Capítulo 5. Caperucita Roja

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Podía sentir lo acelerado que me palpitaba el corazón como si quisiera salir corriendo y largase de aquí sin mí. La adrenalina y la desesperación me provocaban espasmos dolosos en todo el cuerpo ¿eso era normal?

-¡ESA COSA VA A MATARNOS! –grito el chofer por primera vez después de cinco minutos de estar en shock. Según la placa en su camisa su nombre era Mark.

-¡ESO NO AYUDA! –grite yo también con los nervios a flor de piel –¡Maldita sea! Eres el conductor aquí ¡ARRANCA Y SACA NUESTROS TRACEROS SANOS Y SALVOS! –Mark asintió eufórico y con las manos temblorosas tomo las lleves y las introdujo con torpeza.

En cuanto el motor rugió, el lobo pareció volverse aún más agresivo. El cristal de la puerta termino por estallar casi completamente dejando que el lobo lograra meter medio cuerpo.

-¡SANTO CIELO! –apenas hable, el lobo entro por completo de un salto sin hacerse ningún rasguño con los cristales.

Caí de espaldas al tropezar con mis propios pies, en estos momentos mi torpeza sería mi peor enemiga. Instintivamente comencé a retroceder por el pequeño pasillo sin dejar de ver cada movimiento que hacia el lobo que apenas cabía dentro del autobús. Sus ojos estaban fijos en mí de una manera intensa y bestial. Mark se había quedado a unos pasos delante de mí, en el asiento del conductor justo detrás del lobo. Deje de arrástrame como un gusano medidor al escuchar un gruñido de advertencia. Vi de reojo como Mark se esforzaba por tomar algo del suelo sin hacer ruido. Desde donde estaba no podía ver que era, pero me asegure de trasmitirle con una mirada que dejara lo que fuese que estaba haciendo, a menos que deseara que el animal nos hiciera su cena esta noche. Evidentemente no le hizo caso a mí mirada loca de "para ya maldita sea" por qué siguió intentando hasta que lo vi sostener un tubo pequeño. Corrección, era la palanca del autobús ¿acaso planea noquear a un maldito lobo de más de cien kilos con una mísera palanca? Negué despacio indicándole que no estaba de acuerdo con su plan estúpido y suicida.

En una fracción de segundos levanto la palanca del suelo haciendo crujir los cristales esparcidos en el suelo. El ruido alerto al animal, que con una velocidad impresionante, giro siendo ahora él su nuevo objetivo. Un grito desgarrador abandono la garganta de Mark y como si estuviéramos en primavera el maldito miedo floreció en todo mí ser. Desde mi lugar pude ver como la sangre salía de uno de los brazos de Mark de una manera considerable, mientras el lobo se aferraba como si se le fuera la vida en ello y yo trataba de no desmallarme allí mismo.

¡MIERDA, MIERDA, MIERDA, MIERDA, MIERDA!

Me pare de un salto y busque por todos lados algo con lo que pudiera ayúdalo. No había absolutamente nada, solo mi mochila y lo que parecía un pañal sucio debajo de uno de los asientos. Una especie de espasmo me recorrió el cuerpo de una manera violenta y fría.

-¡EL EXTINTOR! –dijo entre gritos desesperados y llenos de dolor.

Con la respiración entrecortada comencé a buscar el maldito extintor. Estaba hasta el fondo, debajo de los últimos asientos del autobús ¿Por qué lo ponen donde nadie puede verlo? Corrí hasta él y lo tome con firmeza. No podía dudar, ni mucho menos tener miedo, jamás estaría tranquilo si él perdiera la vida por mi cobardía. Corrí sin pensarlo dos veces y con todas mis fuerzas lo golpe en la cabeza. El lobo chillo y soltó a Mark mientras se recuperaba aturdido del golpe, tome al hombre de la camisa y lo jale hacia mí. Corrimos hacia la parte trasera del autobús (y como era de esperarse, ya que mi segundo nombre es mala suerte), la puerta trasera estaba cerrada. La única forma de abrirla era volver a donde el lobo y presionar el malito botón ¡Y obviamente eso no pasaría! Desde ahora no más planes suicidas. El lobo soltó un especie de ladrido y gruñido indicando que ya estaba bien y más furioso que nunca. Nuestra única salida era una de las ventanas que estaba abierta; saltar y correr por nuestras malditas vidas. Mire a Mark y este a mí, ambos asentimos sin mirar atrás y por turnos salimos rápidamente del autobús. En segundos olvide mi torpeza y me volví un Velkan ágil, Mark gimió del dolor al momento de apoyarse en mi hombro para saltar. Un golpe desde adentro nos sobresaltó, opte por no mirar, en realidad no hacía falta.

Entre BestiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora