La impresión de esa noticia me hizo caminar más rápido de lo que imaginé que podría ser con mi tobillo herido. Incluso me siento poderosa cuando Kyle e Ian nos conducen al centro de comando que nos recuerda que no es del todo un Centro Pokemon inofensivo. Hay tantas cámaras de seguridad, que las pantallas llenan toda una pantalla y deja claro el motivo por el que se respira tanta paz en este lugar. Con semejante vigilancia, cualquiera tendría cuidado incluso del ritmo de su respiración.
Los coreanos se sientan en círculo alrededor de las pantallas holográficas que también llenan el centro de la habitación, y que muestran las cámaras que dan hacia el exterior del Centro Pokemon. Todos están filtrando señales, al parecer. Estamos viendo señales de calor en los hologramas, pero todas van desapareciendo mientras un radar azul se mueve entre las pantallas. Pasa por los cuerpos de las personas y los Pokemon que no tienen idea de que están siendo vigilados. Kim está aquí, por supuesto, con los brazos cruzados y la expresión endurecida. Esa es la mujer a la que conocí en la isla, y no la niña extraña que tanto disfrutaba las delicias turcas en su oficina.
—Nada todavía —informa Lynda cuando nos ve llegar—. No hay ninguna señal de Serperior.
—Pero tampoco hay rastro de alguien extraño que haya entrado a donde estábamos nosotros —dice Keynes—. Sólo nos separamos por un segundo, cuando supimos en qué habitación estaban Bradley y el señor Cunningham.
—Tiene que haber algo —dice Victoria—. Una Master Ball no puede desaparecer de la nada.
—Mucho menos las nuestras —asiente Ian—. Tienen un rastreador. Y no hay ninguna señal de él. La Masterball estaba entre las Pokebolas de Lynn cuando llegamos aquí. Literalmente, desapareció delante de nuestras narices.
—¿Sabemos dónde está Katzenner? —dice Victoria.
—Lo he puesto bajo custodia —asiente Kim—. El resto de los Dioses Legendarios están en su poder.
—Excepto por Houndoom —responde Lynda, y me entrega una Pokebola donde puedo estar segura de que está Lugia—. El señor Cunningham está todavía con Bradley.
—Si tenemos un intruso en este lugar —continúa Kim—, caerá antes de que llegue con Darian Cunningham.
Me ha provocado un escalofrío. Y aunque no quiero admitirlo, también quiero ver que sus palabras se demuestren con hechos.
—Nadie más que nosotros sabía que teníamos a Serperior —continúa Kyle—. Así que no hay muchas opciones, a no ser que hayamos estado vigilados durante todo este tiempo.
Pero a mí me basta con lanzar una mirada alrededor para estar segura de que hay alguien que falta.
—¿Dónde está Harrison? —les digo.
Pero intercambian miradas. Nadie lo sabe. Y a juzgar por sus miradas, podemos estar seguros de que todos estamos en la misma sintonía.
Juro que mataré a James cuando lo tenga enfrente.
—¡Miren eso!
Lynda llama la atención, segundos antes de que uno de los hombres de Kim intente decir lo mismo. Está señalando uno de los hologramas. Es la cámara dentro de un ascensor. No hay enfermeras cerca de él, pero queda claro que no pertenece a este lugar. Los rasgos europeos son inconfundibles. Es un sujeto albino, que usa una bata blanca que no lleva el escudo de la Peulo Ligeu Kochi. Lleva las manos metidas en los bolsillos y mantiene la mirada fija en la cámara. Sabe que estamos viéndolo.
Kim se inclina un poco hacia el holograma. Una siniestra sonrisa se dibuja en sus labios.
—Parece que tenemos visitas... —dice—. La PKM—Jameiat Sirria no iba a confiar a ciegas en nosotros, después de todo.
No sé cómo interpretar eso.
—Armado —menciona uno de sus hombres, y nos muestra los resultados que arroja el radar—. Subiendo.
—¿A dónde lleva ese ascensor? —dice Kyle.
Sin embargo, Kim suspira y su expresión se endurece.
—Hacia el área de recuperación —responde—. Él no tiene a Serperior. Va por Darian Cunningham.
Nuestras miradas vuelven a cruzarse.
No me siento lista para volver a la acción, pero supongo que no tengo más alternativa. Pero si él no tiene a Serperior, ¿entonces dónde está?
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Darian Cunningham.
Alguna parte de la frontera de Estados Unidos y Canadá.
Época actual.
Hemos pasado tantos años luchando mano a mano, querida amiga... Me duele en el alma tener que reconocer que no sabemos cuál es el destino que nos depara esta existencia llena de adrenalina. Elegimos bien nuestro camino, ¿o no?
Tu mano se siente tan fría. Y aunque el monitor diga lo contrario, tú y yo sabemos que el veneno de Naganadel no puede ser vencido tan fácilmente. Mis muchachos podrían correr con la misma suerte que tú en cualquier momento. No puedo permitir que esto pase. No ahora. No después de toda una vida esforzándome por cambiar al mundo. Pero, ¿qué puedo hacer? No puedo dejarte partir. Sé cuál es nuestro pacto y sé que estás dispuesta a morir con tal de llevarte mis secretos a la tumba, pero no estoy dispuesto a permitir que eso suceda. ¿Cómo puedo protegerte?
Sé que en Seúl estarás a salvo. Pero mis hijos saben mejor que la Peulo Ligeu Kochi tiene sus métodos para obtener lo que quiere. Y si alguien lo descubre... Estoy dispuesto a pagar el precio que sea, con tal de mantenerte a mi lado. Mis muchachos te necesitan también. Sabemos que es a mí a quien quieren.
—Amo.
Houndoom es mi única compañía. Mis muchachos deben estar abajo, y es mejor así. Son demasiado jóvenes para estar encerrados, como nosotros. Han sufrido por tanto tiempo, que un poco de aire fresco de pronto se convierte en el único pago que vale la pena. Acariciar la cabeza de Houndoom siempre viene bien para recordar que todo vale la pena.
—Pronto estaremos de vuelta en casa, amigo mío —le digo—. Esto no será más que un mal recuerdo.
Houndoom sonríe. Su naturaleza aflora cuando inclina su cabeza, buscando mi mano para que le dé una caricia más. Sin embargo, la detonación me deja sordo y aturdido por un segundo. Quema en mi oreja y en mi mejilla. Y Houndoom salta para convertirse en una fiera, mientras yo me levanto para encarar a esa mujer que ahora mismo va entrando en la habitación. No está dispuesta a negociar.
—Quieto —me dice—. Eres una sabandija escurridiza... No escaparás una vez más.
No puedo hacerlo, desgraciadamente. No dejaré descubierta a la agente Bradley, y Houndoom tampoco.
—Pero, niña, ¿qué te han hecho en la cara?
Ella sigue apuntándome con el cañón de su arma. Intenta amedrentarme, pero consigo moverme para cubrir a Bradley. El fuego está brotando de Houndoom, a la par que una alarma se activa. A esa mujer no le importa. Su rostro está lleno de cicatrices, pero su aspecto es inconfundible.
—He dicho que no te muevas —responde ella—. No estoy buscándote a ti, pero me recompensarán por conseguir tu cabeza.
Llama a su Gothitelle, que se posa a su lado. Ella también pareciera ser un producto de las manos siniestras del doctor Frankenstein.
Entre todos los escenarios posibles... ¿Quién diría que enviarían a Amber Mawson a cazarme?
Cuéntame e ignora mi deux ex machina porque lo necesitaba ya que perdí mi carpeta de fanfics y me tuve que sacar el final de Re-Start 2 de la manga :')
¿Quién crees que envió a Amber Mawson? ¿A quién está buscando en realidad? Si ella va hacia Cunningham, ¿quién es el albino europeo? ¿Será que James tiene la Master Ball de Serperior? ¿Cuáles son los secretos que Bradley se llevará a la tumba? ¿Crees que Kim realmente quiere salvar a los inocentes? Lo descubrirás el viernes :3
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Pokemon Re-Start II: Suplicio
Fiksi Penggemar¿A dónde se ha ido mi fuego interno? ¿Cuándo fue que me volví tan débil y temerosa? Mi interior y mi exterior tiemblan como gelatinas cuando escucho el apellido Mawson. Me llena de temor. De inseguridad. De incertidumbre. Cada persona tatuada q...