Pokemon I: La Guarida de Flareon

Capítulo XIV

     Es de noche.

     Muero de frío.

     ¿En qué momento pensé que sería buena idea aventurarme a abandonar la ciudad sin más compañía que mi cámara digital, cinco Pokebolas y Diamond?

     Luego de discutir con Sheryl, salí corriendo a gran velocidad de la ciudad y me adentré en el bosque que la rodeaba. Gracias a esa decisión poco inteligente, estoy refugiada en una pequeña cueva. Conseguimos encender una fogata gracias a Growlithe pero el clima helado de las Islas Malvinas me hace temblar. Mis dientes castañean y la chaqueta que uso no es nada cálida. Growlithe se dejó caer cerca de mí para calentarme con su pelaje pero simplemente no funciona. Diamond parece disfrutar del frío.

     —Deberíamos hacer una fogata más grande —propone Diamond cuando escucha mis dientes castañear.

     —No funcionaría —respondo y me abrazo a mí misma con más fuerza—. Creo que lo único que podemos hacer es ponernos en marcha para entrar en calor.

     — ¿Ahora?  —Pregunta—. Podría ser peligroso, tú no lo resistirías.

     —Lo resistiré —le aseguro y abrazo con aún más fuerza—. Tengo que encontrar la Guarida de Flareon.

     —Yo también quiero ver a Flareon —dice Diamond con el mismo tono que habría usado mi padre sobreprotector—, pero tú no lo resistirías. Creo que pasaremos aquí la noche y volveremos a...

     — ¡Yo soy la Entrenadora aquí!  —le reclamo enfadada—. ¡Yo sé lo que hago! ¡Confía en mí!

     Diamond asiente y yo me levanto sin dejar de temblar. Espero que al comenzar a caminar, entre en calor.

     Pedimos langosta para cenar aunque, a decir verdad, no estoy segura de que debamos probar nada que haya cocinado la Elite. No puedo dejar de imaginarme que cuando corte un trozo de carne veré salir esa sustancia azul. Simplemente no tengo apetito.

     Fox y Harrison parecen pensar lo mismo que yo pues se ven angustiados.

     Cobby.

     ¿En qué pensaba esa estúpida cuando se fue así? ¿Dónde estará en éste momento?

     Veo hacia la ventana y puedo ver los copos de nieve que comienzan a caer lentamente.

     Está nevando y esa estúpida está ahí, afuera, en la intemperie. ¿Es que no piensa en nada que no sea ser parte de la Elite?

     —Crown.

     Levanto la mirada cuando escucho la voz de Fox. Me doy cuenta de que he estado doblando un tenedor hasta deformarlo completamente. Lo suelto y me levanto de golpe. Suelto un bufido. ¿Por qué no puedo dejar de pensar en ella?

     — ¿Te preocupa?

     ¿Es tan obvio?

     —Las Islas Malvinas no es el lugar más indicado para realizar una travesía nocturna —le respondo—. En especial cuando está sola.

     Me miran como un bicho raro. Fue mi estúpida y zorra hermana la que nos involucró en esto, ¿por qué me miran así?

     Mierda.

     —Deberíamos salir —dice Harrison.

     Giro para mirar cómo se empañan las ventanas. Afuera debe estar haciendo un frío mortal. Asiento lentamente y voy a mi equipaje para tomar un abrigo.

     Cobby me las pagará por esto.

     Salimos del hotel y el viento gélido que sopla en el ambiente me hace entrecerrar los ojos. La piel me escose, mi abrigo blanco no sirve para hacerme entrar en calor. Arreglo el cuello para cubrirme un poco mejor la nuca, agacho un poco la cabeza y meto ambas manos en los bolsillos. La cazadora marrón de Harrison y la chaqueta negra de Fox no parecen ayudarles tampoco.

     Maldita sea la Elite y su misión estúpida.

     — ¡Perla!  —grita Harrison.

     No quiero hacer esta misión estúpida de rescate.

     — ¡Perla, responde!

     Siento un par de copos de nieve caer sobre mi nariz cuando levanto la vista. Tal parece que la nevada de hoy se convertirá en una fuerte ventisca y nosotros, como estúpidos, vamos a salir de la calidez y seguridad de la ciudad para buscar a una estúpida que quería darse aires de valentía.

     Avanzamos por un sendero que nos conduce al interior del bosque y veo la nieve amontonarse sobre las rocas y los troncos huecos del suelo.

     Moriremos aquí, estoy segura.