Eran la 1:45 am, y aún daba vueltas por toda mi cama, sin logran conciliar el sueño.
Chris se había ido hace un par de horas, después de una larga charla donde hubo lágrimas y risas. Por primera vez en toda mi vida, pude llorar frente a alguien sin sentirme miserable... o no tán miserable.
Mis pensamientos iban directamente a mi familia, en todo lo que había sufrido a causa de su rechazo, y ahora resulta que viene a buscarme, cuando años atrás dijo que nunca lo haría.
Un suspiro de pura frustración salió de mi, al tiempo que me llevaba ambas manos a la cara.
-Si sígues así acabarás volviendote loca-
Me senté de golpe mientrás miraba al chico recargado contra el umbral de mi puerta.
Dracó tenía los brazos cruzados, y una sonrisa se asomaba por las comisuras de sus labios. Poco a poco se acercó a mi cama, sus ojos estaban fijos en los míos.
Mi respiración era fuerte, todo en él irradiaba confianza y seguridad. Se sentó en el borde junto a mi, y una de sus manos subió hasta mi cara, sujetándola con delicadeza.
Se acercó lentamente a mi, sus ojos iban de mis ojos a mis labios, cuando estuvo lo suficientemente cerca, pude sentir su respiración en mi boca, sus largas pestañas hacían cosquillas en mi mejilla, y mi corazón latía tan fuerte que temí que Dracó pudiera escucharlo.
Quería besarlo, moría por hacerlo.
Con su otra mano sujetó mi otra mejilla, a manera que ahora mi cara estaba ahuecada por sus manos. Acercó sus labios a los mios, podía rozarlos, y cuando estuve a punto de cerrar el espacio que quedaba, él subió su cara hacia mi frente, depositando un beso dejándolos ahí unos segundos.
Cerré los ojos con fuerza, era la segunda vez que lo hacía y pensé seriamente darle un golpe, pero antes de que pudiera hacer o decir nada él se alejó de golpe, tirando de mi poniéndonos en pie.
-Ven conmigo- me pidió con voz ronca.
Me tomó unos segundos carburar lo que acababa de decirme. Bajé mi vista hacia mi cuerpo para ver mi pijama que consistía en una camiseta sin mangas y unos shorts cortos.
-A dónde?- giré la cabeza hacia el reloj y marcaba la 1:55 am.
Claramente a mi papá no le haría ningúna gracia que saliera a estas horas con un chico a Dios sabe donde.
-Ya lo verás, pero antes cambiate- me recorrió de pies a cabeza lentamente.
-Vale, pero voltéate- caminé hacia mi armario para sacar algo de ropa.
Una leve carcajada brotó de sus labios.
-Soy hombre, no me pidas eso- su sonrísa marcaba un hoyuelo junto a su boca.
Rodé los ojos, tomé mi ropa y me dirigí al baño.
-Que haces?- levantó una ceja mientras me veía caminar.
-Te estoy evitando tentaciones- le guiñé un ojo y me metí.
Después de ponerle seguro a la puerta, me deshice de mis prendas doblándolas para después volver a ponermelas. Me vestí con unos jeans negros y una playera blanca ajustada. Cepillé mi cabello y mis dientes, y salí para ponerme zapatos.
Pude sentir la vista fija de Dracó en mi, atento de todos mis movimientos. Saqué mis amadas botas militares negras y un par de calcetines. Me senté en mi cama mientrás terminaba de ponerme los zapatos, una vez lista observé a Dracó que no dejaba de verme.
-Qué?- le sonreí mientras ladeaba un poco la cabeza.
Se tomó unos segundos antes de responder.
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Las Lagrimas De Un Ángel, La Agonía De Un Demonio
Ciencia FicciónLas estrellas miran, la luna me abraza... un ángel llora.