Venganza

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No pudo conciliar el sueño por mucho que lo intentó. Ni siquiera las suaves caricias de Lexa en sus cabellos consiguieron relajarla por lo que fingió dormir, intentando no preocupar a la joven castaña con la que compartía el lecho.

Su noche en vela se cubrió por recuerdos que se le antojaban incluso más lejanos que las vidas acarreadas a sus espaldas. Recuerdos de una joven Clarke embelesada por los ojos oscuros y la sonrisa amable de aquel joven idealista del que se había enamorado.

Sabía que amor no era la palabra, no después de Lexa, después de su despertar... pero en aquel entonces estaba convencida de ello, Finn y Clarke, el uno para el otro... momentos que llegaban a su mente con maravillosa exactitud, momentos en los que fue feliz y se permitió abrazar los inmaduros sentimientos de la juventud, que errada estaba.

Prácticamente era una niña cuando creyó enamorarse de él, con Finn todo era fácil, era un chico atento y dulce, cariñoso y detallista, cada día que pasaba a su lado conseguía sorprenderla y ruborizar sus mejillas, durante años fue feliz a su lado, creciendo, poniendo nombre a dudas y miedos, sintiéndose segura en su fuerte abrazo.

Sus amigas lo aprobaban con gusto al ver que el joven vivía por y para ella, siempre con una sonrisa, con sus ojos brillando con amor y pasión. Durante más de dos años se convenció de que él era perfecto y que nadie la amaría de la misma manera, vivía un romance idílico digno de una novela hasta que todo a su alrededor se desmoronó, hasta que el destino jugó sus cartas imponiendo su ley y verdad, cambiando para siempre el surco de los acontecimientos.

Un escalofrío recorrió su espalda, hacía mucho tiempo que no pensaba en Finn y en su historia abrupta, en el fin de su romance... Todo empezó con una tragedia que la tuvo en vilo durante meses, un terrible accidente imposible de prever. Acababan de despedirse hacía solo unos instantes, tomando caminos opuestos con la promesa de encontrarse al día siguiente, cuando el sonido de un frenazo brusco llegó a sus oídos con nitidez, así como el golpe sordo de un cuerpo cayendo contra el suelo y los gritos de los transeúntes que con horror, miraban al joven tendido en medio del asfalto, rodeado por el carmesí de la sangre.

Un conductor borracho se saltó un semáforo arroyando con fuerza a Finn y ella sintió, en esos instantes, que la frágil línea de la felicidad se quebraba y el mundo dejaba de existir bajo sus pies, miles de promesas, de sueños en voz alta, de besos robados y sonrisas se arremolinaron en su mente mientras las lágrimas caían por sus mejillas y, estática, contemplaba como los paramédicos intentaban reanimar al muchacho del que estaba enamorada sin poder reaccionar.

De pronto sintió nuevamente el aire entrando en sus pulmones, el hombre que asistía a Finn, entre gritos, solicitó que lo trasladaran al hospital ya que, milagrosamente, había conseguido reanimar su corazón. Estaba grave pero vivía, tenía la oportunidad de volver a ella, no estaba todo perdido.

Largos fueron los meses en los que, diariamente, acudía al hospital a ver a su amado convaleciente, en coma debido al enorme golpe recibido. Los médicos eran optimistas con su estado ya que había sobrevivido cuando un golpe de semejantes características solía ser letal, ella esperaba, confiaba en que pronto él despertaría.

Con gran alegría, unos meses después, sujetó su mano mientras abría lentamente los ojos, lo cuidó con celo durante toda su recuperación y rehabilitación dando gracias al universo entero porque había sobrevivido... Sin poder entender que era el principio del fin, que ese accidente lo iba a cambiar todo, que el hombre que despertó no sería nunca más el Finn del que ella se había enamorado.

Al principio los cambios en su actitud eran apenas imperceptibles, eclipsados por la alegría de tenerlo de vuelta en el mundo de los vivos. Con el tiempo se fueron haciendo insostenibles, ahogándola, matando poco a poco cualquier resquicio de amor que pudiera albergar. Sus ojos, antes cargados de cariño y afecto, se tornaron fríos y crueles. Empezó a tratarla como si ella fuese una posesión, acosando cada paso que daba mientras palabras sórdidas y despectivas salían de sus labios, ya no había ternura y cariño en sus gestos, los detalles y las sorpresas desaparecieron al igual que las sonrisas y los sonrojos, Finn no había muerto pero sí la parte de él que mantenía viva la llama de su historia. No pudo soportarlo y terminó por alejarse, romper con él sintiendo como un enorme peso desaparecía de sus hombros, todo resquicio de amor que pudo albergar una vez por esa mirada oscura murió aplastada por la verdadera cara del muchacho, su obsesión por poseerla, por marcarla como una propiedad...

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