Rock'n Roll

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El viento acariciaba la maraña de cabellos claros y caoba de ambas mujeres mientras ellas, en su mundo, no prestaban atención a nada más que sus labios unidos en un beso, un gesto tierno, a veces efímero, un gesto que llegaba demasiado pronto o quizás demasiado tarde, un beso que congeló el tiempo, el mundo se detuvo y no existía nada más que ellas, sus labios unidos, su corazones palpitando embravecidos, sus manos enredadas y el sentir que, tras demasiados años, por fin habían encontrado su sitio en el mundo.

Faltó el aliento, a desgana tuvieron que separarse aspirando ese aire tan necesario para vivir, con su choque de miradas cargadas de demasiado por decir y falta de palabras para hacerlo. Finalmente, Clarke besó suavemente sobre los labios de Lexa, apoyando justo después su cabeza en el pecho de la castaña intentando contener las lágrimas al escuchar su corazón desbocado ante tal simple gesto.

Lexa rodeó con sus manos la cintura de su rubia, pegándola a ella aun más si eso era posible, suspirando, sonriendo, sabía que a partir de ese momento la misión de su vida se había completado, en poco tiempo Lyana despertaría de su letargo y ambas almas volverían a ser una como fueron antaño.

El silencio se hizo cómplice mientras el tiempo pasaba lento, en el campo solo se podía escuchar el silbido del viento y sus calmadas respiraciones, perdidas en pensamientos profundos, en un amor intenso que las desbordaba.

De pronto Clarke empezó a echar en falta la suave voz de Lexa, esa voz que la estremecía haciendo vibrar su alma, aun era temprano y podían alargar el momento, quizás otro de sus cuentos, de sus historias de amores pasados que avivaban sus ansias, su necesidad imperiosa de estar cerca de Lexa, de sentirla, sentir su corazón latiendo sin prisa.

-¿Cómo continua?

-Supongo que continua conmigo cortejándote, llevándote a más citas, enamorándote...

No pudo evitar reprimir una carcajada mientras su sonrisa se ensanchaba. Lexa pretendía enamorarla mas eso ya lo había conseguido, no sabía cómo ni cuándo ni por qué le era imposible sacarla de su cabeza pero si sabía que estaba perdida sin ella, eso era un hecho. Golpeando suavemente su hombro mientras reía sin poder evitarlo se perdió en la inmensidad de sus ojos verdes, esos mismos ojos que la miraban como si nada más que ella existiese en el mundo y sobrecogida guardó silencio unos instantes.

-Me refería a la historia, la de Alessandro y Lyana ¿Cómo continua? Aun no es tarde y tenemos tiempo

Lexa se acomodó como pudo sobre el mantel, estrechando más su abrazo para sentir el cálido aliento de Clarke colándose a través de la tela de su camisa y estremeciendo su piel. Sonreía, no podía no hacerlo, Lyana gritaba desde dentro de su rubia, empujándola a querer saber, intentando entender porque eran tan importantes esas historias, por qué la estremecían, por qué la habían empujado a un beso que llevaba demasiados años ansiando.

Sin prisa empezó con su relato, un salto demasiado grande en el tiempo pues Afrodita decidió que sería lo correcto para despistar a Hades en su lucha eterna contra los dos amantes. El dios, durante demasiado tiempo, los estuvo buscando entre los vivos para destruir una vez más su historia por lo que su benefactora consideró oportuno esperar a que él se diera por vencido.

Siglos después, ya en el catorce, un muchacho, Jacques, nació llevando en él a Alessandro, hijo de nadie una vez más, huérfano y luchando por sobrevivir en un mundo oscuro y sombrío donde la religión había tomado el control de los hombres llevándoles a guerras absurdas y sanguinarias por todo el antiguo continente.

Movido por el instinto que Alessandro despertaba en el joven muchacho, aprendió a pelear para sobrevivir, a usar la espada con destreza, luchando siempre que podía para ganarse el sustento, entrando demasiado joven a formar parte del ejercito de un gran señor feudal, dueño de las tierras más acaudaladas de la Francia medieval.

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