Capítulo I

437 33 51
                                    


Héroes de Padierna, Ciudad de México.

Época actual.

No sé dónde estoy. Sólo sé que puedo sentir que estoy recostada en una cama demasiado mullida. Demasiado grande. Mi cabeza se posa sobre las almohadas más esponjosas que he usado. Son como gigantescos malvaviscos.

Sin embargo, mi cuerpo entero duele. Y mi visión borrosa es angustiante, pues la última vez que vi algo parecido, aunque de menor gravedad, fue cuando recibí el disparo que bien pudo haberme matado.

Ojalá lo hubiera hecho.

Las cosas tardan en aclararse. No hay sonidos por ninguna parte, a excepción de mi respiración agitada. Estoy en una habitación cualquiera. No hay nada especial. No hay nada que merezca la pena ser mencionado.

Todo mi cuerpo está aullando. Incorporarme es difícil, pero es la única forma en la que puedo ver cuán mal estoy. Cuántos vendajes me cubren. Algunos, aún manchados con sangre seca. En mi rostro también puedo sentir una punzada de dolor demasiado... U-un... momento... T-tengo que... ¿Q-qué es...?

Mis piernas tiemblan al levantarme para correr hacia cualquier espejo. O, al menos, eso es lo que pretendo. Mis músculos se sienten atrofiados por la falta de movimiento. Casi llego a rastras hacia el espejo que revela justo lo que temía. Justo lo que sentí.

Una herida que surca mi rostro, por el lado izquierdo. ¿Cómo es posible que mi ojo siga funcionando? Es... horrible... y la han cosido. Los puntos unen la piel que comienza a cicatrizar. ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Por qué no puedo recordar nada?

Duele. No hay sangre, pero hay un dolor infernal. Un dolor que no es físico. Un dolor que sólo puede entenderlo quien sabe que nada será igual a partir de un momento como éste.

—¡Sheryl!

La voz de Victoria acompaña al sonido de algunas cosas que caen al suelo. Ella prefiere correr hacia mí para asegurarse de que pueda mantenerme en pie. Y eso es difícil, pues el dolor acumulado cuando estoy en esta posición es mortal.

—N-no me toques... No necesito ayuda...

—Sí, sí. Lo que digas. Andando, ven a recostarte de nuevo.

No sé cómo lo consigue, pero al menos me ha convencido de sentarme de nuevo. Ahora el dolor se concentra en mi columna. Y en mi rostro. ¿Esa cicatriz no desaparecerá jamás...?

—¿Dónde están mis Pokemon?

—Están en el jardín. Los hemos convencido de salir a estirar las patas... Todos están en perfectas condiciones. Gyarados y Lugia ya se ha recuperado.

—¿Gyarados...? ¿Lugia...?

¿Qué... fue lo que... pasó...? ¿Por qué el semblante de Victoria se ensombrece así...?

—Sí... Alma dijo que posiblemente lo olvidarías. Has pasado aquí casi un mes.

—¿Qué...?

—Hemos estado ocultándonos en esta casa. Alma es una de las clientas del primo de Lynda. ¿Puedes creer que los trabajos que hace ese sujeto consisten en limpiar la zona de los Entrenadores de la Elite por la noche? Parece que es más confiable de lo que pensamos...

—¿Por qué estoy aquí, Victoria? ¿Qué sucedió con Gyarados y Lugia? ¿Dónde están...? ¿Dónde están Diamond y Lucario?

Suspira.

Pokemon Re-Start II: SuplicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora