Walter

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Cuando Patrick me llamó, supe que a partir de ese momento algo entre nosotros daría inicio.

Al llegar a la cafetería y verlo tan vulnerable en aquella mesa, de inmediato supe que tenía que ver con su ex. Me acerqué con sigilo mientras se frotaba los ojos con la mano derecha.

—Hola —lo saludé con voz suave, captando su atención—. ¿Todo en orden?

—No... —dijo, entrecortado—. Necesitaba hablar con alguien y no tenía a quien más acudir... Lamento haberte molestado; seguramente tienes cosas más importantes que hacer. Pero no quería estar solo ahora... —se cubrió la cara con ambas manos.

—De hecho, hoy es mi día libre —me senté frente a él—. Agradezco que hayas llamado, incluso. Me salvaste de la monotonía.

Una breve sonrisa adornó sus labios, pero ello no bastó para aliviar su dolor. Verlo tan mal hacía que sintiese pena por él.

—¿Hablaste con tu ex? —pregunté.

Se limpió las lágrimas y me vio, con los ojos rojos e hinchados, para después responder:

—Nos vimos, sí... Terminamos formalmente... Negó todo, claro... el hecho de que me había sido infiel.

—Típico. Y... ¿al menos mostró arrepentimiento?

—Lloró mucho. —Guardó un breve silencio y cubrió su boca con el dorso se su puño—. Lo que más dolió —habló entrecortado—... fue que ni siquiera se esforzó. Esperaba que al menos rogara un poco —una lágrima se deslizó por su rostro—... pero veo que no le importó perderme. Esa perra. Después de todo lo que hice por ella... y no fue suficiente. Sólo quería satisfacerla.

—Escucha, no deberías pensar en qué hiciste o qué no hiciste; estoy seguro de que fuiste un excelente novio. Fue ella quien decidió engañarte y no saber valorarte. No tienes la culpa de nada.

Él soltó una risita melancólica.

—El hombre que me arrestó anoche trata de animarme... —Sonreí al oírlo—. Muchas gracias, en serio...

—No vale la pena que derrames lágrimas. Y recuerda que dicen que siempre llega alguien mejor.

—Dudo que llegue alguien pronto... Creo que me enfocaré en otras cosas por ahora, como mi carrera y eso... O conseguir un nuevo hogar, ahora que lo pienso.

—Bien dicho.

Entonces charlamos un largo rato, como dos amigos que se conocían de toda la vida, mientras tomábamos unas deliciosas tazas de café. Le conté que ayudaba a papá a limpiar su ático y me contó sobre su mudanza a casa de su mejor amigo y sobre su mejor amigo. Y seguimos tocando el tema de lo chistoso que era aquel encuentro entre los dos y los giros que daba la vida. Fue cuando aprovechamos para conocernos mejor.

—¿Qué tal si me cuentas sobre tu vida? Siento que sólo hablamos de mí y eso no me pone muy cómodo —dijo Patrick.

—¿Qué te gustaría saber?

—No sé; qué te gusta, qué te disgusta, tus pasatiempos favoritos...

—Me gusta bailar, hacer deporte, ir de compras, pasear en la playa... Leer también es algo que disfruto.

Dos enamorados en patrullaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora