Despedida Dolorosa.

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No he podido dormir en toda la noche. En mi vida he dado tantas vueltas en la cama como esta noche. Me voy para el salón y me siento en el sofá. ¿Cómo se va a ir? ¿Qué voy ha hacer sin él? En mis ojos se iban haciendo lagrímas que en cualquier momento caerían, y sabía que no se iban a detener en un largo tiempo. Así que, cogí unas mallas y una sudadera, me las puse y saqué a los dos perros a la calle. Saludé a mi portero favorito y al salir del bloque vi que estaba lloviendo, me puse la capucha y comencé a correr hacia el parque de los perros que estaba cerca de aquí. 

Al llegar al parque, solté a Scott y  Bruno y se pusieron a jugar. Yo me senté en un banco que había cerca de la puerta, y fue hacer eso, y mis ojos llenarse de lágrimas y empezar a llorar como una loca. No quería que  se fuese. Quería tenerlo conmigo, siempre. ¿Qué iba a hacer sin el? ¿Qué haría ahora que no está?  Intenté tranquilizarme y dejar de llorar, debía de estarlo, por el. Cuando levanté la cabeza, dos personicas había delante de mi. Bruno y Scott me miraban seriamente desde el suelo. 

- Estoy bien chicos, lo prometo. Se me ha metido algo en el ojo. - dije como si ellos me entendiesen. Bruno me ladró y Scott giró la cabeza, gesto que hizo que recapacitase si deverdad los animales nos entendíesen o no. Y en ese momento, que ni yo misma me lo creo, había acabado en el suelo rebolcada en el césped con Bruno y Scott arriba haciendome cosquillas. No podía aguantar más, me estaban matando a cosquillas y comencé a gritar  y a reirme como una loca. 

No podía más, me estaba quedando sin aire y mis dos amiguitos no paraban de hacerme cosquillas, y en ese momento pararon y una mano me ayudó a levantarme. 

- Muchas gracias, pensaba que nunca... - y allí estaba otra vez el. Mi cuerpo se congeló y me eche un paso hacia atrás. - Deje de seguirme. - dije mientras me giraba a atar a los perros para marcharnos de ahí. 

- Quiero que me escuches Cathina. - ¿no me conoce de nada y ya me llamaba por mi nombre? Quiero salir de aquí, ya.

- No quiero escuchar nada de lo que me quiera decir. Y deje de seguirme. - y cuando dije eso, su mano se aferró a mi muñeca. La correa se me cayó de las manos y los perros se volvieron a soltar. Me agarraba tan fuerte que no podía moverla. - ¡Suelteme! 

- No voy a soltarla hasta que me escuche. - dijo aprentando más todavía y de un momento a otro, noté que tiraba de mi cuerpo hacía la dirección en la que él también se movía. Empecé a gritar para que alguien me ayudara, quería salir de ahí. El hombre me mandaba a callar continuamente, pero hubo una vez que si pudo callarme. Me encontraba tirada en el suelo, con mi mano posada sobre mi mejilla derecha. Me había pegado, ¡Me había pegado! Y en ese momento, escuché al hombre gritar doloridamente. Scott y Bruno habían atacado al hombre mordiendole la pierna y el brazo. Lo tiraron al suelo y cuando este se hizo un hovillo, aprovechamos para salir corriendo de allí. ¡No podía creer lo que me acababa de pasar! ¡En la vida me ha pasado una cosa parecida! Y desde que huí... ¿Y si todo está relacionado con mis antiguos padres?¿ Y si me han encontrado? No creo, no puede ser. En la vida les importé, solo les importé por el dinero, para ellos tener para comer. ¿Para que me buscarían?

Llegué al bloque y solté a los perros para esperar el ascensor. Al entrar al ascensor vi que me había quedado marca del puñetazo que me había dado el hombre. Tenía la cara inchada y el labio con algo de sangre. ¿Cómo voy a aparcer así en casa? La puerta del ascensor se abrió y me encontraba delante de la puerta de mi piso. Atraves de la puerta podía escuchar la risa de Aaron y una voz que sería la de Rosalía. Me quedé petrificada delante de la puerta sin saber que hacer. Intente inventarme cualquier teoría posible para explicar lo de mi cara, pero en mi mente ninguna era creible. 

- Hola vecina, buenos días. - dijo un señor mayor que vivía cerca de Aaron y yo. El hombre al mirarme la cara, se le descompuso la cara y fue rapidamente cuando entre en casa. Me puse la capucha y sin decir buenos días ni nada, me metí en el baño y cerré la puerta. Me quedé apoyada detrás de la puerta y me fui deslizando hacía abajo hasta quedar apoyada totalmente en el suelo. Lagrimas brotaron de mis ojos sin avisar. Primero, Aaron se va y me dejará sola aquí, Segundo, este hombre lleva persiguiendome un par de días y sigue sin aparecer y tercero, me pega. ¿Qué queda por dios? ¿Qué mierda más tiene que pasar? 

- Cathina, Cathina, abre la puerta. - Aaron llamaba por el otro lado de la puerta. No quería que me viera así, ni decirle lo que me había pasado. 

- Aaron voy a ducharme. Después la abro. - dije sin levantarme del suelo. No podía ni levantar la voz ni mi cuerpo. Las lágrimas y la carrera que me he hecho desde el parque hasta casa, me han dejado sin fuerzas algunas. 

- Cathina, o abres la puerta o la abro yo. - Estabe vez Aaron sonaba mas fuerte y a la vez preocupado. ¿Que iba a decirle? ¿Que iba a hacer? ¿Le abro o no le abro? - Cathina, voy a abrir la puerta, espero que no estes detrás. Pero antes de que el pudiera hacer nada, abrí la puerta y me lo encontré con la pierna derecha alzada en el aire. 

- ¿De verdad ibas a abrir la puerta de esa manera? - dije desde el quicio de la puerta. 

- ¿Se puede saber porqué has entrado de esa manera en casa y sin decir nada a nadie te metes así en el baño? Cathina tu no eres así, ¿que te ha.... - sus palabras cesaron derrepente. - ¿Y me puedes decir que haces con la capucha todavía puesta? - intenté coger la capucha para que no me la quitara, pero ya me la había deslizado por detrás de la cabeza, dejando a simple vista lo de mi cara. - ¿Cathina, que coño...?

- Me he caído corriendo con Scott y Bruno. Sabes lo torpe que soy y que me choco con todo, pues me he chocado con una farola. - dije intentando sonreir, pero me dolía tanto que me llevé las dos manos a la parte de la cara inflamada. 

- Dejame ver eso. - con sumo cuidado, como hace siempre, me examió. Estuvo un rato mirando las partes inflamadas y el labio que antes estaba sangrando. Estar tanto tiempo callado me hacía ponerme aun más nerviosa. - ¿Seguro que te has dado con una farola? - ¡mierda! no se lo cree, ¿qué hago? - porque más bien, parece que te has chocado con un tanque. - dijo riendose. ¿Se lo había creido de verdad? Será capullo por asustarme. Lo odio en este preciso instante. 

- Gracias por reirte de mi. - dije cruzandome de brazos. 

- No quería hacerlo pero... ¡Es que te voy a tener que comprar protectores para cuando salgas a la calle y te caigas. - se apartó de mi lado y encendió la ducha. - Ven, vamos a ducharnos juntos y te lo recompenso. - se quitó la camiseta y eso hizo que me olvidara del dolor que tenía. Me acerqué a el y le rodee con mis brazos el cuello. 

- Que sepa usted, que no lo perdono. 

- Pues tendré que portarme mejor. - dijo mientras me cogía y me hacía rodearle la cintura con mis piernas. Solo fue llegar a su cintura y note algo duro en ella. - Perdoneme señorita, pero creo que hay alguien que quiere jugar. - dijo el sonriendo como tanto me gustaba que hiciera. Con esa sonrisa desaparecían mis males y hacía perdurar las cosas bonitas. Odiaba a ese hombre por probocar esos sentimientos en mi.

- Creo que te voy perdonando. - dije mientras lo besaba estrechandolo más hacía mi. Nos metimos en la ducha y allí nos encargamos de quitarnos la ropa. Toda la ropa iba saliendo por encima de la cortina de la ducha y de vez en cuando se escapaban también algun que otro grito mio y algún susurro de Aaron. 


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- Te voy a echar de menos, Aaron.  - dije sentandome pegando la espalda sobre su pecho. No quería que se fuera, quería que estuviera conmigo prara compartir cada día con el, con la persona a que quería más que a nadie, mi unica familia. 

- Tengo que irme, pero se nos va a hacer corto el mes. Nos llamaremos todos los días, haremos videollamada y los buenos dias y las buenas noches no faltaran nunca. - dijo dandome besos en la cabeza. 

- No es lo mismo. Pero creo que podré soportarlo. - me giré para verle la cara. Estaba tan guapo con los pelos mojados y echados hacía delante. Le brillaban los ojos todavía por el orgasmo de antes y me alegraba ser yo la que provocase eso. Lo iba a extrañar.


¡El policía es mi vecino!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora