Aaron me seguía cogiendo del brazo, no se donde me quiere llevar pero vamos, tenía mucha prisa.
Paramos en el salón y me dice que mire por detrás del sofá y al acercó, veo que Bruno está jugando con la cría de Labrador. ¡Dios! ¡Qué monos! Aaron les tira una pelotita y los dos juntos se ponen a jugar con ella.
Mientras los miramos, me siento en el suelo, acción que repite Aaron.
– Son demasiado monos. – dije embobada. – Bruno parece el hermano mayor del cachorro.
– Cathina, ¿No crees que va siendo hora de que le pongas nombre? – dijo poniéndose a mi lado.
– Aaron, no quiero cogerle demasiado cariño, aunque eso creo que ya lo he hecho. Todavía tenemos que mirar si tiene chip.
– Le dije a un amigo, mientras tú estabas trabajando que viniera a casa. Estuvo inspeccionandolo y no tiene chip. – dijo sonriente mientras me miraba. – Y creo que aquí vivirá bien, ¿No crees? – ¿Esta diciendo lo que creo que está diciendo?
– ¿Eso quiere decir...? – el asintió y me tire encima de el. – Eres el mejor. Te quiero. Te quiero. Te quiero. Y siempre te voy a querer. – dije mientras me abrazaba a él y Aaron se reía.
– Yo también te quiero preciosa. – dijo abrazándome mientras seguíamos tirados en el suelo.
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Un meses después...
– Aaron, tenemos que ir al veterinario. ¡Date prisa! – Hoy había que llevar a Scott al veterinario.
¡Mi pequeño labrador ya tiene nombre! Mi pequeño Scotti.– No encuentro mi camisa. – Últimamente Aaron vivía sin camisetas. Había empezado el verano y andaba como Mateo por su casa (es una expresión) Cada vez que buscaba una camisa con urgencia, nunca la encontraba.
– Pues ve sin ella. – dije mientras me reía.
– Esa son las ganas que tú tienes. – dijo el entrando en el salón.
– Tu camisa está en el sofá. – dije cogiendo las llaves de su coche, la correa de Bruno para ponérsela ahora y nuestras gafas de sol. ¡Urgentemente tenía que comprarme un bolso! Metí mi móvil en el bolsillo y mientras Aaron se ponía la camisa, yo fui llamando al ascensor para ir al garaje.
Le fui poniendo la correa a Bruno, mientras que a Scott lo cogía en brazos. Llamé a Aaron para que se fuera prisa, pero ahora decía que no encontraba el móvil.
– Aaron, ¿Has mirado en tus pantalones? – cuando dije eso Aaron cerró la puerta. – ¿Habrás cogido las llaves no? – él se toqueteo los bolsillos y cuando la encontró, mi corazón volvió a funcionar. Este hombre cualquier día me mata.
Llegamos a la planta de abajo y Aaron coge a Bruno, para llevarlo al coche. Su coche era un todo terreno de 7 plazas, en color negro. Recuerdo de una vecina mía, cuando vivía con mis padres adoptivos tenían un coche parecido a este y siempre me quedaba contemplando lo maravilloso que era el coche y las ganas que tenía de comprarme uno.
Me monté en la parte del copiloto, mientras Aaron montaba a Bruno en la parte de atrás. Le puso su cinturón y me monto en el coche. Cuando ya todo estuvo en su sitio, arrancó y nos dirigimos al veterinario. A Aaron se le había metido en la cabeza ir al veterinario donde trabajaba su amigo y ¿a que no adivináis donde esta?.... Desgraciadamente En los Ángeles. Le rogué a Aaron no ir allí, no quería encontrármelos bajo ningún concepto. Al final tuve que hacer lo que el quiso, si no tenía que contarle porque no quería ir y.... Como que no.
Llegamos a los Ángeles y me sabía casi todas las calles de aquella ciudad o estado. Mi vida había sido esa, ir de calle en calle comprando cosas para mis padres y trabajar para ellos. Hay cosas que prefiero sinceramente no contar a nadie. Llegamos a la calle donde estaba el veterinario y mientras Aaron buscaba aparcamiento, yo me fui dentro con Bruno y con Scott para esperar en la sala. Estábamos en pleno invierno y no me iba a esperar afuera para congelarme. Al entrar dentro, saludo a los que están saliendo y me siento en la sala de espera.
Aaron llega minutos más tarde y se sienta a mi lado. La gente nos miraban y no apartaban sus ojos de nosotros. Me estaban intimidando.
Mi teléfono suena y veo que es el club de Luna Nueva. ¡Dios! ¿Me van a coger? Le digo a Aaron que tengo que contestar y me llevo el móvil a la oreja mientras salgo del edificio.
– ¿Estoy hablando con Kathina?
– Es Cathina.
– Perdóname, no soy muy buena con los nombres. ¿Todavía solicita trabajar aquí?
– No me importaría. – en realidad, así puedo conseguir más dinero. Ya tengo mi cuarto echo. Me he comprado la cama, un cabezero, una peinadora, y dos mesitas de noche, (ya que mi cama era de matrimonio).
Ahora tengo que preparar el cuarto de baño qué viene en mi habitación. Qué quiero cambiar de plato de ducha a bañera. ¿Qué porqué lo hago? ¡SEÑORES, NUNCA EN MI VIDA ME HE BAÑADO! No me he metido en una bañera, eso es lo que quiero decir. Siempre me he duchado en un plato de ducha.... Me estoy liando. Bueno el caso es ese, tengo que cambiar los azulejos o en negros o en blancos, con un gran espejo y dos armarios para meter mis cosas.
– Pues si no es mucha molesta esta noche podría pasarse a esto de las diez para que mi jefe la vea y hablen de negocios.
– Claro, allí estaré. – dije mientras colgaba. Entre dentro y vi que justamente era cuando nos estaban llamando. Entramos dentro de la sala y pusieron a Scott encima de la camilla. Empecé a acariciarlo para que no se pusiese muy nervioso. La verdad es, que para ser un cachorro, no es tan nervioso.
– Que bien os veo a los dos. – dijo Kevin mientras nos saludaba. Era un hombre muy majo. De unos cincuenta años pero para decir verdad, se conservaba muy bien. No estaba gordo pero tampoco estaba delgado... Era una cosa intermedia.
– ¿Qué vacuna le vas a poner esta vez? – dije mientras miraba a mi pobré bebé. La última vacuna la paso muy mal y era porque ese perro en verdad había sido vacunado de ella antes y por algo que me explico Kevin, que ahora no recuerdo, que causo unos estragos que hizo que el cachorro tuviera fiebre.
– Tienes más miedo tu, que el propio perro. – dijo mientras él y Aaron se reían. La última vez, me puse a decirle que si podía coger una aguja más chica, es que era muy grande para tan poca cosa.
Le puso la inyección y mi perro ni se inmutó. Esta super contento el tío. Salimos de la consulta del veterinario y al montarnos en el coche, noto que mi móvil no está. Empiezo a buscar como loca por el coche, y fuera en la calle. Entro dentro de la consulta del veterinario y veo que Kevin sostenía mi móvil en la mano.
– Eres un desastre.
– En eso me gana tu amigo.