Las gotas de sudor resbalan irrespetuosamente por mi cara, y de vez en cuando me caían en los ojos obligándome a parpadear un par de veces. No entendía el afán del profesor de deportes por querer hacernos sufrir en cada una de sus clases. Eso sólo hacía que odiara aún más las actividades que se relacionaran con correr, saltar, o cualquier cosa que requería de esfuerzo físico. Mi mundano cuerpo no estaba diseñado para eso.
Entre mis jadeos escuche el silbato del profesor que daba por terminada la clase. Camine a las gradas y deje caer mi maltratado y sudoroso cuerpo.
-Estoy a punto de morir de un infarto masivo –la voz de Roy sonaba agitada. Incluso más que la mía.
Por lo menos me consolaba saber que había alguien con peor condición física que yo, y ese era el castaño sudoroso a lado mío; que tenía cara de desmallarse en cualquier momento.
-¿Podrías regresar a la pista? Creo que he dejado uno de mis pulmones allí mientras corría. –inhale profundamente tratando de controlar mi respiración. Podía sentir como el pulso me palpitaba en los oídos y el sudor resbalaba por mi sien.
-¿Por qué mejor no se lo pides a Dakota? –dijo arqueando una ceja con un tono de voz insinuante. No dije nada, en realidad no tenía nada que decir al respecto.
Mire de nuevo hacia la pista y allí estaba Dakota Grene, la criatura más linda que habían visto mis ojos. Me quede embobado viéndola reír a distancia, mientras tomaba un mechón rubio entre sus manos. Ella me gusta desde ya hacía tiempo, para ser precisos desde que teníamos doce años. Y siempre que tenía oportunidad, Roy solía echarme en cara mi cobardía por no invitarla a salir.
-¡Hey, Dakota! Velkan quier...! -instintivamente me gire hacia él y lo tome de la muñeca de manera brusca sin dejarlo terminar lo que fuese que iba a decir. Pero que estaba seguro sería algo que me dejaría en vergüenza.
Roy forcejeo un par de veces llamando la atención de todos en la cancha. Incluyendo al grupo de chicas que estaban en la pista (entre ellas Dakota) .Miraban el espectáculo mientras arrastraba al chiflado de mi amigo fuera de allí, con un sonrojo que me esforcé que nadie viera en mis mejillas.
Me aleje lo más que pude de las canchas con Roy. Lo mantenía abrazado para que no saliera corriendo y con una de mis manos en su boca. Sentí algo húmedo en mi mano y estuve a punto de retirar mi mano, pero no lo hice.
-Sabes que tengo sudor en las manos ¿Verdad? –abrió los ojos y pataleo como un niño pequeño -.No voy a soltarte hasta estar lo suficientemente lejos Leroy Baker.
-Nu mu digos Loroy –murmuro tratando de quitar mi mano de su boca.
-¿Por qué no quieres que te llame Leroy, Leroy? –como su mejor amigo de toda la vida, sabía que no le gustaba que lo llamaran por su nombre completo. Pero también como su mejor amigo, me gustaba fastidiarlo llamándolo así.
Lo cual sólo confirmaba que era un chico raro. Su nombre no era extraño como el mío, y sin en cambio a él no le gustaba. Lo solté cuando llegamos a los baños e inmediatamente corrió y comenzó a lavarse la boca.
-¡Iug! Tú mano sabía a sudor y tierra. –se empino en el lavabo y comenzó a lavarse con desesperación.
-Ha sido tú culpa, no mía –lo señale con mi dedo acusador – ¡Montaste un espectáculo allí afuera! –inevitablemente el sonrojo volvió a mis mejillas. Que patético.
-Sólo quería ayudarte con la chica linda –entrecerré los ojos y me cruce de brazos. Hizo un falso puchero haciendo sobresaltar su piercing en el labio. No me dejaría manipular así de fácil.
Él era un chico apuesto. Tenía muchas cosas a su favor. Como sus enormes ojos castaños claro que, a contra luz, lucían mieles y sus pestañas de niña bonita, además de su brillante cabello. Pero era demasiado irritante como para que alguna fémina lo soportara.
-Bien –falle por completo. Odiaba cuando hacia eso –pero no lo vuelvas a hacer, detesto cuando haces eso. Y me refiero al asunto de Dakota.
(...)
La clase de Biología transcurría lentamente. El profesor no paraba de hablar y de hablar. Tanto, que siempre terminábamos en un tema diferente al que se suponía se trataba la clase. Como por ejemplo, lo trágico que termino su tercer matrimonio. Unos golpes en la puerta llamaron la atención del profesor y por primera vez en treinta minutos al fin paro de cacarear. El profesor se acercó a la puerta a atender e inmediatamente todos comenzaron a hablar.
-Chicos –dijo el profesor para llamar la atención de todos los estudiantes –,estos amables señores vienen en busca del estudiante ¿Cuál era su nombre perdón?
-Razvan –dijo uno de ellos con una voz demasiado ronca. Sus ojos verdes escanearon toda el aula. Un escalofrió me atravesó la columna cuando sus fríos ojos pararon en mi por unos segundos.
Una chica de cabello castaño se paró de su asiento que estaba a unas bancas de la mía. Mire al resto de los enormes hombres desaparecer por la puerta con la chica y de nuevo el profesor comenzó a hablar. Por algún motivo la forma en la que me miro el sujeto de voz profunda y varonil me había provocado desconfianza. Los seguí con la mirada hasta perderles de vista, no sin antes percatarme que un par de ellos escaneaban cínicamente a la chica y desaparecían del lado contrario con el móvil en la mano.
Sucios.
-Bien chicos –la voz del profesor llamo de nuevo mi atención –, en esta ocasión necesito que hagan un trabajo en binas sobre la meiosis –sabía perfectamente lo que significaba ese entusiasmo en su voz. Problemas, estaba seguro –, esta vez será diferente. Están tan apegados a las tecnologías que solo copian y pegan. Y estoy seguro que ni siquiera leen. Así que su trabajo será a mano. Y en vez del Internet, tendrán que ir a la biblioteca –varios abucheos se escucharon en el aula. Él no tenía que saber que la información era sacada de Internet y no de la biblioteca ¿verdad?
-Y para asegurarme de que no hagan trampa, dejare unos pases que tendrán que sellar con la bibliotecaria al concluir su trabajo.
Maldición.
(...)
El estacionamiento estaba casi vacío de estudiantes. Espere pacientemente a Roy recargado en el cofre del auto. Por algún motivo se había retrasado. Comencé a desesperarme cuando me di cuenta que ya no había nadie en el estacionamiento, salvo por una camioneta negra que se encontraba a unos metros del estacionamiento.
El aire soplo con fuerza provocando que algunas ramas de los arboles rechinaran y que los arbustos se inclinaran con brusquedad. Ashland era un pueblo con un espeso bosque a sus alrededores, por lo que podías encontrar arboles por todos lados. Y el instituto no era la excepción. Fije mi atención hacia el prominente bosque, al mismo tiempo que una parvada de aves salía de él, como si algo los hubiese asustado. El corazón se me acelero estrepitosamente cuando divise una sombra negra entre los arbustos. Poco a poco fue tomando forma y de verdad que no me esperaba lo que mis ojos veían. Era un lobo; negro como la noche misma, y enorme. Las piernas me fallaron cuando llegue al rostro del animal y vi que sus ojos eran dos esferas carmesí que estaban fijas en mí. Las piernas se rehusaban a obedecer lo que mi cerebro indicaba. Estaban clavadas en el pavimento sin intención de correr. La ansiedad me invadió cuando el lobo comenzó a correr hacia mí; primero lento y después más rápido. Justo cuando creí que me daría un paro cardíaco, el lobo se detuvo tan cerca de mi, que podía sentir su aliento tibio en mi cara. Un gruñido gutural salió de su hocico haciéndome temblar de pies a cabeza. Era inútil, mi cuerpo simplemente estaba estático, sin ni una intención de salvar su trasero.
¡Mi trasero!
"Velkan..." Se escuchó en mi cabeza como un susurro. Abrí los ojos tanto como me fue posible ¿acaso el animal había dicho mi nombre?, ¿y telepáticamente? Un nudo se formó en mi garganta, y los vellos se me pusieron de punta.
Después de unos segundos (los que para mí fueron eternos), el lobo gruño y se lanzó sobre mí derribándome; provocando un sonido seco debido al impacto de mi espalada con el suelo. El aire abandono mis pulmones a la par que el lobo acercaba su hocico a mi cara y con sus patas me mantenía preso en el suelo. Las fuerzas me abandonaron y el pánico tomo su lugar, arrastrándome al abismo de la inconsciencia con el corazón aun desbocado. Con una última imagen del lobo con sus enormes patas sobre mí.
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Entre Bestias
LobisomemEl pelaje del perro gigante era gris; tan gris como las nubes en plena tormenta. Sus ojos eran del mismo color intenso, pero con un leve dorado alrededor de ellos. Impresionante, todo en él lo era. Era tan irreal, que estaba seguro que nadie me cree...