-"Gracias a su poderío militar, Esparta fue una de las ciudades que lideraron a los aliados griegos durante las en la primera mitad del siglo V a. C. Entre el 431 y el 404 a. C"
El timbre sonó, despertando del trance a los estudiantes que abarrotaban el aula donde impartía clase. Estaba acostumbrada a la multitud, su juventud y excelentes calificaciones le habían dado una fama inmensa dentro de la facultad,
Una enorme sonrisa surcó su rostro, adoraba su trabajo, enseñar e ilustrar a jóvenes como ella que en cierta manera se veían atrapados y fascinados por las intrigas de una época tan lejana en el tiempo y aun así viva en las mentes, en los libros, en la imaginación de millones de personas atrapadas por mitos de antaño.
Los alumnos empezaron a recoger sus pertenencias, parloteando alborotados sobre el fin de semana, escuchando de fondo el eco de su voz, anunciando que continuarían con la historia de Esparta la semana siguiente mientras con una sonrisa nostálgica los veía partir, tan jóvenes, tan vivos, tan felices.
Un suspiro se escapó de sus labios metiendo sus papeles en su maletín, con gracia recolocó las gafas de pasta que adornaban sus ojos esmeralda, ojos que enceraban un misterio difícil de descifrar, el misterio de una mirada que ha visto mucho más de lo que aparentaba a su corta edad.
El tarareo de una canción nació en sus labios mientras abandonaba el aula, ya vacía, con paso seguro hacia su despacho. Se acababa la semana con esa última clase de viernes y ante ella se extendían dos días libres para dedicarse con ahínco a la misión que llevaba en secreto sobre sus hombros, dos días enteros para buscarla.
Ya en su despacho, terminando de corregir algunos trabajos atrasados para poder partir a su casa, unos suaves golpes sonaron sobre la puerta obligándola a enderezarse y recoger los cabellos castaños que caían sobre su rostro.
Sin esperar a ser invitado, el decano de la universidad penetró en el lugar, cojeando levemente como hacía años y apoyado en un sencillo bastón.
Regalándole una mirada tierna, el señor Kane se sentó frente a ella, aun fascinado por su juventud eclipsada por el gran conocimiento en historia antigua que la doctora Woods poseía, un raro hallazgo a la que había acogido bajo su protección y, sin pretenderlo, había empezado a querer como si de una hija se tratara.
La joven se quedó mirando con gesto de impaciencia a su jefe, esperando que este desvelara el por qué de su visita a pesar de que lo intuía, el señor Kane querría saber cómo iba su solitaria vida.
-Entonces Lexa, ¿Cómo se presenta el fin de semana? No me digas que vas a trabajar porque soy tu jefe y sé que lo llevas todo al día
No se equivocaba, siempre que Kane la buscaba era para interesarse por ella, para aconsejarla, para ser el padre que nunca tuvo a pesar de que llegaba veintiocho años tarde.
-El sábado seguramente tocaré con un grupo, ya sabes, Rock y letras que cuentan historias de antaño, y el resto del tiempo la seguiré buscando
-¿A la mujer perfecta y única capaz de sacar a Lexa Woods de la soltería?
-A mi Lyana, no pararé hasta encontrarla
-Tu fascinación con el mito de Lyana y Alessandro puede derivar en obsesión, Woods ten cuidado
Ella no contestó, sabía que no podía decir nada más, sus ojos se cruzaron y agradeció la ternura paternal que su jefe depositaba en ella mas él no podría jamás entenderla. Tras varios minutos hablando de banalidades se despidieron mientras Lexa se enfundaba su chaqueta de cuero, guardaba las gafas que solo usaba impartiendo docencia y salía del edificio con las llaves de su Harley en la mano sin dejar de sonreír, tenía un buen presentimiento, quizás esta vez si iba a encontrarla.
Voló sobre el asfalto encima de su moderna montura, camino al pequeño estudio que le servía como hogar, al que no tardó en llegar más de diez minutos debido a que con su vehículo se saltaba el tráfico infernal con relativa facilidad.
Una vez en su casa, dejó las llaves en cualquier parte al igual que su chaqueta, mientras con paso decidido se dirigió a su habitación que, desgraciadamente, estaba hecha una leonera, buscando su guitarra esperando tocar algunos acordes, ensayando para su noche siguiente.
Su pequeño ensayo duró unas horas pues no fue capaz de discernir el paso del tiempo, componiendo sin pretenderlo nuevas canciones, nuevas baladas cargadas de un mundo que ya había desaparecido mas, sin ella poder evitarlo, vivía en sus recuerdos.
Cansada y con hambre, se levantó de un salto dirigiéndose al baño para refrescarse cuando, inconscientemente, sus ojos se posaron sobre su rostro en el espejo, deteniéndose un instante, recordando, analizando su vida desde que había despertado a la verdad, desde que con quince años había recordado, desde que sabía que Alessandro vivía en ella tanto como Lexa, su alma era la misma.
Recordó como despertó empapada en sudor en una de sus casas de acogida, con los recuerdos de tantas vidas vividas, tantos momentos a lo largo de la historia en la que su alma volvió a la vida con un único propósito, encontrar a su Lyana y amarla como siempre juró, una promesa que no podía romper, un destino del que no podía escapar.
Lyana, su nombre fue lo primero que escapó de sus labios mientras las lágrimas descendían por sus mejillas, tenía que encontrarla mas no lo entendía, era mujer ¿Por qué era mujer? En todas sus vidas anteriores siempre fue un hombre, un guerrero, un luchador pero esta vez había vuelto en forma de mujer...
No le dio mucha importancia, solo una cosa ocupaba su mente un pensamiento obsesivo, encontrar a Lyana, encontrarla porque sin ella nada podía completarse, estaba perdido, o perdida, no importaba, era confuso.
Su amplia experiencia viviendo tantas vidas antes de esa le sirvió para destacar pronto en sus calificaciones, para acceder a la universidad antes de tiempo y doctorarse cum laude en historia antigua. No solo había cambiado su género sino también su oficio, por primera vez en más de mil años Alessandro no era guerrero, era simplemente Lexa Woods, profesora de historia antigua durante la semana y compositora de música durante sus tardes libres, cantautora poco conocida ya que apenas actuaba de vez en cuando, con la vaga esperanza de que, estuviese donde estuviese, Lyana escuchara sus canciones y aprendiera a recordarlo.
Con la noche ya avanzada, salió sin prisa de su apartamento, saltando en su moto y poniendo rumbo a uno de los mil bares donde solía perderse para apagar la sed y desconectar, durante unos instantes de los recuerdos, demasiadas vidas en la mente, demasiadas identidades de años ya pasados y solo una obsesión, Lyana, su Lyana, estaba tardando demasiado en encontrarla.
Una vez en el bar, se sentó en la barra pidiendo un Whiskey con hielo, escuchando sin prestar la más mínima atención la música discotequera que tronaba en sus oídos mientras mil jóvenes ajenos al mundo bailaban y reían. Un trago tras otro dejó la mente en blanco sin que la leve sensación que se había apoderado de ella durante el día la abandonase, estaba cerca, muy cerca, estaba convencida de ello.
De pronto un escalofrío recorrió su espalda, lo supo, ella estaba ahí. Un hormigueo bajo su piel más vivo que nunca fue el detonante para que abriese los ojos escrutando la multitud. Recordaba vagamente el regalo que Afrodita les proporcionó, su poder era inmenso pero tenía límites, solo Alessandro podría recordar a Lyana cuando alzcanzara cierta edad, Alessandro sería el encargado de encontrarla y de hacerle recordar, era el precio a pagar por una eternidad de poder amarse.
Durante más de mil años había aprendido a distinguir cuando las señales le indicaban que estaba cerca, Lyana, por fin la había encontrado pero ¿Cuál de todas esas muchachas sería la indicada?
Tras escrutar la multitud unos instantes centró su atención una vez más en su copa, intentando disimular la emoción que embargaba su ser ante la cercanía de su amada Lyana cuando de pronto, como una corriente eléctrica recorriendo su espina dorsal, una voz, grave y dulce, haciéndose escuchar por encima del gentío y la música infernal, su voz, Lyana la había encontrado.
-¿Me puedo sentar contigo?
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Mil Vidas
FanfictionAU Clexa, adaptación de un fic swanqueen también escrito por mi: ¿Quien es esa mujer con chaqueta de cuero? ¿Por qué le resulta tan familiar? Son preguntas que Clarke se hace nada más verla, su nombre Lexa Woods y la familiaridad que evoca es demasi...