Pokemon I: La Guarida de Flareon

Capítulo XVII

     Me levanto resollando y Diamond corre hacia mí. Me cuesta respirar y toso sin parar hasta que siento mi pecho aullar de dolor.

     — ¡Perla!

     No puedo responderle pues siento que algo me toma por la cintura y me lanza con fuerza hacia arriba. Suelto un grito ahogado al caer y me estrello contra el suelo. Mi mandíbula golpea contra él y escupo sangre. ¿Cómo puede una creatura tan pequeña tener tanto poder?

     — ¡Basta, Flareon!

     Diamond me está defendiendo.

     — ¡Ella no te hará daño!

     — ¡Nadie va a atraparme! ¡Nadie!  —dice Flareon y nuevamente soy lanzada por una fuerza invisible.

     Mi espalda se impacta contra uno de los muros de fuego y siento las llamas quemar mi piel. Si sobrevivo, sin duda necesitaré cirugías reconstructivas. Caigo al suelo y escucho el sonido que produce el destello que Diamond lanza con sus colas. Abro los ojos y veo a Flareon dar un salto para esquivarlo. Lanza entonces una llamarada de su boca y la gran esfera de fuego impacta de lleno a Diamond.

     Mal momento para tener solamente Pokemons de Tipo Fuego.

     Diamond está fuera de combate y su pelaje emana humo. Los furiosos ojos de Flareon se fijan en mí y de repente siento que me elevo en el aire. Me rodea un tornado de fuego y comienzo a llorar.

     Es mi fin.

     Me detengo en seco cuando escucho los sonidos que vienen al fondo del pasillo. Los golpes. Las explosiones. Los gritos. ¡Es Cobby! Echo a correr para acercarme a ella pero me topo con un alto muro de concreto tras el cual escucho los gritos de ella. Y… ¿Fuego? Sí, debe ser fuego. Algo tiene que estar incendiándose. ¡Y Cobby está ahí dentro!

     Comienzo a golpear el muro a punta de patadas y puñetazos. ¡Tengo que llegar ahí!

     — ¡Crown, espera!

     Harrison y Fox llegan corriendo detrás de mí. Harrison me toma por los brazos y me aleja del muro. Fox libera a un Pikachu de su Pokebola y con una técnica de su Pokemon conseguimos derribar el muro.

 

     Siempre supe que terminaría así, siempre supe que éste era mi destino.

     Lo supe desde aquél día en el que acepté la misión de reunirlos a todos.

     Todas esas decisiones me llevaron a ese punto.

     Si tan sólo hubiera aceptado ayuda, si tan sólo no me hubiera aventurado a venir sola, quizá de esa manera habría conseguido durar más. Me siento como una estúpida por haberles dado la espalda a las únicas personas que creyeron en mí. Los decepcioné, a todos  cada uno de ellos, y sé que jamás volveré a verlos para pedirles una sincera disculpa.

     Y ahora me encuentro aquí. Encerrada en un torbellino de fuego. No puedo respirar, me siento sofocada y el calor abrazador no se decide a incinerar aún mi cuerpo.

     — ¡James…!  —exclamo con voz ahogada intentando que mi voz llegue hasta sus oídos, donde sea que se encuentren—. ¡Sheryl…! ¡Onyx…!

     Escucho la risa de la bestia que me mantiene apresada en el torbellino de fuego. La falta de oxígeno comienza a hacer su trabajo y yo me sumerjo en un estado de aletargamiento sin dejar de sentir dolor.

     De repente el torbellino desaparece y yo caigo al vacío. Mis ojos se cierran y esos brazos que me atrapan sólo pueden ser los de la muerte.