Capítulo VIII

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     Cunningham apenas puede organizar al equipo lo suficiente como para contraatacar. Ni bien hemos corrido hacia la puerta del refugio, un estruendo llega desde el piso superior. No es como si alguien estuviera acribillando la puerta con puñetazos. Es diferente. Intentan derribarla con algo más fuerte. Algo que gruñe entre cada impacto, y que hace que el techo retumbe con sus correteos.

La mirada de Lynda se endurece, al mismo tiempo que toma tres Pokebolas y se prepara para lanzarlas.

—Es un Aggron —dice—. Estoy segura.

—Nada que no podamos remediar —dice Cunningham—. Tenemos que limpiar la zona antes de escapar. No podemos arriesgarnos.

—Yo me encargaré de eso —dice Victoria, tomando también una Pokebola y transformándose rápidamente en una verdadera guerrera—. Yveltal y yo ganaremos tiempo. Sheryl, tú llama a Lugia y saca a los demás de aquí. Nos reuniremos en un rato.

No puedo controlar los correteos con los que todos se dispersan. Sólo siento que todos pasan sin fijarse en que yo no estoy moviéndome. Salen junto con Cunningham, empuñando sus armas y llamando al menos a dos Pokemon más para inspeccionar la casa. Los estruendos de Aggron aún se escuchan en el piso superior, cada vez más enfurecidos. Absol y Houndoom parecen estar más que dispuestos a un par de humanos, al menos. Y quiero verlos en acción ahora que lo sé todo, pero...

No.

No tengo tiempo para esto.

Concéntrate, Sheryl. No puedes dudar ahora. ¡Diamond te necesita!

—¡Cunningham, espera!

A Keynes y a Bradley realmente les desagrada que tome a Cunningham por el brazo para detenerlo. Incluso a él parece molestarle.

—Agente Crown, no es momento para...

—Cunningham, no podemos irnos así. Tengo que sacar a Diamond, y la única manera de que los Dioses Legendarios entren en sus Pokebolas es cuando son derrotados en una batalla. No tenemos tiempo para esto, y llamaremos la atención si provocamos a Diamond lo suficiente como para que despierte sus verdaderos poderes. Tengo que encontrar otra manera... ¡Por favor! Ayúdame a ganar tiempo suficiente mientras puedo convencerlo de unirse a nosotros. ¡Prometo que no tardaré mucho!

Intercambia miradas con Bradley y Keynes. Ninguna está segura de que mi plan sea efectivo. Y, aun así, ambas asienten. Cunningham hace otro tanto, sin importarle lo que ellas puedan decir.

—De acuerdo, agente Crown. Encárguese de ello, y nos reuniremos después.

Eso basta.

Los tres corren hacia el primer piso, mientras yo lucho por encontrar la escalera que me llevará a la habitación llena de cojines y muñecos de felpa. Sabía que esto era lo correcto, pues Lucario ya está esperando ante la puerta e intenta abrirla de cualquier manera. Aunque es considerablemente más poderoso que cualquier otro, la puerta no cede. Las ráfagas de agua no parecen ser suficientes. Y la forma en que los goznes reaccionan disparando electricidad estática es suficiente para saber que Diamond intenta protegerse.

Tenemos que derribar esa puerta.

—¡Lucario, apártate!

—¡Debiste decirme que Diamond estaba aquí dentro!

—¡Dije que te apartes!

No le queda más opción que obedecer cuando libero a Dewgong, quien brota majestuosamente de la Pokebola y libera una ráfaga de aire gélido como si ya supiera cuál es su misión. La puerta ahora está congelada, junto con una parte del muro.

Pokemon Re-Start II: SuplicioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora