y me faltaba poco para entrar sin permiso y liarme a hostias con todo el que pillara.
Realmente Zayn se había propuesto hacerme la vida imposible durante esta semana en la que llevábamos de vecinos.
Cuando no le daba por tirar todas las hojas de su jardín al nuestro, paseaba su perro por nuestro porche para que se cagara en nuestra puerta.
Y yo ya estaba hasta los huevos de aguantar estas mamarrachadas.
Como me compre yo un perro, me compraré el más grande que haya para que sus mierdas le ocupen todo el jardín.
Mis planes de venganza cada vez eran más absurdos, pero es que sus estupideces cada vez se volvían más sinsentido.
Un Zayn arreglado para su fiesta nos sonrió desde el umbral de la puerta. Antes de que pudiera abrir la boca ya nos estaba observando de arriba abajo con una ceja alzada.
-Deja de mirar tanto y apaga esa mierda que como entre vas a flipar en colores, niñato. -Gruñí sabiendo que si le hubiera dejado un minuto más, se dedicaría a burlarse de nuestras ropas.
-Ten huevos, Payne.
Uy.
Esas tres palabras son las únicas palabras que no puedes decirle a un hombre como yo.