Patrick

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Sinceramente, cuando le conté a Tim lo de Walter y yo, esperaba otra reacción. Se carcajeó hasta doblarse sobre su asiento.

—¡Deja de burlarte! ¡Esto es serio! —le reproché.

—Es que —trató de contenerse—... lo corriste de su propia casa. Y el muy imbécil, como es obediente, se va. Dios mío. Si estuviese en su lugar, habría alegado, por lo menos.

Desvié la mirada. Me sentí culpable. Pero ese sentimiento se desvaneció cuando recordé aquella terrible escena.

—Él me engañó, Tim. Tuvo el descaro de besarse con aquel tipo ¡el día del funeral de mi padre! Maldita sea. Me da rabia sólo recordarlo.

—Tal vez fue un malentendido. ¿Qué excusa te dio?

—Pues... no lo dejé hablar, si quiera. ¡Pero vamos, yo lo vi!

—«Siempre serás el villano en una historia mal contada». Pero bueno; es una lástima que ya no estén juntos. Me emocionaba ser tu padrino.

—Me duele que todo haya terminado así nada más... Lo extraño tanto.

—Entonces perdónalo —se encogió de hombros.

—¿Estás loco? ¿Por qué perdonaría una traición? Demuestra que a esa persona no le interesé lo suficiente. No lo hice con Lowrey, no lo haré con Walter —me crucé de brazos.

—La diferencia entre ellos dos, es que Village People te demostró múltiples veces que te amaba de verdad. ¿O no?

—Sí, pero... ¿entonces por qué hizo lo que hizo?

El idiota de Tim hacía que me cuestionara todo y considerara perdonar a Walter.

—Ya te lo dije: quizá fue un malentendido. Pero allá tú. En lo personal, si Grace me hiciera algo así, creo que se lo dejaría pasar. Estoy seguro de que me ama y quizá sólo buscaba algo de diversión. Los humanos somos débiles. En tanto ambos estemos seguros de nuestros sentimientos, no pasa nada, porque al fin y al cabo terminaremos regresando con el otro.

La opinión que Tim tenía respecto a la infidelidad no me parecía tan descabellada, pero no por eso estaba de acuerdo con él. Tenía mi propia postura, y esa era que si no te basta con la persona que tienes, es porque no la amas lo suficiente.

Seguía amando a Walter y quería perdonarlo, pero ya había pasado por eso antes. No era algo fácil.

Tim se fue luego de media hora de seguir charlando porque tenía asuntos que atender en la estación. Me quedé tumbado en el sofá tratando de poner mis pensamientos en orden. Seguía sintiendo culpa. Aunque no con intenciones de perdonarlo, debía llamar a Walter para decirle que volviera a su casa e irme. Seguramente le había pedido asilo a su padre y sabía lo mal que se llevaban.

Mientras meditaba con los ojos cerrados, mi celular comenzó a sonar con insistencia. Me digné en alcanzarlo luego de la segunda llamada y contesté:

—¿Qué quieres, Tania?

—¿Que qué quiero, señorito? ¡Debiste estar aquí hace media hora! ¡Sólo faltas tú!

Aquel era el día en el que se llevaría a cabo la lectura del testamento de papá. Toda mi familia había logrado reunirse finalmente, pero yo no quería asistir. No me interesaba y no tenía ánimos de verlos o salir.

Dos enamorados en patrullaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora