Epílogo

4.3K 663 171
                                    

Y esa fue la historia de cómo conocí al amor de mi vida. No fue la gran cosa, pero me dio la gana relatarla. Han pasado dieciséis años desde que estoy con Walter y no puedo quejarme; todo este tiempo ha sido grato para mí. La cosas han cambiado mucho, pero para bien. Aunque, como en cualquier matrimonio, han habido altos y bajos.

—¡Walter, ya levántate! ¡No seas holgazán! —le digo, ceñudo, mientras me anudo la corbata frente al espejo.

—Cinco minutos más...

Lo miro, enfadado, y le lanzo un muñeco de felpa al rostro.

—¡Oye! ¿Cuál es el apuro? —se incorpora, bostezando.

—¡Se me hace tarde y te toca llevar a Jason a la escuela! ¿Quieres que le pongan otro retardo? ¡Ponte pantalones y una camiseta! —me coloco el saco y los lentes.

—Agh... ya cásate.

—Ya lo hice. Hace trece años ¡con un holgazán que no puede llevar a nuestro hijo a la escuela!

—Un holgazán que te ama mucho —se levanta para darme un abrazo y besarme.

—Suéltame. Se me hace tarde.

—Antes eras más tierno. ¿Qué pasó? —se lamenta.

—Jason llegará tarde si no te apresuras —remarco.

Walter bufa, y me despido de él con un beso, para, en seguida, bajar las escaleras.

—Papá, ¿tú me llevarás a la escuela hoy? —me pregunta la inocente voz de mi hijo.

Su nombre es Jason. Tiene doce y es muy parecido a Walter, a excepción del color de sus ojos, que son marrones y usa gafas como yo.

—No. Walter se encargará. Te veo en la noche. —Beso su mejilla y procedo a salir de casa.

Walter

Luego de vestirme, bajo las escaleras, bostezando. Sumen a treinta y tres años otros trece años. Lo sé, qué horror. Si para Patrick a esa edad era un anciano, imaginen cómo me trata ahora.

—Buenos días, Jason —lo saludo.

—¡Buenos días, papá! Papá dijo que me llevarías a la escuela hoy, y faltan quince minutos para que la cierren.

—¿Ya alistaste todas tus cosas?

—Sí.

—Entonces vámonos. —Saco las llaves de mi bolsillo y él se cuelga la mochila en la espalda; en seguida, salimos de casa y arribamos mi vehículo.

Me pongo en marcha con dirección a su secundaria. Curiosamente, en la que Patrick solía dar clases.

—¿Ya hiciste amigos? —le pregunto.

—Pues... conocí a una persona. Creo que somos amigos.

—¿Ah, sí? ¿Cómo se llama?

—Terrance Ryder. Es un año mayor que yo. Lo conocí en el receso.

—Ryder... ¿Su padre no es locutor de radio?

—¡¿Cómo lo supiste?! —exclama, sorprendido.

—Digamos que tú papá y yo lo conocemos —sonrío.

—Hablando de eso... ¿cómo se conocieron papá y tú? Tengo mucha curiosidad.

—Es una larga y aburrida historia, hijo.

—¡Anda! Tenemos tiempo.

—Bien, bien. Ah... pues todo comenzó hace dieciséis años un domingo por la noche...

Dos enamorados en patrullaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora