Patrick

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El tiempo pasó volando. Llegó diciembre y el día más feliz de mi vida. Estaba hecho un manojo de nervios. Jamás pensé llegar tan lejos con un hombre, y allí estaba, alistándome frente al espejo para mi boda.

—¡Bebé, ¿ya estás listo?! —me preguntó mamá.

—¡Ya casi!

—¡Se nos hace tarde, amor! ¡Ni siquiera yo tardo tanto en arreglarme!

—¡Dije que ya casi!

Me cepillé el cabello y me acomodé la corbata. Estaba listo. Salí de la alcoba, donde me esperaban Tania, mamá y tío Jacob.

—¿Cómo me veo? Siento que mi cabello está igual.

Mamá estaba al borde del llanto y Tania no paraba de tomar fotos. Quizá papá no me acompañaría en ese día tan especial, pero tenía a mi tío. No sólo era idéntico a él, sino que había sido como un padre también. Significaba mucho para mí que me acompañara.

—Te ves muy bien, hijo —me dijo, sonriente—. ¿Nos vamos ya?

Asentí, y nos dirigimos al lago. La ciudad estaba teñida de blanco por la nieve y podía ver cómo caían unos cuántos copos. Ni idea por qué elegimos la fecha de Navidad para casarnos. Supongo que pensamos que era romántico.

En esos últimos meses, Walter había recuperado su empleo gracias a las cámaras de seguridad y la confesión y renuncia del tal Gale; también empecé a ponerme al corriente con la editorial, y nos habíamos mudado a la casona que papá nos dio.

—¿Nerviso, hijo? —me preguntó mi tío, mientras conducía.

—Bastante...

—Espera a la luna de miel —intervino mamá—. Mi regalo de bodas es el Kama-sutra que usaba con tu papá, para que Walter y tú puedan experimentar cosas nuevas.

—Órale —se echó a reír tío Jacob junto a Tania.

—¡Mamá!

Walter

Recuerdo las palabras de papá antes de llegar al lago: «No te desmayes, no llores ni te rías. Este es tu momento, Edward. Estaré junto a ti en todo momento imaginando que es una boda hetero». Y allí estaba, parado junto a él, Evan y el juez, frente a cientos de invitados —en su mayoría, familiares de Patrick.

Tenía ganas de hacer pipí.

—Aún no entiendo por qué esta fecha para casarse. Nos dará una hipotermia a todos —susurró papá a mi oído—. Ni siquiera se ha cumplido un año de la muerte del puto padre de Patrick y ustedes ya andan cantado Take Me to Church. ¿No pudieron haber sido más imprudentes?

—Papá, ¿ni siquiera por hoy puedes mantener la boca cerrada? ¡Ay! ¡¿Me pellizcaste?!

—No iba a abofetearte frente a tantas personas por contestarle así tu padre. Ahora párate derecho, cabeza hueca.

Entonces vislumbré un auto acercarse, y me emocioné al ver que Patrick y su familia bajaban de él. Lucía tan apuesto. Un nudo se formó en mi garganta.

—Llegó la novia —dijo papá, y él y su amigo se carcajearon. Ni siquiera reparé en ello.

Todos los invitados voltearon a verlo. Cuando Patrick me vio, noté que estaba igual de nervioso que yo. Hubo silencio, él y su tío se pararon el uno junto al otro. La banda comenzó a tocar, y llegó el momento.

Caminó hacia mí. No podía sentirme más pleno. Al llegar hasta el altar, el señor Jacob me saludó y nos dejó a solas con el juez.

—Luces precioso —le dije a Patrick.

Dos enamorados en patrullaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora