[XVII]

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El sol había comenzado a ponerse.

Un niño caminaba entre los campos de trigo. El paso de sus diminutos pies se escuchaba a metros de distancia, aumentado el sonido de sus pisadas dado el silencio sepulcral, casi abismal, que le rodeaba. Se desplazaba sin rumbo fijo y, aun así, estaba convencido de que llegaría alguna parte, de que sus propios pasos le llevarían ahí donde quería estar.

Se detuvo por unos instantes. Sus pies tocaron algo y, al bajar la vista, se percató de que el cuerpo de un soldado le impedía el paso. Dejó caer los párpados, impasible, su expresión imperturbable y ajeno al fétido olor de la muerte, que parecía seguirle allá donde fuera. Aquel soldado alemán no había tenido un destino muy diferente al que habrían tenido el resto de habitantes de Lebucquière y por eso no sintió nada. Sus ojos se deslizaron hacia su derecha. Otro cuerpo más, herido de bala, había comenzado a descomponerse. Las moscas revoloteaban a su alrededor y se posaban sobre una herida abierta en su pierna. Se rascó la nuca, un poco indeciso ante tal viñeta, y redirigió sus pasos hacia su izquierda, donde no había más cuerpos a los que tener que esquivar.

–Hilfe(Ayuda) –escuchó a lo lejos y un golpe seco. Mientras seguía avanzando, apartando el trigo a su paso, la voz volvió a repetirse, monótona, y a ella le seguía un golpe, posiblemente sobre alguna especie de metal.

No tardó en encontrar, a unos pasos de los otros dos soldados, a otro soldado alemán más. Estaba sentado contra un bebedero para caballos y repetía una y otra vez la misma palabra. Cuando lo hacía, echaba la cabeza hacia atrás y golpeaba con ella en el bebedero para que hiciera ruido. Al ver a Marco, el soldado alemán levantó la vista. Tenía las manos manchadas de sangre y un hilo de sangre recorría parte de su rostro.

–Wer bist du? (¿Quién eres tú?) –preguntó –.Tu nombre –Marco siguió sin responder–. Nombrre.

–Mein name ist Marco. (Mi nombre es Marco)

–Deutsch Kunst (Eres alemán) –el soldado sonrió, aliviado por encontrar a un compatriota–. Deutsch Kunst (Eres alemán) –sus ojos se cristalizaron–. Komm, Marco. Komm. Dieser Streifen (Acércate, Marco. Acércate. Tira de esto) –el chico hizo un gesto con su cabeza para señalarle el cinturón que había alrededor de su brazo–. Helfen Sie mir, ich sterbe. Komm. (Ayúdame, me estoy muriendo. Ven)

Marco empezó a avanzar lentamente hasta él. El soldado sonrió. Le indicó que tirara fuerte y eso hizo, pero al hacerlo, el chico gritó y Marco se detuvo. El soldado empezó a gimotear durante unos segundos, pero, cuando se calmó, su expresión se endureció y clavó sus fríos ojos sobre Marco.

–Wie alt bist du? (¿Cuántos años tienes?)

–Sieben (Siete) –respondió tras una larga pausa.

–Auch habe ich einen Sohn, Johann. Ich werde sehen Sie die sieben nicht treffen. Here (Yo también tengo un hijo, Johann. No le veré cumplir los siete. Toma) –el soldado metió su mano izquierda, con movilidad, dentro de su chaqueta y sacó una especie de cartera de piel–. Nehmen Sie meine Brieftasche. Geben Sie ihm die ersten deutschen Soldaten finden. Sie tun für mich? (Coge mi cartera. Dásela al primer soldado alemán que encuentres. ¿Lo harás por mí?)

Marco asintió lentamente, sin comprender muy bien qué significaba la promesa que acababa de hacer. Un amago de sonrisa se dibujó en el rostro del soldado alemán, pero, finalmente, sus ojos se tornaron blancos y tras unos segundos, su cabeza cayó inerte.

Marco tomó la cartera de piel negra y la abrió, pero no se atrevió a mirar lo que había en su interior. Se puso en pie y, por unos instantes, sintió que no tenía siete años y que aquella sería una experiencia que nunca olvidaría, algo que arrastraría durante el resto de sus días.

Respiraciones [Jearmin. 1940 AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora