[IV]

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Armin leía por tercera vez uno de los pocos libros que había en biblioteca de la escuela. La suave brisa revolvió su cabellera rubia mientras pasaba una página más. A su lado, una sombra le cubrió, tomando asiento a su lado. El chico permaneció en silencio, ignorando aquella presencia, pero aceptando su compañía. Jean, a su lado, permaneció en silencio también, mirándole de soslayo, analizando su rostro aniñado y dibujando con su mirada el trazo de su diminuta nariz respingona. En aquellos momentos, no solían hablar. Armin leía y Jean pretendía estar distraído. El castaño, a veces, cuando sabía que estaban completamente solos, le tomaba un mechón de pelo y jugueteaba con él. Otras veces, Armin dejaba caer su mano izquierda y la apoyaba sobre la madera desgastada del banco sobre la que se sentaba junto a Jean. Entonces, Jean deslizaba su mano hasta la suya y acariciaba, con desinterés fingido, la palma de su mano hasta que entrelazaba sus dedos con los suyos.

Así pasaban algunas mañanas de mayo. Sin dirigirse la palabra, pero hablándose a través de gestos.

—¿Qué te parece Jean?

—¿A qué viene esa pregunta? —Armin miró por encima de su hombro a Sasha, quien se encogió de hombros.

—No sé. Parecéis estar muy unidos.

—Es un chico majo.

—Yo diría que es más bien un cascarrabias.

Armin rio. No iba a decir lo contrario.

—Es posible, pero es bastante agradable cuando se le conoce bien.

—Es más divertido hacerle de rabiar —Sasha rio.

—A veces os pasáis de la raya...

—No me digas que no es gracioso ver cómo se pone. Se le pone la voz muy aguda y arruga la nariz —Sasha emitió una sonora carcajada—. Me preguntó si serán todos los belgas así.

Armin sintió un pinchazo en el estómago. Tenía sus dudas, tras observarle con detenimiento, de que Jean fuera de verdad belga. Sabía que había mentido en algunas cosas para obtener un empleo, ¿por qué no iba a hacerlo también con su origen? Pero, entonces, ¿por qué les había mentido? ¿Qué escondía? ¿Quién era en realidad?

—Te has puesto blanco. ¿Estás bien? —Sasha se acercó mucho a él, prácticamente rozando su nariz con la suya, para examinarle.

—Estoy bien —Armin se separó de ella de un brinco.

—¿No vas a decírmelo? —gimoteó.

—No —Armin hizo una pausa—. No hasta que tú le digas a Connie que estás embaraza.

—Cállate.

Armin sonrió triunfante.

...

—¡Que voy a ser padre!

Connie entró gritando al bar. El chico corrió por todo el local, abrió la puerta del bar y salió corriendo de nuevo. Hanji, que estaba en la barra, parpadeó confusa mientras limpiaba un vaso de cristal y miró de reojo a Armin y a Erwin. El alcalde parecía más confuso incluso que ella y Armin, en cambio, se encogió de hombros. Connie no tenía remedio.

—¡Connie, enhorabuena! —gritó Jean a carcajadas, asomado a la puerta del bar. Eren estaba apoyado en él y sonreía con malicia. Si alguien en el pueblo no se había enterado, ahora sí que ya lo sabía.

—¡Te dije que fueras discreto, idiota!

Jean y Eren se rieron tan fuerte que se llevaron las manos al estómago al escuchar a lo lejos a Sasha. Los dos chicos se apoyaban el uno sobre el otro para no caer al suelo, presos por la risa que había provocado que los ojos se les llenaran de lágrimas. Armin, por su parte, se llevó una mano a la cara. Dirían de Sasha y Connie, pero esos dos eran igual de idiotas y simples que la pareja.

Respiraciones [Jearmin. 1940 AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora